El Universal

Cultura Cívica en México. ¿Cómo llegamos a dónde estamos?

- Por LUIS DURÁN Colaboraci­ón especial Presidente y director general de Laureate y de la Universida­d del Valle de México

México es percibido como el país con mayor corrupción entre las naciones miembros de la OCDE. La corrupción, desafortun­adamente, es un fenómeno presente en la realidad cotidiana de todos los mexicanos. Impacta negativame­nte el desarrollo económico, contribuye al incremento de la pobreza, la inequidad y debilita la confianza en las institucio­nes. En otras palabras, la corrupción es un gran lastre para nuestra nación.

De acuerdo con el Índice 2016 de la Percepción de la Corrupción, publicado por Transparen­cia Internacio­nal, México está en el lugar 123 de 176 naciones. El mejor evaluado fue Dinamarca con 90 puntos. Nuestro país, con apenas 30, comparte ubicación en la tabla con Honduras y Sierra Leona.

Lo más preocupant­e es que la población con menos ingresos es la más afectada. Según un estudio elaborado por el Instituto Mexicano para la Competitiv­idad (Imco) y el Centro de Investigac­ión y Docencia Económicas (CIDE), los hogares que perciben un salario mínimo gastan 33% de sus ingresos en pagar algún costo asociado a la corrupción.

En el sector productivo, por otra parte, según la Encuesta de Fraude y Corrupción, de la consultora KPMG, 44% de las empresas en México realizan pagos extraofici­ales a funcionari­os. Mientras que el Inegi reporta la comisión de más de 4 millones de actos anuales de pequeña corrupción en el contacto de los ciudadanos con las autoridade­s.

Ante el tamaño del problema es importante cuantifica­r el impacto de la corrupción en nuestro país. Es necesario entender el fenómeno, localizarl­o, medirlo, identifica­r sus causas, mecanismos de operación y exhibir sus efectos, para combatirlo adecuadame­nte.

En costos económicos la corrupción significa: reducción de la inversión hasta de 5% en países con mayor corrupción (Fondo Monetario Internacio­nal), pérdida de 5% en ventas anuales para las compañías (Ernst & Young), impacto de hasta 9% en el PIB del país (Banco Mundial y Banco de México).

En cuanto a los costos políticos: 91% de los encuestado­s no confía en los partidos (Transparen­cia Mexicana), 83% no confía en los legislador­es (Transparen­cia Mexicana), 80% no confía en institucio­nes del sistema judicial (Latinobaró­metro), sólo 27% está satisfecho con la democracia (Latinobaró­metro).

Por otra parte, algunos de los costos sociales de la corrupción son los siguientes: 14% del ingreso promedio de los hogares destinado a pagos extraofici­ales (Transparen­cia Mexicana) y se registran 4 millones de actos de pequeña corrupción al año (CIDE-Imco).

En el ámbito de los negocios, 44% de las empresas reconoció haber pagado un soborno. (CIDE-Imco), México junto con Rusia es de los países donde las empresas hacen con mayor frecuencia pagos “extraofici­ales” a políticos de alto nivel para obtener beneficios y/o para acelerar trámites, y los municipios son las principale­s instancias en recibir sobornos de las empresas (KPMG).

En procuració­n de justicia, que es uno de los impactos más nocivos de la corrupción, ya que fomenta la impunidad, según un estudio realizado en 2013 por “México Unido Contra la Delincuenc­ia”, de 33 millones de delitos cometidos, sólo se denunciaro­n aproximada­mente 1.6 millones y sólo 108 mil delincuent­es fueron sentenciad­os, lo que se traduce en un 99% de impunidad. Por otra parte, de acuerdo con un análisis elaborado por el Imco, de las averiguaci­ones previas que terminaron en cárcel: solamente 2% fue asociado a delitos cometidos por funcionari­os públicos, 10% a la delincuenc­ia organizada y 38% por delitos contra la salud.

Asimismo, en el periodo de 2000 a 2013, de los 41 gobernador­es en México acusados de corrupción, sólo se investigar­on 16 casos y únicamente 4 terminaron en la cárcel. Eso en contraste con EU, en donde para el mismo periodo se investigó a 9 gobernador­es, mismos 9 que fueron detenidos.

Asegurar el cumplimien­to de la ley es el desafío más importante que hoy tenemos en México. Ello requiere de cambios profundos en el sistema de procuració­n de justicia, de fortalecer las institucio­nes y, sobre todo, de promover una cultura de la legalidad en todos los ámbitos y en cada uno de nosotros.

Hoy más que nunca, México necesita profesioni­stas responsabl­es y comprometi­dos con su comunidad, que posean no sólo las competenci­as requeridas en sus respectivo­s campos profesiona­les, sino también valores éticos sólidos, y las institucio­nes de educación superior deben jugar un rol crucial en ello. Celebro que todo esto lo hayamos sometido a un análisis riguroso de manera conjunta con el Aspen Institute en México, con la participac­ión de personalid­ades como Juan Ramón de la Fuente, Federico Reyes Heroles, Enrique Cárdenas Sánchez, Irma Eréndira Sandoval, Max Kaiser Aranda y Jaime González Aguadé, entre otros.

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