El Universal

Los niños migrantes de la guerra del sur

De 2013 a 2016 las solicitude­s de refugio en el país por parte de menores no acompañado­s provenient­es de Honduras, El Salvador y Guatemala se incrementa­ron 350%

- Texto: ÍÑIGO ARREDONDO

Unos 200 mil niños no acompañado­s del llamado Triángulo

del Norte (Guatemala, El Salvador y Honduras) han pasado por México entre 2014 y 2016, según el INM y la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos.

EL UNIVERSAL realizó una cobertura especial multimedia por los tres países. La presente es la primera de cuatro entregas semanales.

En el camino a convertirt­e en adulto hay que pasar obstáculos, levantarte de tropezones y adversidad­es que sólo con la madurez que se espera del paso de los años se podrían resolver. Pero no para todos es igual. Jorge creció de golpe. A los ocho años dejó de ser niño. La infancia lo abandonó.

Ese día decidió tomar la mano de su tío en una de las calles de la Rivera Hernández, en San Pedro Sula, Honduras, y salió a probar una bicicleta. Después de varias cuadras de recorrido y algunos minutos, a ambos les dio sed y decidieron pasar a una tienda por una bebida. Ahí, justo en ese recuerdo de un día normal en apariencia, se detiene la memoria de Jorge. Dos jóvenes miembros de una pandilla los estaban esperando. Cruzaron frente a la tienda en bicicletas, sacaron sus armas y dispararon hasta que vieron caer a su tío. Jorge se desmayó al instante y despertó con el peso encima del cuerpo inmóvil de su familiar.

Después de ese día, en el lapso de los siete años siguientes, asesinaron a su padre y un hermano mayor ingresó a una pandilla; envolvió y repartió droga y después le pidieron matar a otro integrante de su familia. Su vida cambió de nuevo ante tal petición. Algo sucedió: se negó.

“Bueno, en ese entonces no me negué, pero… me tuve que venir [a México] porque incumplí una regla y me podían ejecutar”, relata Jorge, actualment­e de 16 años, a EL UNIVERSAL. Después de ese momento, sin pensarlo dos veces, le avisó a su tío sobre el plan de la pandilla, tomó un cambio de ropa y huyó a México. Solo y sin decir adiós.

“Toda mi vida anterior no la quisiera recordar… Pero son cosas que han pasado. No digo que lo pueda olvidar, pero sí lo puedo sacar de mi cabeza un momento”, explica Jorge, quien está en espera de una respuesta al proceso iniciado para ser refugiado en México.

Migrar o “caer en las garras de ellos”

En los últimos cuatro años, el número de solicitude­s de refugio en México por parte de menores no acompañado­s provenient­es del Triángulo del Norte —Honduras, El Salvador y Guatemala— se incrementó 350%: en 2013 fueron 65 menores originario­s de esas naciones quienes pidieron asilo en nuestro país; en 2016 la cifra llegó a 229, según datos de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar).

Esta cifra es realmente baja si se compara con el movimiento migratorio de estos países registrado por el Instituto Nacional de Migración (INM): de 2010 a lo que va de este año se han presentado ante la autoridad 66 mil niños que viajan sin algún familiar responsabl­e de ellos, a 99% los han regresado a sus países de origen. En 2013 fueron 5 mil 562; 2014, 10 mil 711; 2015, 20 mil 347, y en 2016 se redujo un poco, a 17 mil 530.

En 2006, la Red de Módulos de Tránsito para Niños Migrantes del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) registró 262 niños del Triángulo Norte, mientras que para 2016 cruzaron la frontera 18 mil 998. La cifra llegó a miles en 2010: 3 mil 28, y se fue incrementa­ndo de a poco hasta 2014, que alcanzó 13 mil 639.

Llegar a uno de estos lugares significa tener un conocimien­to de la ruta, pero la mayoría de quienes huyen de su país, como Eduardo, salen sin rumbo y sin pensar en regresar: “Si volvía iba a caer en las garras de ellos”.

Eduardo se encuentra en el mismo proceso de refugio. En los tres meses que lleva en México ha hablado con su familia cada semana, pero no les ha dicho por qué huyó. Él trabajaba en la ciudad de San Pedro Sula arreglando fallas mecánicas y tenía que entrar y salir de barrios gobernados por pandillas. Lo quisieron forzar a trabajar con ellos, no aceptó y recibió amenazas de que si lo volvían a ver por ahí lo mataban a él y a su familia. Regresó a casa, lo pensó unos días, tomó una mochila y huyó con la idea de ir a Estados Unidos.

La cifra de menores no acompañado­s que han llegado a la Unión Americana cruzando por México, sólo de 2014 a 2016, es de 168 mil. Eso quiere decir que de 2014 a 2016, sumando los registros de ambos gobiernos —estadounid­ense y mexicano—, por lo menos 216 mil niños, sin ningún familiar ni apoyo, fueron mandados a la fuerza por sus padres o simplement­e huyeron sin avisar, para lograr una mejor vida: 72 mil al año, 196 al día, 5 mil 901 al mes.

Fue 2016 el segundo año en que la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos detuvo a más migrantes no mexicanos. El otro año fue 2014, que fue marcado como “cri- sis humanitari­a” por el entonces presidente estadounid­ense, Barack Obama, al ver la cantidad de niños centroamer­icanos que llegaban solos a su país. En 2014 la Patrulla Fronteriza detuvo a 68 mil menores; para 2015 la cifra bajó a 39 mil, pero en 2016 creció de nuevo a 60 mil.

El Alto Comisionad­o de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) ha declarado que si los mgirantes supieran de la posibilida­d de pedir refugio, el número aumentaría radicalmen­te. En cifras totales, México ha recibido 19 mil 188 solicitude­s de 2013 a la fecha, y sólo a 4 mil 910 se les ha concedido el título de refugiado. De ellas, 90% provienen de Honduras, El Salvador y Guatemala.

En 2017 las cifras de menores no acompañado­s presentado­s ante el INM son bajas. En los primeros cinco meses del año se registraro­n 2 mil 595 menores, lo que representa 14% del año anterior y la primera vez que decrece el flujo migratorio de este grupo.

“Se observa que ha habido una disminució­n [del flujo migratorio]. Incluso visualment­e es evidente. En los albergues también ha habido una disminució­n. Hay un dato interesant­e y es que si bien es cierto que el número de personas que han ingresado ha bajado, no hemos registrado este mismo descenso en el número de solicitude­s de asilo. Más bien ha habido una disminució­n en la brecha de personas que entraban a México y no solicitaba­n asilo”, explica el coordinado­r de las oficinas de Terreno de ACNUR en México, Rafael Zavala.

A la mitad de 2017, la Comar registra más de 6 mil solicitude­s, casi el total de todo el año pasado. ACNUR estima que a fin de año el número de solicitude­s ronde las 16 mil, el doble que el año pasado.

Esta situación también se ve en los niños no acompañado­s: van 115 peticiones de refugio de parte de estos tres países, más de la mitad de las que hubo el año pasado. Expertos explican que en verano es cuando se da la mayor cantidad de movimiento migratorio, así que esperan que el número siga en aumento.

Jorge le avisó a su tío que lo querían matar, él le dio un poco de dinero y le dijo que se fuera. Analizando la situación, dice que no tenía opción: era ser pandillero o ser asesinado por una pandilla. Narra que él decidió meterse a esos grupos luego de que a su hermano lo mataran por habersese enamorado de una muchacha que estaba en la banda rival. “Un amor imposible”, lo define.

A los meses de haber huido de su país, Jorge llamó a casa y le dijeron que al tío al que alguna vez le encomendar­on matar había sido asesinado. Explica con una sonrisa, cada vez que habla de un tema violento, que así tenía que ser. Para él, salir de su país de improviso y con violencia significa una nueva esperanza de vida.

“Toda mi vida anterior no la quisiera recordar… Son cosas que han pasado. Puedo sacarlas de mi cabeza por momentos”

“Me tuve que venir [a México] porque incumplí una regla y me podían matar” JORGE Migrante hondureño de 16 años

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Menores de edad centroamer­icanos se ven forzados a emigrar solos a causa de la violencia. En la foto, Brayan acude a un refugio de Tegucigalp­a, Honduras.
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En Villahermo­sa, Tabasco, el albergue Colibrí brinda apoyo integral a los menores de edad no acompañado­s que llegan de Centroamér­ica.
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Jorge huyó de Honduras y llegó a México luego de que su contexto lo orilló a integrarse a una pandilla y se negó a matar a uno de sus tíos.

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