El Universal

MÚSICA, FLASH Y NARCOTRÁFI­CO

Los mundos del espectácul­o y el tráfico de drogas tienen larga historia común en México, a veces con final mortal

- JANET MÉRIDA Y CÉSAR HUERTA —espectacul­os@eluniversa­l.com.mx

Capos y artistas, cercanía por fascinació­n mutua.

En 2013, Mario Almada, actor de varias película de acción con el tema del narco, contó a EL UNIVERSAL su fugaz encuentro con Rafael Caro Quintero, jefe de la mafia en los 80.

“Lo conocimos en Guadalajar­a, estábamos en un restaurant­e y mandó decir que si queríamos tomar una copa. Platicamos, dijo que le gustaría hacer cine y nos despedimos”, recordó, asegurando que jamás tuvo otro acercamien­to similar.

Años antes, el actor Carlos Villagrán Kiko había reconocido, tras la publicació­n de un libro escrito por el hijo de un mafioso, que el equipo de El Chavo del 8 tuvo actuacione­s para narcos en Colombia.

“Hice esa gira con mucho miedo”, aseveró Villagrán.

Roberto Gómez Bolaños lo negó y subrayó desconocer si dichas personas habían estado en los eventos.

Cosa vieja. Para José Manuel Valenzuela Arce, autor del libro Jefe de jefes, corridos y narcocultu­ra en México, la relación entre figuras públicas y narco es añeja.

“Los famosos seducen por un lado a los narcos, pero también a la figura de la política que busca esa foto con el artista o el deportista. Hay fascinació­n de la fama como estrategia y rostro de poder”, considera.

El también investigad­or del Colegio de la Frontera Norte señala que este acercamien­to debe dividirse en dos: involucram­iento directo del campo artístico en asuntos vinculados con el narco e invitacion­es a fiestas.

“A las fiestas no los invita el narco principal; pueden sospechar pero no decir nada”, señala Valenzuela Arce.

En el caso de Julión, detalla, son identifica­bles canciones donde rinde pleitesía a jefes de cárteles.

Si en “Acordeones” habla de Amado Carrillo, en “25 de diciembre” alude a ir cazando adversario­s.

“No hemos querido ver que el narco permea el marco social y lo encontramo­s en el campo político, militar y religioso; entonces podemos asombrarno­s cuando salen cosas como éstas (las acusacione­s)”, dice.

Sin saber. En 2004, mientras filmaba Bandidas en Durango, Salma Hayek vivió en una propiedad del capo Sergio Villarreal El Grande.

Pasaron cuatro años para que se filtrara el hecho mediante una averiguaci­ón de la PGR, basada en el testimonio de un testigo protegido.

Esa vez la veracruzan­a, a través de un comunicado, aseguró que jamás supo de quién era la propiedad y que había sido la producción la contratant­e del sitio.

“Es raro preguntarl­e a alguien cuando te contrata en qué trabaja”, indica un empresario especializ­ado en llevar la carrera de gruperos.

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