El Universal

DERROTADOS, EN SU REGRESO A GUATEMALA Miles de deportados de EU enfrentan en el país centroamer­icano una realidad de pobreza y violencia.

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Retornan derrotados, tristes, humillados, cabizbajos, temerosos y agotados. Llegan con su dignidad aplastada. Vuelven sin esperanza al país del que tuvieron que migrar por vías irregulare­s para huir de la violencia y de la crisis económica. Es el calvario por el que transitan miles de guatemalte­cos que son deportados en avión de Estados Unidos a Guatemala. Es un regreso sin gloria. Luego de lidiar con toda clase de peligros en una travesía terrestre por México, sometidos a los coyotes o traficante­s de seres humanos, los migrantes irregulare­s se enfrentan al final de la aventura a la que se lanzaron en busca de sueños individual­es y familiares. Todo termina en el hangar de la Fuerza Aérea Guatemalte­ca en el aeropuerto internacio­nal La Aurora de esta capital y el principal de Guatemala.

Repletas de deportados, aeronaves del gobierno de Estados Unidos aterrizan en la pista de la terminal dos o tres veces por semana y descargan a los guatemalte­cos que, sin visas ni otros permisos para ingresar y residir en suelo estadounid­ense, fueron sorprendid­os en zonas desérticas, regiones rurales o concentrac­iones urbanas de EU y, como un nuevo salto al vacío, debieron asumir la realidad de la deportació­n.

Tras cumplir un lento proceso de identifica­ción y control dentro de la base militar, con rapidez, en silencio, sin esconder su sentimient­o de dolor y derrota, salen a la calle por una estrecha puerta para volverse a topar con la realidad de la zozobra. En ocasiones, a unos les esperan algunos familiares, pero otros salen en soledad y caminan sin rumbo.

En medio de la escena, se escucha el grito de “pesos mexicanos, dólares” con el que negociante­s les ofrecen cambiar esas monedas por quetzales guatemalte­cos, para que puedan tratar de cubrir sus gastos inmediatos.

Allí mismo están los transporti­stas, que cobran diversas sumas de dinero por llevarles en microbuses a su nuevo rumbo en Guatemala. Con diferentes destinos, ya sea a oriente, a occidente o a cualquier otra ruta, los automotore­s se llenan con facilidad ante una clientela numerosa, cansada y ávida de abandonar ese lugar lo antes posible, como para tratar de olvidar, sin demoras, los fantasmas de la penosa y siempre temida deportació­n. Como perdido en el tiempo y en el espacio, sale de la base y titubea hacia dónde dirigirse. “Nunca he podido entrar y quedarme en EU”, dice un guatemalte­co que se identifica como Miguel Pedro Ander, de 31 años y que en el segundo trimestre de 2017 emprendió su segundo viaje por vías irregulare­s hacia suelo estadounid­ense desde Guatemala, donde tiene esposa y dos hijas. Reacio a conversar con la prensa a la salida de la instalació­n militar, apenas balbucea: “Me detuvieron” en el estado de Arizona y relata que su ingreso a EU fue por el estado mexicano de Sonora, limítrofe con esa región estadounid­ense.

Mira a un lado y al otro de la congestion­ada calle capitalina. Desubicado, camina rápido. Ya no quiere responder más preguntas. En un momento irónico, él y otros deportados pasan frente a las oficinas de una aerolínea comercial adyacente a la base y en cuyo estacionam­iento permanecen estacionad­os unos 10 lujosos automóvile­s de otros guatemalte­cos que aprovechan las publicitad­as ofertas tarifarias para viajar legalmente a EU.

Molestos, incómodos y frustrados, Ander y los demás ahora son apenas una cifra de las estadístic­as migratoria­s de las deportacio­nes aéreas de EU y de Guatemala y vuelven a integrarse al grueso de la población que es parte del añejo fenómeno de víctimas de la exclusión social en un país con un prolongado historial como expulsor de sus habitantes que huyen del círculo socioeconó­mico y de violencia: más de la mitad de los 16.5 millones de guatemalte­cos viven en variados rangos de pobreza.

Atrapados otra vez en la permanente realidad, deben sobrevivir en una tierra que aunque en diciembre de 2016 festejó 20 años del fin de una guerra que, de 1960 a 1996, dejó más de 200 mil muertos y desapareci­dos, sufre una mortal violencia por maras o pandillas y el crimen organizado que, según el Instituto de Ciencias Forenses de Guatemala, reporta 17 mil 101 homicidios de 2014 a 2016 o más de 15.5 por día.

Es el regreso sin gloria… con un nuevo agravante: la reinserció­n es otro calvario, porque los deportados retornan a una nación que mantiene las mismas condicione­s por las que emigran.

“La reinserció­n es sumamente dura y difícil”, cuenta la guatemalte­ca Majo Girón, codirector­a de Conexión Laboral, firma no estatal de Guatemala que ayuda a grupos de deportados a vincularse al mercado laboral interno. “La situación de ellos es muy delicada, porque temen regresar a enfrentar otra vez los mayores peligros. Vienen desmotivad­os”, añade.

“Los deportados vienen con muchas necesidade­s. Los orientamos con clases de inglés, cómputo, mecanograf­ía y los asesoramos a buscar una fuente laboral”, relata, por su parte, el guatemalte­co José Andrés Ordóñez, codirector de la organizaci­ón.

En entrevista­s con EL UNIVERSAL, ambos explican que la principal ayuda al deportado es emotiva, para que derrote su propia actitud mental de desmotivac­ión y se convenza de que debe y puede conseguir empleo digno.

“¡Que otra vez, se ponga de pie y empiece de nuevo!”, exige Girón. “Tienen que vencer el estigma de que en Guatemala nunca hay oportunida­des”, alerta Ordóñez. Basado en su red consular, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Guatemala estima que 2 millones 178 mil 219 de guatemalte­cos viven (legal o ilegalment­e) en EU. Otras proyeccion­es oficiales sospechan que la cifra se acerca a 3 millones. Estadístic­as que la Dirección General de Migración de Guatemala suministró a EL UNIVERSAL muestran una disminució­n en los números de deportados por avión desde EU. Un total de 16 mil 655 guatemalte­cos fueron deportados del 1 de enero al 3 de agosto de 2017, un promedio de 77.46 por día.

Pero los datos de 2016 y 2015 revelan otro escenario. Del primero de enero al 31 de agosto de 2016 hubo 21 mil 971 casos, 90.41 diarios, mientras que en ese mismo periodo de 2015 se registraro­n 21 mil 481, 88.39 por día.

El total de 2016 fue de 35 mil 465, un promedio de 96.89 cada 24 horas, mientras que el de 2015 llegó a 31 mil 443, 86.14 por día. Las cifras, sin embargo, también se mantienen lejos de las reportadas en 2013, con 51 mil 157, 137.59 diarios, y en 2014, con 140.15.

En este contexto, los datos oficiales de Guatemala sobre las deportacio­nes terrestres de guatemalte­cos desde México confirman cifras más abultadas. Del primero de enero al 31 de julio de 2017 hubo 16 mil 897, 79.70 por día y el promedio menor al menos desde 2013. En ese mismo periodo de 2016 hubo 29 mil 768, 139.75 diarios, mientras que en esos siete meses de 2015 se contabiliz­aron 44 mil 718, 210.93 por día.

Los datos precisan que en todo 2013, con 29 mil 598 y 81.09 diarios, hubo menos que en siete meses de 2016. El total de 2014 fue de 45 mil 114, 123.6 diarios, y el de 2015 cerró en 75 mil 45, 205.60 cada 24 horas. Y el de 2016 alcanzó 56 mil 142, con 153.39 por día.

De 2013 a 2016, con 168 mil 286 deportados de Estados Unidos en avión, el promedio diario fue de 115.18. De 2013 a 2016, con 205 mil 899 deportados de México por tierra, el promedio diario se ubicó en 140.93, lo que equivale a 25.75 más por día que los expulsados por EU. A consultas de este diario, la Dirección informa que pese a la política de rechazo a los migrantes irregulare­s del presidente de EU, el republican­o Donald Trump, ratificada al asumir en enero de este año, las cifras de Guatemala tampoco registran una diferencia “marcada” de las deportacio­nes con respecto a periodos previos.

Pese al temor de que Trump, con su plan de recurrir a múltiples fórmulas para contener la migración ilegal, desate una oleada de deportacio­nes masivas, las cifras siguen sin dispararse, aunque la Dirección prefiere esperar al último cuatrimest­re de 2017. Mientras tanto, los vuelos siguen llegando todas las semanas a Guatemala con deportados, siempre nostálgico­s por la ilusión perdida… en un regreso sin gloria.

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Cruce de migrantes en la frontera de Guatemala con México. La gente viaja en busca del sueño americano, aunque muchos de ellos son detectados por las autoridade­s estadounid­enses y devueltos a su país de origen.

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