Experiencia de antología
Santiago Musi y Juan Carlos Canales organizaron menudo festín para compartir con amigos, antes que con nadie, un maridaje singular entre cocina oaxaqueña y su tequila El Águila.
Se pusieron a buscar entre los feudos que que hay en la ciudad, pero el que más les convenció, tras varias pruebas de menú, fue el Chapulín, del Presidente Polanco.
Sin más, nos invitaron a convivir en el saloncito privado y terraza del lugar. Nos recibieron con unas margaritas ¡de película! que, para estar ad-hoc con el tema oaxaqueño, venían escarchadas con chile y sal de gusano.
Algunos como Kristian Ríos y Adriana León se preguntaron ¿por qué un tequila y no mezcal con esta experiencia? Y ahí estuvo precisamente el detalle: por las notas amieladas, especiadas y herbales de las versiones blanco y reposado del tequila en cuestión, que lo hacen un caldo suave pero con bastante carácter.
Para recordar. El tequila armonizó perfectamente con los toques cítricos dulzones de un platillo de venado con el que arrancó la cena, así como con el resto del menú especial que los anfitriones mismos diseñaron.
Enseguida, notamos la pasión con la que los emprendedores Juan Carlos y Santiago explicaron la tonalidad cristalina, el aroma herbal y las notas cítricas del blanco o la madera y sabor de agave cocido del reposado.
La verdad, no imaginábamos ninguno de los convidados que resultaría tan bien el experimento, que incluyó otras tantas texturas en platos como Ensalada de vegetales con semillas, Pescado chintextle y hasta con el Pastel de tres leches servido con frutos rojos, muy diferente a lo común.
Durante la charla, Santiago me comentó acerca de la etiqueta del tequila, para la cual buscó un referente de identidad recordando los años pre-revolucionarios de México, el de heráldicas y abolengos, más allá del tan trillado y exacerbado nacionalismo de otros conceptos, pero guardando la tradición y acento del refinamiento de una época, cosa que a él le encanta y que, desde luego, transmite con este producto.