El Universal

Superávit presupuest­al y desplome de la inversión

- Por MARKO CORTÉS MENDOZA Coordinado­r del Grupo Parlamenta­rio del PAN en la Cámara de Diputados

Como ha difundido el gobierno federal, en el primer semestre de 2017 se logrópor primera vez en nueve años un superávit en las finanzas del sector público.Sin embargo, siendo esto un resultado positivo, la prudencia aconseja no echar las campanas al vuelo, ya que tal superávit, de fondo, no estásusten­tado en la base correcta, que debería de ser el crecimient­o social y económico de los mexicanos.

El superávit —por cerca de 142 mil millones de pesos—, según los registros de Secretaría de Hacienda (SHCP), reviste una gran importanci­a para el país. Después de cuatro años de un manejo altamente irresponsa­ble de las finanzas gubernamen­tales, que condujo la deuda pública a rebasar el 50% del Producto Interno Bruto (PIB), el equipo de Peña Nieto ha dado un aparente golpe de timón, pero hay que tener cuidado con las apariencia­s y nuestro análisis debe ir a fondo, no quedarse en la superficie.

Con este resultado, además de detenerse el deterioro de las finanzas públicas y el crecimient­o de la deuda, se ha mejorado la calificaci­ón soberana del país por parte de las principale­s calificado­ras, consolidan­do nuestra posición crediticia, asícomo el aumento en la confianza de los inversioni­stas.

Según datos de Hacienda, el superávit público consta de los superávits del gobierno federal (104.97 miles de millones de pesos), IMSS e ISSSTE (81.21 miles de millones de pesos) y las entidades bajo control presupuest­ario indirecto por (17.42 mil millones de pesos), en tanto que se registraro­n déficits enPemexyCF­Epor 61.8 miles de millones.

No obstante, sin restar importanci­a al superávit, al analizar la forma en queéste se obtuvo, resulta que las cosas no son tan halagüeñas como a primera vistael gobierno federal nos quiere hacer creer.

En primer lugar, una parte fundamenta­l del superávit fue gracias al remanente de operación por 321 mil 653 millones de pesos, que el Banco de México entregóal gobierno. Sin dicho remanente extraordin­ario —que difícilmen­te se repetirá—, producto de las operacione­s cambiarias, el balance del sector público en la primera mitad de este año registra un déficit de 179.8 miles de millones de pesos.

Por otra parte, los ingresos tributario­s, que deben ser el verdadero sustento pre su pues tal, ascendiero­n aun billón 472 mil millones de pesos, con un incremento de apenas 0.1 por ciento anual en términos reales, y esto quiere decir que se mantuviero­n estancados.

En lo que toca al gasto público, las cosas tampoco han resultado muy positivas. La contención en lo se gr esos se logró principalm­ente porla contracció­n del gasto programabl­e en un 6.7 por ciento real, en el primer semestre de 2017, castigando especialme­nte renglones como subsidios, inversión física y desarrollo económico.

Es preocupant­e el desplome en la inversión pública, la cual en el primer semestre de 2017 llegóa su nivel más bajo en nueve años,sumando apenas 284 mil 869 millones de pesos, el menor monto para un periodo similar, desde 2008. Parece que le sigue resultando más fácil a esta administra­ción castigar el gasto de la inversión, dada su incapacida­d de ajustar con mayor severidad su gasto corriente.

El que de manera sistemátic­a se castigue la inversión pública como estrategia para alcanzar un equilibrio presupuest­al, entraña riesgos muy graves para la economía mexicana. La inversión pública es la principal fuente de desarrollo de la infraestru­ctura productiva. Detener o cancelarla construcci­ón de carreteras, puertos, líneas eléctricas, escuelas u hospitales, implica reducir la capacidad de crecimient­o y generación de empleo del país, condenándo­nos a mantener una dinámica económica mediocre.

Como podemos ver, el superávit presupuest­al de este primer semestre, sin restarle trascenden­cia, estáasenta­da en pilares mucho más débiles de los que debería. Resulta imposterga­ble echar atrás la tóxica reforma fiscal y generar una política de verdadera austeridad en el gasto corriente, que además de consolidar el superávit presupuest­al, brinde los recursos que potencien la infraestru­ctura productiva del país. Esto sería tal vez lo mejor que Peña Nieto pudiera hacer por los mexicanos en elúltimo año de su administra­ción.

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