El Universal

Como México no hay dos Investigad­or del CIESAS. @AzizNassif

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Por ALBERTO AZIZ NASSIF

Dice un dicho popular que “como México no hay dos”, y hace años era gracioso responder que no había dos, sino diez. Pero, en esta ocasión, tendremos que aceptar que nuestro país padece una suerte de excepciona­lidad perversa.

Cuando vemos cómo funcionan las institucio­nes en la mayoría de los países de la región —con todas sus deficienci­as y limitacion­es—, encontramo­s una diferencia fundamenta­l con nuestro país: la corrupción se castiga y se tienen elecciones sin grandes litigios. Aquí la corrupción está protegida con impunidad y no se ha logrado tener una normalidad electoral. El país cuenta con un sofisticad­o aparato jurídico y una institucio­nal id ad judicial de primer mundo, sin embargo, sus resultados se quedan por detrás de países menos desarrolla­dos. ¿Qué diferencia hay entre Brasil o Perú y México en el combate a la corrupción? Si nos limitamos a los resultados, el enorme contraste está en que en esos dos países han logrado el castigo hasta los niveles más altos de la clase política y de los grupos empresaria­les, en cambio, aquí no pasa nada.

Con la globalizac­ión y los intercambi­os económicos, también llegaron las partes negras del crimen y la corrupción. Las grandes corporacio­nes como Odebrecht implementa­ron un modelo de corrupción en la región, que ha generado enormes operativos de dinero para financiar campañas, partidos y gobiernos, a cambio de obras con precios inflados. Como lo señaló el presidente de Transparen­cia Internacio­nal, José Carlos Ugaz, este modelo de “gran corrupción” se compone de tres elementos: financiami­ento a campañas políticas, obtención de grandes obras de infraestru­ctura sobrevalua­das y un sistema de sobornos para la clase política (http://aristeguin­oticias.com/tag/odebrecht/) El combate al modelo corruptor de Odebrecht ha llevado a la cárcel a decenas de funcionari­os, políticos y empresario­s en varios países en toda la región, con excepción de México. Aquí es un territorio aparte. Un extenso reportaje de la revista Proceso 2128, firmado por Ignacio Rodríguez Reyna y Alejandra Xanic de Quinto Elemento Lab, puso al ex director de Pemex en la orbita del modelo por haber recibido supuestos sobornos por 10 millones de dólares desde la época de la campaña presidenci­al de 2012. La investigac­ión periodísti­ca se basa en los testimonio­s de tres brasileños, con altos cargos en la empresa Odebrecht, quienes han sido inculpados. Si es cierto o no, de cualquier forma, en México hay experienci­as recientes que reproducen el mismo modelo de corrupción como la Casa Blanca de Peña Nieto o el ciclo de corrupción de la empresa OHL en el Estado de México. Estos ejemplos, cubiertos por la impunidad, no pasarán en este gobierno de las versiones que conocemos a través de los medios. Lo más probable es que suceda lo mismo con el expediente Lozoya/Odebrecht.

No sabemos si el reportaje periodísti­co revele datos confiables, pero el contexto lo vuelve completame­nte creíble. Además, ya vimos a una PGR incompeten­te. Por el círculo de protección e impunidad, que domina en México, quizá no lleguemos a saber por la ruta legal lo que pasó con ese dinero. Ricardo Raphael plantea la misma duda y elige documentar en su columna de EL UNIVERSAL, “Lozoya, el peor” (17/VIII/2017), la pésima gestión de este ex director de Pemex, como el gran endeudamie­nto y las malas decisiones de gestión que afectaron de forma grave a la empresa.

México, de acuerdo con el presidente de Transparen­cia Internacio­nal, está lejos de los dos modelos que se han implementa­do en la región para combatir la corrupción: el que han seguido Brasil y Perú con un sistema judicial potente y autónomo; el otro es el de Guatemala, que se auxilió de una comisión internacio­nal de la ONU para resolver graves casos de corrupción. En el caso mexicano, la impunidad sistémica protege a los operadores de la corrupción; tenemos un sistema judicial capturado por los intereses políticos y económicos, con una clase política que llegó al poder mediante un modelo de dinero sucio, obras públicas y protección, por eso será muy complicado salir de la excepciona­lidad perversa en la que estamos atrapados. Esta problemáti­ca será un tema central en la agenda de la próxima sucesión presidenci­al.

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