Meade, la opción disruptiva del sistema
Es quizá el menos malo entre los muy vistos, el que tiene algo que presumir con números y hechos, el de grandes batallas y pocas alharacas
José Antonio Meade Kuribreña es un político sin partido, con doctorado en Yale y experiencia como secretario de Energía, Relaciones Exteriores, Desarrollo Social y, ahora, de Hacienda, ha tenido éxitos en la administración panista de Calderón y en la priísta de Peña Nieto.
Meade es quizá, por mucho, el hombre con más y mejores credenciales para convertirse en el siguiente presidente de México, sin embargo, a diferencia de la academia, en la política las credenciales siempre quedan relegadas al tema secundario.
Lejos de las “revelaciones” de López Obrador, la realidad es que todo apunta, en los corrillos políticos, a que Meade más bien se integrará al Banco de México una vez que Agustín Carstens deje vacante la plaza, ahí, en ese puesto, su formación y experiencia podrían brillar y dar resultados positivos en la macroeconomía que hoy nos posiciona competitivos a nivel global aunque nos sigue debiendo a nivel local con la mitad del país viviendo en la marginación.
Pero, ante un escenario de crisis como el que se vive en México, y ante la falta de cuadros consolidados, Meade también se antoja como una opción fuerte para contender en el 2018, son, particularmente, su pasado exento de corrupción y su tendencia a formar aliados, antes que rivales, algunas de sus mayores fortalezas.
Meade tendría que ser, remotamente de serlo, un candidato ciudadano apoyado por una maquinaria partidista, ajeno a los preceptos anticuados y anacrónicos de los partidos políticos y vendiendo al electorado una imagen fresca de un ciudadano sin intereses de compadrazgo y con respuestas firmes a problemas concretos: pobreza, corrupción e inseguridad, los principales.
Su perfil convence a los indecisos de varios frentes, evidentemente Meade no sería nunca una opción antisistémica, pero tampoco lo es cien por ciento disruptiva, quizá, eso sí, es la opción más disruptiva del sistema, el menos malo entre los muy vistos, el que tiene algo que presumir con números y hechos en la mano, el de grandes batallas y pocas alharacas.
Pero también, podría ser un candidato con debilidades peligrosas: ¿cómo sería Meade al templete de un poblado marginado?, ¿con cuánta fuerza se presentaría en un debate presidencial?, ¿Su hipotética unción no terminaría por generarle traiciones en la maquinaria que lo apoye?, ¿tiene el carisma necesario?, ¿el don de gente?
Aún siendo el gran perfil que es, Meade podría terminar perdiendo el gran capital político que ha forjado en los últimos años debido a la maquinaria que lo impulse, ¿cómo se vería su imagen con el logo del PRI a un lado?
Se necesitan aún muchos como Meade para limpiar un partido como el PRI, aunque sí, creo que es la opción más disruptiva del sistema.
DE COLOFÓN. El frente amplio parece que va sin azul y el azul parece que va sin un amplio frente que apoye al ungido.