La gran serpiente que hay debajo de la CDMX
En los 60, autoridades capitalinas iniciaron la construcción del Sistema de Drenaje Profundo para evitar las inundaciones a causa de las lluvias. Hoy su crecimiento y mantenimiento siguen
Año tras año los capitalinos tenemos que lidiar con las inundaciones y demás consecuencias de las lluvias. Las principales razones son las grandes cantidades de basura que dejamos en espacios públicos que van a las coladeras y también la insuficiencia del drenaje profundo.
La historia del drenaje citadino tiene su origen en la época colonial. El crecimiento de la urbe y la falta de infraestructura hacían desaparecer los esfuerzos por evitar las inundaciones . Ya como un México independiente hubo dos momentos clave para la evolución de esta gran red subterránea.
Primero, Porfirio Díaz mandó construir el Gran Canal de Desagüe, inaugurado en 1900, que sacara el agua de la cuenca del Valle de México. Años después el sistema se afectó por la explotación de los mantos acuíferos (el hundimiento de la ciudad también degenera el funcionamiento del sistema de drenaje, hasta la actualidad) y a partir de 1950, en la metrópoli empezó a ser urgente un sistema eficiente.
Los primeros años de la década de 1950 tuvieron récords en inundaciones, tanto por la frecuencia como por los niveles de agua , superiores a los dos metros. Fue el presidente Adolfo Ruíz Cortines quien decidió en 1953 autorizar la apertura de la Dirección General de Obras Hidráulicas (DGOH) como una “dependencia técnica del Departamento del Distrito Federal”, encabezada por Ernesto P. Uruchurtu y para que se pusieran sobre la mesa proyectos que ayudaran a la capital en temporadas de lluvia y aseguraran la demanda de agua ya como parte de un servicio público.
El primer director de la DGOH fue Fernando Hiriart Balderrama y tras un periodo de análisis, en mayo de 1954 ideó un plan con una vigencia aproximada de 25 años.
Dicho proyecto proponía la construcción de plantas de bombeo, reparación de filtraciones del sistema que operaba, para dar una respuesta inmediata ante las inundaciones. También proponía construir los interceptores: Poniente, Central y Oriente, que condujeran las aguas hacia el norte, lejos del centro capitalino.
Cinco años después, con el presidente Adolfo López Mateos, se presentó al gobierno del Distrito Federal la “nueva alternativa” ante las inundaciones: túneles, plantas de bombeo e interceptores a 30 metros de profundidad.
Entrados los años 60, el Drenaje Profundo ya estaba aprobado para ser ejecutado de 28 a 48 metros por debajo del suelo, con un presupuesto inicial de mil 700 millones de pesos, conformado por dos interceptores (Central y Oriente) y el Emisor Central.
Sin embargo, no fue suficiente y durante el sexenio de Gustavo Díaz Ordaz se trabajó en su renovación y ampliación. A pesar de que el gobierno tuvo varios acercamientos con el Banco Mundial para financiar lo que restaba del drenaje, se hizo con fondos del entonces Departamento del Distrito Federal (D.D.F), según se explica en documentos del proyecto a cargo de aquella dependencia, hoy GDF.
Así, iniciaron las excavaciones de túneles con profundidades entre los 20 y 60 metros, se construirían lumbreras (puntos de acceso y emisión de gases para los túneles) en las que se colocarían cilindros de más de 10 metros de diámetro para que corriera el agua producto de las lluvias.
La construcción de este sistema contempló también los requerimientos para su mantenimiento y por su magnitud continúo por varios sexenios.
El drenaje fue considerado como un orgullo para la ingeniería nacional. Tenía 68 km de túnel construido con capacidad de 200 metros cúbicos por segundo y se le sumarían 32 km más en interceptores para desalojar aguas estancadas. Se construirían dos estaciones de bombeo, una de ellas debajo de la estatua de Carlos IV, el errante “Caballito”, que entonces estaba en la esquina de Avenida Juárez y Reforma.
De acuerdo con las memorias reportadas por el D.D.F. en los años 60, estas obras hidráulicas “correspondían al México actual, acorde con la técnica...Túneles de profundidad increíble; de seguridad extraordinaria... profundidades que oscilan entre los 25 y 220 metros, con longitud de 25 kilómetros, lo que hacen que corresponda a la Ciudad de México la construcción del túnel más largo del mundo”.
El sistema de drenaje de la ciudad y la zona metropolitana tiene una longitud total de 153.3 km. Inició operaciones en 1975 con un funcionamiento proyectado para 25 años, según previsiones de crecimiento de la capital en los años 60.
En los años 80 y 90, así como en la primera década de los dos mil, se le hicieron obras de mantenimiento, pero la imparable expansión de la urbe no ha ayudado a que el sistema pueda ser estrictamente funcional y operativo.
En 2008 inició un nuevo proyecto que se sumaría a la red: el Túnel Emisor Oriente (TEO), perfilado como el más grande del mundo; sin embargo, la falta de presupuesto, incluso federal, lo dejó casi detenido.
Así, las adecuaciones y prolongaciones al drenaje profundo parecen no terminar, ni ser suficientes, pero hay que tomar en cuenta que nos referimos a la ciudad más grande del mundo.