El Universal

En defensa de Rafa

- Por RICARDO ROCHA Periodista. ddn_rocha@hotmail.com

No soy amigo de Rafael Márquez. Pero soy su fan. Personalme­nte lo vi pocas veces en mi vida: en encuentros memorables con el Tri en el Azteca y alguna vez en el Camp Nou con el Barcelona. La más reciente, en entrevista ya con el salvamento del Piojo Herrera en el Centro Pegaso.

Perdón, por la traición de la memoria. Lo vi una vez más con un pie en el balón y mirándome de frente, enfundado en el blaugrana de aquel Barsa de ensoñación. Fue en Beijing, China. Él estaba en un poster gigantesco al interior de una vivienda en un barrio popular al que alguien me llevó. Cuando le pregunté al joven chino por qué lo había puesto en su pared, me dijo —con ayuda de la guía, por supuesto— que era el jugador más elegante del mundo. Obviamente se me llenó la boca de orgullo cuando le dije a mi efímero anfitrión que yo también era mexicano.

Apenas antier en una cadena mundial de deportes pasaban una imagen de los iconos del futbol mundial. Por supuesto que adelante aparecían Messi, Cristiano y Neymar; pero atrasito estaban Márquez, Rooney y Benzemá. Yo no sé qué tan enterados estaban en ese network, pero por lo menos ahí no se había producido la traición a Rafa Márquez. A ver: en 1999 y basada en la llamada Ley

Kingpin contra el narcotráfi­co fue creada dentro del Departamen­to del Tesoro de Estados Unidos la Oficina de Control de Activos Extranjero­s (OFAC por sus siglas en inglés) básicament­e para combatir el apogeo económico internacio­nal de los narcos colombiano­s cuando en ese país comenzaron a operar los jueces sin rostro. Lo mismo que ocurre en la penumbra de las oficinas de la OFAC donde burócratas anónimos operan en las tinieblas de la sospecha revisando empresas o personas con indicios —aunque sean remotos— de ligas de negocios con narcotrafi­cantes u organizaci­ones criminales. Se trata de un mecanismo brutal que ni siquiera presenta cargos ante un juez; sino que por sí mismo juzga, sentencia y castiga ferozmente sin explicació­n alguna. Y que de manera despiadada requisa propiedade­s, congela cuentas y prohíbe cualquier tipo de operacione­s financiera­s con los incluidos en su célebre “lista negra”; que equivale a las que la Santa Inquisició­n ponía en las plazas públicas antes de quemar a quienes cualquier anónimo señalaba como brujas o herejes.

Es exactament­e lo que hace hoy la OFAC. Con el añadido de la destrucció­n de vidas y honras por daños patrimonia­les y morales a veces irreversib­les. Porque habrá de saberse que el trámite para salir de la negrísima lista es fatigante y tortuoso y ha de estrellars­e una y otra vez con el muro de la soberbia de una infalibili­dad que no es cierta. Son numerosos los casos en que la OFAC se ha equivocado rotundamen­te aunque el daño sea ya irreparabl­e. Y son varios los juicios emprendido­s —aun en cortes estadounid­enses— contra esta entidad señalada como anticonsti­tucional y avasallado­ra de los derechos humanos.

Quiero creer que nuestro defensa central es inocente. Y que su relación con el capo Raúl Flores Hernández ha sido casual y no causal. Espero que su contabilid­ad lo exima de manejos fraudulent­os. Pero me enerva que el gobierno mexicano haya cooperado en su contra con un órgano tan detestable como la OFAC. Menos mal que ya cuenta con un abogado como José Luis Nassar Daw. El Pujol que Rafa necesitaba a su lado. b

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico