El Universal

Avándaro sí tenía fines comerciale­s

El 11 de septiembre se cumplen 46 años del llamado Primer Festival de Rock y Ruedas en Avándaro. En exclusiva Justino Compeán, uno de los organizado­res, narra lo sucedido

- ANAHÍ GÓMEZ

Echeverría gobernaba, los pantalones de manta eran la moda y en Avándaro los chavos se amontonaba­n, algunos se tiraban de panza sobre el pasto, otros más fumaban marihuana. Eran jóvenes de entre 15 y 20 años, ansiosos por probar eso a lo que todos nombraban con la utopía en la lengua: la libertad.

Justino Compeán, hoy expresiden­te de la Federación Mexicana de Fútbol, tenía entonces 30 años y fue uno de los principale­s organizado­res delfestiva­l. Hoy, luego de 46 años, decide hablar en exclusiva con EL UNIVERSAL sobre lo sucedido ese día.

En 1971 Compeán acababa de terminar la licenciatu­ra en administra­ción de empresas. Un día su amigo Eduardo López Negrete, alias “El Negro”, lo buscó para que le ayudara con la reorganiza­ción del tradiciona­l circuito de Avándaro, una prueba de rapidez en un espacio de 3 mil 300 metros. Justino accedió, pero pensaba que era necesario un toque picante, así tuvo la idea de realizar una tocada de rock antes de las carreras.

Su meta era crear un modelo económico repetible, que dejara ganancias y fuese innovador. Sin pensarlo Justino contactó a Radio Juventud, habló con Don Julio Velarde quien era el director de ventas, y le propuso trasmitir el concierto de Avándaro en vivo. Velarde aceptó a cambio de los derechos de autor. El trato se hizo.

Justino tenía varios contactos en Televisa, entre ellos Víctor Hugo O´Farril, el dueño de Canal 4, quien aceptó rentar su espacio televisivo desde las 10 de la mañana hasta las 3 de la tarde del domingo 12 de septiembre; la idea era trasmitir las carreras de autos en vivo y lo mejor del festival. En el grupo de O´Farril trabajaba Víctor Rojas, Luis de Llano y Carlos Alazraki, quienes se unirían al equipo para realizar la producción de lo más destacado.

Luis de llano tuvo la idea de llamar a Armando Molina, un roquero que se dedicaba a la representa­ción musical. Con un presupuest­o de 40 mil pesos, la misión de Armando sería conseguir a la agrupación tijuanense de La Revolución de Emiliano Zapata y Javier Bátiz, uno de los precursore­s del rock nacional. Molina fue directamen­te con Bátiz, pero al final la presencia de estos fue imposible.

En lugar de las bandas contemplad­as originalme­nte se propusiero­n a Peace and Love y El ritual, que eran grandes exponentes de la música rocanroler­a. El rumor del evento se propagó rápido y pronto fueron ocho las agrupacion­es que deseaban formar parte del elenco. Fue entonces queLuis de Llano tuvo una idea: “con esas bandas podemos armar un festival el día antes de las carreras, que se llame: ¡Festival de Rock y ruedas!”.

La meta era repetir el festival en Guadalajar­a y Puebla. Las trasmision­es serían a nivel nacional y las ganancias se adivinaban jugosas.

“Siempre han existido muchos mitos al respecto, que si una noche mexicana, que no pedimos permisos, pero todo es mentira”, Justino asegura que sí obtuvieron los permisos necesarios por parte del municipio de Valle Bravo. Incluso dice que los colonos de Avándaro les dieron “chance”.

Finalmente el cartel se cerró con Dug Dug´s, El epílogo, La división del norte, Los tequila, Peace & Love, El ritual, Los Yaqui con Mayita, Bandido, Tinta Blanca, El amor, Love army y Three Souls. El demonio rocanroler­o Los boletos del evento costaban $25 pesos. Justino no recuerda el número exacto de entradas, pero tiene la certeza de que se agotaron en muy poco tiempo. En las calles se escuchaba decir a los jóvenes: “Hay que lanzarnos al Avandarazo, estará macizo”.

Algunos calculan alrededor de 100 mil, otros dicen que fueron 300 mil los asistentes a Avándaro.

El festival terminó el domingo 12 de septiembre a las 8.30. Los medios informaría­n sobre tres muertos: nunca se conocieron los nombres de los supuestos fallecidos y el informe del Ejército fue de “sin novedad”.

Justino acepta haber sentido miedo a las repercusio­nes: “A penas empiezo a platicarlo, estoy en la etapa de decir adiós y puedo hablar para que se conozca la verdad”.

Alberto Rodríguez, dueño del acervo de Avándaro, explica que después del festival se generó una cerrazón gubernamen­tal hacía el rock y los grupos tuvieron que retirarse o trabajar en lugares inhóspitos como los llamados hoyos fonkies.

Ramón, comerciant­e del tianguis cultural del Chopo, condena la situación del rocanrol: “No me pasa hablar de Avándaro, yo mejor me preguntarí­a qué chingados ha pasado con el rock. El mal que les hicieron a los roqueros que tocaron ese día, se lo siguen haciendo a todos los roqueros en la actualidad. El rock mexicano sobrevive a base de puros huevos.”

Estos chavos de Onda de Avándaro se unen para extirpar la verdad y demostrar la satanizaci­ón en la que permanece el rock nacional

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Así eran los boletos de aquel encuentro musical. Tuvieron un costo de 25 pesos.

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