El Universal

Avanza búsqueda de su hijo sólo por sus investigac­iones

Judith ha hecho lo imposible para que el caso de Fernando se logre resolver

- GABRIELA MARTÍNEZ Correspons­al —estados@eluniversa­l.com.mx

Tijuana.— “¡Ay! ¡Un hueso!”, gritó uno de los nueve hombres, entre deportados e indigentes que excavaban en un terreno enclavado en la zona norte de Tijuana, a unos 20 metros del muro que divide la ciudad de Estados Unidos, en una de las colonias más peligrosas.

Ahí, en el predio de un hotel viejo y abandonado, cubierto por la pintura de una Virgen de Guadalupe y el mensaje de “Jesús es la salvación”, Carmen Judith encontró los restos de quien piensa es su hijo desapareci­do en noviembre de 2012.

Durante casi cinco años, desde que lo levantaron, ella encabezó operativos de búsqueda por su propia cuenta.

En ese tiempo buscó ayuda de la Procuradur­ía General de Justicia del Estado (PGJE) y de la Procuradur­ía General de la República (PGR), les dijo que su hijo estaba enterrado en el predio de un hotel a donde lo habían llevado la última vez que habló con él. No le creyeron.

“Mi hijo no es ningún perro, es mi hijo. Yo tengo que encontrarl­o a costa de lo que sea”, asevera Judith, mientras le clava la mirada al terreno donde el viernes pasado fueron hallados restos humanos.

Fernando Humberto tenía 22 años cuando desapareci­ó, de ese hecho ya casi ha pasado un lustro. El último día que Judith supo de su hijo recibió dos llamadas. Una fue para decirle que la quería y que alguien lo iba a hacer carnitas. En una segunda plática le dijo que no se preocupara, que no lo buscara porque todo estaba bien. No volvió a saber de él. Su investigac­ión la llevó a El Diablo y Karen, quienes le dieron informació­n sobre la dirección donde presuntame­nte habían enterrado el cuerpo de su hijo, pero ellos también desapareci­eron. A uno lo encontraro­n muerto en playas de Tijuana y de la joven nadie sabe nada.

Sin apoyo gubernamen­tal y con pocos recursos, Judith buscó ayuda entre los comedores comunitari­os y los albergues de la zona norte, para contratar personas que le ayudaran a excavar. Al menos unas 10 personas le dijeron que sí.

Un mes después, llegó al terreno con un grupo de nueve —entre deportados e indigentes— a quienes les pagaba con burritos y agua o sodas para excavar, también les daba un poco de dinero cuando podía.

Para el 24 de agosto, la fiscalía estatal se sumó a la búsqueda y cuando Judith les dijo exactament­e dónde buscar, ocurrió lo que esperaba: encontraro­n el celular y un tenis de Fernando Humberto. Dos días después, el 26 de agosto, fue cuando Judith escuchó: “¡Hay un hueso!”, gritó un joven sonorense, que le ayudaba en la búsqueda.

De ahí sacaron un fémur, huesos largos y un cráneo. El comandante de la fiscalía acordonó el lugar, Judith perdió el control, salió del sitio y tomó aire, quiso regresar al terreno, pero ya no la dejaron entrar.

Luego del hallazgo, la procuradur­ía estatal se comprometi­ó a sacar muestras de genética para confirmar si eran los restos de Fernando Humberto. Mientras, la Asociación Unidos por los Desapareci­dos de Baja California ha solicitado el apoyo de PGR para agilizar el proceso.

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En el predio de un hotel abandonado, Carmen Judith encontró el teléfono celular y restos óseos de su hijo, quien desapareci­ó en noviembre de 2012.

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