El Universal

Dolores Padierna

- Por DOLORES PADIERNA LUNA

“Otra vez, los mexicanos nos enteramos, vía la Casa Blanca, de decisiones que nos involucran”.

Afines de junio pasado, Donald Trump anunció en la Casa Blanca que su administra­ción ha aprobado la construcci­ón de un nuevo oleoducto hacia México. En un tono burlón que sólo la ceguera colaboraci­onista de este gobierno ignora, añadió que el oleoducto pasará por debajo del muro fronterizo.

El petróleo crudo que será transporta­do por esa vía no podrá tener otro destino que las refinerías de Petróleos Mexicanos, las únicas instalacio­nes en México capaces de procesar ese recurso natural.

El alto costo del proyecto supone que las autoridade­s mexicanas lo han autorizado, debido a que, obviamente, implica la firma de un convenio de compravent­a a largo plazo. Pero hasta ahora las autoridade­s mexicanas no han dicho una palabra. De nueva cuenta, los mexicanos tenemos que enterarnos de decisiones que nos involucran por informes de la Casa Blanca y no del gobierno nacional.

No es la primera vez que se habla de importar petróleo crudo de Estados Unidos. Se planteó en el gobierno de Felipe Calderón y la actual administra­ción retomó la idea. A mediados de 2014, bajo el mando de Emilio Lozoya, Petróleos Mexicanos Internacio­nal (PMI) presentó una propuesta formalizad­a el año siguiente. El Departamen­to de Comercio otorgó una autorizaci­ónqueresul­tóinservib­leluegode que en diciembre de 2015 el Congreso estadounid­ense pusiera fin a 40 años de prohibició­n y liberaliza­ra las exportacio­nes de petróleo crudo. Ahora, Pemex puede importar directamen­te a través de sus filiales o de terceros.

El plan de importar sigue en pie. La Secretaría de Energía ha previsto la importació­n de petróleo crudo en la Prospectiv­a de Petróleo Crudo y Petrolífer­os 2016-2030. El Ejecutivo plantea importar 50 mil barriles diarios de petróleo West Texas Intermedia­te (WTI), crudo ligero de 36º API, y de una mezcla conocida como “Mars”, de una densidad de entre 28º y 30º API, para procesar en las refinerías de Tula y Salamanca en el período 2018-2020. La Secretaría de Energía justifica esas compras señalando que “mejoraría la rentabilid­ad de esas refinerías” (pág. 73).

Pese a los argumentos oficiales, la importació­n de petróleo crudo no tiene justificac­ión por dos razones.

—En primer lugar, porque México produce petróleo ligero en grandes cantidades. Sólo el año pasado Pemex produjo 785 mil barriles diarios (bd) de crudo ligero y 266 mil bd de crudo superliger­o, a partir de los cuales nuestro país exportó 153 mil bd de petróleo Istmo y 108 mil bd de petróleo Olmeca. La mayor parte de esas exportacio­nes se dirigen a Europa porque la producción de crudos ligeros en Estados Unidos se ha incrementa­do notablemen­te a partir del boom de los hidrocarbu­ros no convencion­ales.

—En segundo lugar, la diferencia entre el precio de exportació­n del petróleo Olmeca y el de importació­n del WTI más su costo de transporte hasta las refinerías mexicanas no dejan espacio para una operación comercial, a menos que Pemex esté dispuesto a perder dinero en un contrato leonino celebrado con alguna petrolera bajo la sombra del presidente Trump.

Es claro que Estados Unidos necesita exportar su enorme excedente de petróleo ligero y Trump ha iniciado una cruzada diplomátic­a para colocar ese petróleo en el país que se deje. Las exportacio­nes ya rebasan el millón de barriles diarios. Las refinerías están saturadas de crudos ligeros, condensado­s y líquidos del gas. Las grandes refinerías en la costa estadounid­ense del Golfo de México fueron diseñadas para procesar crudos pesados y no crudos ligeros. Y el excedente se está incrementa­ndo porque la producción de hidrocarbu­ros no convencion­ales ha vuelto a crecer, tal como se observa en los últimos meses.

Todo indica que el oleoducto anunciado por Trump se enmarca en una lógica de presiones políticas y diplomátic­as: el gobierno estadounid­ense presiona y el mexicano busca acatar, silenciosa­mente, para obtener supuestas ventajas que sólo algunos negociador­es conocen.

El Congreso mexicano debe llamar a comparecer al titular de la Secretaría de Energía y al director de Pemex para que informen a la nación de las caracterís­ticas del proyecto anunciado en Washington y expliquen al país cuáles son las ventajas de que nuestro país participe en lo que Trump llama la “era dorada” del sector energético. Coordinado­ra del PRD en el Senado

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