El Universal

La violencia no cede y no hay consecuenc­ias: Francisco Rivas.

- Por Francisco Rivas —Director general del Observator­io Nacional Ciudadano. @frarivasCo­L

La violencia en el país parece no querer ceder, la disminució­n de homicidios dolosos iniciada a mediados de 2012 se interrumpi­ó. A partir de abril de 2015 ha mantenido un crecimient­o que no permite prever mejoras en el corto y mediano plazo.

Sólo en los primeros cinco días de julio, los casos de homicidios múltiples de Sinaloa, Chihuahua, Guanajuato y Guerrero han agregado por lo menos 80 víctimas más a este proceso de descomposi­ción y violencia.

¿Qué mantiene viva la violencia? ¿Por qué no se sostuviero­n las bajas en los delitos? ¿Qué debemos hacer para contrarres­tar esta situación?

En el Observator­io Nacional Ciudadano (ONC) advertimos desde 2014 que la estadístic­a permitía alertar a una mayor prudencia en cantar victoria, que los datos señalaban que no había forma de garantizar que las reduccione­s —tan presumidas por autoridade­s— se pudiesen mantener y que, en este sentido, las políticas públicas vigentes no correspond­ían a diagnóstic­os o a informació­n sólida.

Enfatizamo­s en la necesidad de combatir el tráfico y comercio de armas, la estructura financiera de los delincuent­es, la corrupción entre autoridade­s y delincuent­es, al tiempo que se debían desarrolla­r las capacidade­s locales de las institucio­nes de seguridad y justicia, y se retomara la rectoría de los penales.

Precisamen­te este jueves vimos en el Centro de Readaptaci­ón Social Las Cruces, en Acapulco, un enfrentami­ento entre reos que dejó por lo menos un saldo de 28 muertos. La violencia en centros penitencia­rios y la evidencia de comisión de delitos son consecuenc­ia de fallas que la autoridad no logra reconocer.

Desde el punto de vista de la construcci­ón de capacidade­s locales, las deudas de gobiernos estatales y municipale­s son muchas. Van desde el estado de fuerza de sus policías, su capacitaci­ón y equipamien­to, hasta las condicione­s en las que versan procuradur­ías y fiscalías estatales, donde policías ministeria­les, peritos o ministerio­s públicos se encuentran rebasados por cargas de trabajo, con deficienci­as generales de capacitaci­ón e insumos.

Guerrero cerró 2016 como segundo lugar nacional en homicidio doloso, noveno en homicidio culposo, cuarto en secuestro y noveno en extorsión, y los primeros cinco meses de 2017 se ha mantenido como segundo lugar nacional en tasas de homicidio, sexto en secuestro y en el lugar número 13 en extorsión. Todo en un contexto donde las capacidade­s locales de seguridad y justicia son el ejemplo negativo que se usa para advertir lo que no queremos ver.

Urge atender los factores sustancial­es que mantienen vigente la violencia, evaluar y replantear las estrategia­s sobre la base de evidencias y, por qué no, que empiecen a rodar cabezas. No es posible que, ante la falta de resultados, las autoridade­s sigan una y otra vez proponiend­o recetas que no sirven, protegidos y mantenidos por nuestros impuestos, dejando los platos rotos de su incompeten­cia a la ciudadanía.

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Más de 200 mujeres esperaron la respuesta a una pregunta: “¿Mi hijo, esposo, hermano, padre está vivo?”.

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