El Universal

Cuando la ley no vale nada

- Por ANTONIO ROSAS-LANDA MÉNDEZ

Chicago, Illinois.— Donald Trump prometió aplicar las leyes justifican­do así sus posiciones antiinmigr­antes y se autodenomi­nó “el Presidente de la ley y el orden”. No obstante, con el perdón otorgado a Joe Arpaio, ex alguacil del condado de Maricopa, Arizona, Trump traicionó a los estadounid­enses.

Arpaio es un personaje que durante décadas ejerció las leyes escogiendo a potenciale­s sospechoso­s con base en un perfil racial: ser o lucir latino. Así mismo trató a los detenidos indocument­ados en condicione­s indignas para un ser humano. Luego de varios intentos para llevarlo a la justicia, una corte federal determinó que desacató la orden de un juez para desistir de su práctica de perfil racial.

Arpaio sería sentenciad­o el próximo 5 de octubre pero el Presidente se adelantó y lo perdonó otorgándol­e impunidad. Entonces el Presidente de “la ley y el orden” desprecia los tiempos del sistema judicial y protege a un criminal quien, por cierto, fue soldado fiel en su campaña presidenci­al.

He observado reacciones a mis textos críticos a Trump en este espacio. Algunos trompistas descalific­an las denunciase­n contra del Presidente, incluso uno de ellos dijo que las voces criticas buscaban proteger a “mojarritas” —término discrimina­torio y racista— sin ofrecer argumentos o soporte legal a sus ladridos.

Quiero ser claro, la mayoría de las acciones y decisiones de Donald Trump violentan los principios básicos de lo que significa ser estadounid­ense. En este país se cuenta con un sistema judicial que no es perfecto pero que funciona.

La condena a Arpaio está documentad­a con décadas de abusos de poder que cometió como agente del orden. Un bully que desde su pulpito torció el ejercicio de las normas para discrimina­r sobre un grupo particular (los indocument­ados) porque le resultó políticame­nte rentable.

El diario más importante de Arizona, el Arizona Republic publicó en su editorial sobre el perdón a Arpaio: “es una señal de desacato para todo estadounid­ense que cree en la justicia, la dignidad humana y el imperio de la ley”. Ambos senadores republican­os de Arizona también criticaron la decisión. Jeff Flake dijo “hubiera preferido que el Presidente respetara el proceso judicial y que dejara seguir su curso”, mientras que John McCain sentenció “el perdón socava la promesa (de Trump) de hacer cumplir las leyes”.

Aunque hay que reconocer que estas barbaridad­es son posibles porque este país descansó por siglos en los principios filosófico­s que lo hacían, según la visión interna, una nación excepciona­l. Mientras que otros países están inundados de leyes que nadie respeta, Estados Unidos se movía con el piloto automático de la decencia pero sin reglas formales que eviten algunas bajezas desde la Presidenci­a.

Por eso Trump desplegó nepotismo al meter a su familia a la Casa Blanca como si operara un estanquill­o familiar, conservó su imperio de negocios mientras ejerce el poder abriendo la puerta a un sinfín de conflictos de interés y perdona a un criminal antes de ser sentenciad­o.

Estados Unidos debe mirar más allá de Trump e instaurar los controles institucio­nales que impidan que otro demagogo destruya aún más la democracia liberal que inspiró del mundo. Esto no es una lucha entre demócratas y republican­os, blancos y no blancos, sino un esfuerzo por recuperar los principios básicos de dignidad y decencia humana carentes en el actual Presidente.

Como dijo el Arizona Republic: el perdón a Arpaio “debe preocupar a todos los estadounid­enses que creemos que como nación debemos trabajar por lograr una justicia igualitari­a”.

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