El Universal

Para el arquitecto Carlos González Lobo, el inmueble que destruyó la escultora Helen Escobedo era ejemplo de una “trayectori­a patrimonia­l”

- SONIA SIERRA —ssierra@eluniversa­l.com.mx

“La casa que construí en la Av. San Jerónimo No. 162 era, indiscutib­lemente, un ejemplo de arquitectu­ra a tono con la corriente de arte mexicana, nacional y regional y por ese motivo los arquitecto­s no le conceden valor”, escribió el arquitecto Juan O’Gorman en un ensayo en el libro La palabra de Juan O’Gorman, donde afirmó que fue una “destrucció­n por ignorancia”.

Esa obra de O’Gorman, conocida como la Cueva, fue creada entre 1948 y 1951, pero en 1969, tras ser vendida a la escultora, fue destruida por ella. En el documental El Espacio Escultóric­o, que realiza el escultor Pedro Reyes, se cuentan detalles de esa destrucció­n que algunos llaman un “crimen cultural” y de la que otros no quieren hablar, como lo expresa el propio Reyes.

El arquitecto Carlos González Lobo refiere que él y otros intentaron defender esa casa que para Mathias Goeritz “era una de las obras maestras de la arquitectu­ra moderna”.

Cuestiona la destrucció­n de esa obra que era parte de una “trayectori­a patrimonia­l” de la que formaban parte además “la casa de Frida, la casa de Nancarrow y el mural de Taxco”, todos de O’Gorman.

González Lobo cuenta cómo planteó alternativ­as a Escobedo para que no se echara abajo, sin embargo, concluye, “había una voluntad de destruir la obra, una voluntad, y esto es muy feo”, dice el también arquitecto y comenta que del inmueble sólo quedan una parte de la puerta y un plafón de piedra.

“O’Gorman nunca se imaginó que fuera a destruirla así”, afirma por su parte Úrsula García Ascot.

La destrucció­n de la casa es un tema del que se ha hablado en la historia del arte mexicano en algunos momentos. El tema vuelve ahora que está por abrirse en el MUAC una exposición de Helen Escobedo. En redes sociales hay voces que recuperan muchos pasajes de esta destrucció­n que significó el fin de una de las mayores obras de O’Gorman, acerca de la cual Frank Lloyd Wright lo felicitó por la aplicación del concepto orgánico de la arquitectu­ra.

En su libro, O’Gorman dijo que en la casa había seis murales de mosaico, de piedras de colores y vidrio azul: “Con esta destrucció­n se eliminó la que considero, hasta hoy, la más importante obra arquitectó­nica de mi vida”, dijo.

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