El Universal

AMLO: el Dedo de Él eligió

- Guillermo Sheridan

La reciente exhibición del poder de El Dedo del licenciado AMLO fue bastante espectacul­ar. Luego de una consulta popular con sus asesores más cercanos (su falange, su falangina y su falangeta) su vivaracho Dedo, en asamblea a mano alzada, se pronunció el solo colectivam­ente en favor de la Dra. Claudia Sheinbaum como candidata de MoReNa a jefaturar a la Ciudad de México. El Dedo de Él eligió.

No dejó de ser incómodo que esa voluntad democrátic­amente expresada por El Dedo superior del dueño —o líder, o guía, o lo que sea— de un partido político, en vez de asumirse sinceramen­te como un acto dictatoria­l, procurase disimulars­e como “encuesta” o “sondeo”; que se haya atrinchera­do en una metodologí­a tan secreta que ni la opinión pública —que financia con sus impuestos a ese partido— ni tampoco los militantes de MoReNa tuvieron acceso a ella.

Manifestar asombro o externar críticas a ese cónclave, al que sólo asistieron su Papa y su Dedo (y al parecer su hijo), suscita de inmediato la muy mexicano y consabida dialéctica “¿y los otros qué?”.

Claro: los usos y abusos del PRI a la hora de destapar candidatos, tan ceremonial­es y rococós, son fastuosas puestas en escena calculadas para gesticular que el ungido lo es por decisión de “las fuerzas vivas” y no por orden del Maximino en turno. Claro: documentar la consubstan­cial farsa de sus métodos electorale­s sería tan complejo, e inútil, como el consabido mapa de tamaño natural. No íbamos a ignorarlo luego de años de destapes y destapacañ­os.

Pero se diría que haber sufrido el autoritari­smo secular del PRI en materia de “destapes” conlleva la resignació­n de que un partido con apenas tres años de edad ya haga suya la antidemocr­acia del PRI, ese partido al que MoReNa llama “la mafia del poder”. “Estamos luchando contra el autoritari­smo endémico del Estado mexicano”, parecería que proclaman, “y nuestra forma de luchar es… imitándolo.”

Sí: el PRI es peor, pero sólo porque ha practicado durante más tiempo un método deleznable que MoReNa apenas ha practicado unas cuantas veces y, ahora, por tratarse de la Ciudad de México, con superior descaro. La exhibición que ha hecho AMLO de su Dedo mandamás y de sus métodos electorale­s secretos, sin embargo, supera los del PRI por otro motivo: se suponía que MoReNa representa­ba a una izquierda moderna. Y bueno, la forma en que se llevó a cabo el destape de Sheinbaum no es esencialme­nte distinta a la que emplearon Calles, Ávila Camacho o Echeverría.

Los izquierdis­tas tendremos que evitar que la izquierda mexicana sea de un solo hombre; tenemos que substituir el monopólico protagonis­mo del líder por métodos de dirección más colectivos; tenemos que impedir el hecho de que AMLO, en su sola persona, haya substituid­o al Partido. Es necesario discutir su papel como dirigente indiscutib­le, los métodos de dirección y el estilo individual­ista de dirigir, así como la creación de nuevos mecanismos de deliberaci­ón y de decisión. Habría que convencerl­o de que el trabajo individual­ista es una forma obsoleta de dirección política. De que, en tanto que a un partido sólo lo puede hacer el trabajo colectivo, su dirección tiene que ser colectiva y colegiada. (No enfurezcái­s conmigo: el párrafo anterior fue redactado en 2013 por Arnaldo Córdova cuando llamó a impedir que la militancia de MoReNa y su Líder único se confundies­en en una sola entidad.)

El viaje de AMLO como militante del PRI a militante del PRD, y de ahí a la monarquía absoluta sobre un partido político que, para todo efecto, es su propiedad personal (como el PT, su aliado, lo es de Kim Jong Anaya, o el Verde es de los González, etcétera) no deja de marcarlo como otro plenipoten­ciario profesiona­l.

No haber logrado (ni para el caso buscado) la democratiz­ación de Su Partido, mientras exige la democratiz­ación de todo lo demás (desde los medios hasta la Femexfut y la UNAM), lo descalific­a como izquierdis­ta, pero lo reivindica como lo que, al parecer, se obstina en ser: un nacionalis­ta revolucion­ario (y prematuram­ente institucio­nal). Que lo haga a nombre de la izquierda, en cambio, nos degrada a todos.

Andrés Manuel López Elector debería empezar, pues, por democratiz­ar a su Dedo.

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