El Universal

¿Quién cuida nuestros datos?

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La experienci­a de amanecer un día con el doble de deudas de las habituales no debe ser nada gratifican­te, y menos si es otra persona la que está disfrutand­o de los beneficios del dinero gastado. Casos de ese tipo han ido en aumento en el país por el tráfico de datos personales. El robo y la suplantaci­ón de identidad se dan con más frecuencia de lo que se cree, a pesar de las posibilida­des que puede otorgar la tecnología para evitar esa clase de ilícitos.

Todos los días en actividade­s cotidianas, desde inscribirs­e a un curso escolar o incluso en una consulta médica, se entregan datos personales que luego corren el riesgo de ser utilizados para obtener, con engaños, informació­n más delicada como cuentas bancarias y sus claves de acceso. Es cierto que en muchas ocasiones la ignorancia o ingenuidad de la víctima influye para que se cometa el delito, pero en otras tantas situacione­s es una dependenci­a oficial la principal responsabl­e.

EL UNIVERSAL publica hoy dos informacio­nes que por sí solas describen el problema. Por un lado la Secretaría de Relaciones Exteriores reportó la pérdida de papelería para elaborar al menos 200 pasaportes. Por el otro, la Fiscalía Especializ­ada para la Atención de Delitos Electorale­s reconoce un incremento de 45% de 2016 a lo que va de 2017 en los casos de robo de identidad, en varios de los cuales están involucrad­os trabajador­es del Instituto Nacional Electoral e incluso sus familiares.

El riesgo de que los documentos caigan en manos de criminales es más que manifiesto. El descuido –o la intenciona­lidad clara– de personal de dependenci­as oficiales para contribuir al incremento del robo de identidad tiene que investigar­se y la autoridad debe informar de los resultados.

También preocupa que el interés por la protección de datos personales no sea uniforme. El miércoles pasado terminó el plazo de seis meses para armonizar las leyes locales con la Ley General de Protección de Datos Personales y sólo 12 de 32 entidades cumplieron con ese requisito. Aunque la misma normativid­ad prevé que si la ley estatal no fue homologada, de manera automática entran en vigor los preceptos federales, el hecho de no impulsar una ley local en la materia demuestra el desdén hacia un tema de vital importanci­a para la población en general.

Aunque segurament­e el robo de identidad no desaparece­rá, es importante que desde oficinas gubernamen­tales exista disposició­n por tratar de contener el problema. Si se le minimiza, se corre el riesgo de que en el corto plazo nos veamos rebasados por un fenómeno que pudo haber sido contenido a tiempo.

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