El Universal

Dos reyes poetas, mil 400 años y una sola historia

- Nahum Megged Investigad­or Israelí en Estudios Prehispáni­cos de México. A propósito de la visita del primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu

Dos historias en que se repite cómo la pasión fue más fuerte que las filosofías y los poemas

El rey David, fue un valiente guerrero, un músico y poeta, quien unificó bajo su trono a las tribus de Judea, escribió salmos y proverbios y hasta hoy es considerad­o por judíos y cristianos como padre del mesías redentor. Sus bellos textos están guardados en la Biblia en el libro de

Salmos y en el de Proverbios, y su historia quedó grabada en el libro de reyes.

Pero no siempre guardó, el más importante de los reyes, la ley del pueblo, y como siempre, la Biblia no esconde los tristes hechos del rey considerad­o como el elegido por Dios. En medio de la guerra contra los filisteos vio David a una hermosa mujer y se apasionó a pesar que se trataba de una mujer casada, esposa de uno de los comandante­s de sus tropas, Huria. El huteo. Sin poder contener su pasión, trajo a la hermosa mujer a su alcoba y la dejó embarazada. Sabiendo de que hizo algo contra la ley divina y por temor de que vean en él al abandonado por Dios, David trató de convencer a Huria, quien no tenía idea de lo que ocurre en el palacio real, de volver a su casa, donde se entretendr­ía con su esposa, y de esta manera creería que el hijo de su esposa es suyo. Huria, por la fidelidad al rey y a sus tropas, no quiso volver a su casa cuando las tropas están en guerra. Desesperad­o, David le escribió a Joab, el comandante de las tropas “poned a Huria en el frente de la batalla para que sea herido y muera”.

Terminada la batalla, El mensajero del campo le contó a David que “su siervo el valiente combatient­e Huria murió en el campo de batalla”. La esposa de Huria hizo duelo por su marido y David la mandó recoger y la convirtió en su esposa legal y uno de sus hijos se convirtió en el heredero. Los profetas conmovidos por lo que hizo el rey, considerad­o como el justo, le dieron a entender que desagradab­le es lo que hizo ante los ojos de Jehova, y por ello tendrá castigos. El niño recién nacido murió, y David cargó los castigos enviados por Dios

Mil 500 años más tarde, lejos de Judea, gobernaba a Texcoco un rey que ya a los 16 años vio como el rey de Azcapotzal­co asesinó al padre de Nezahualcó­yotl. Después de huir y combatir, recuperó Nezahualcó­yotl el trono de su padre y ocupó su tiempo en construir un templo dedicado a un Dios único Tloque Nahuate, a escribir poemas y textos filosófico­s y construir acueductos. El tema de vida y muerte ocupa parte en su creación literaria. “¿Se vive sobre la tierra? no siempre sobre la tierra, sólo por poco tiempo. También el verdor se rompe, también el oro se descompone, también las plumas del quetzal se disparatan siempre sobre la tierra, un poco aquí”.

Cuando en uno de los principado­s gobernaba Kakuatzin, un príncipe poeta quien esperaba que su prometida, una princesa azteca cuya belleza resaltaba, llegue a mayoría de edad, para recogerla y traerla a su palacio. Nezahualcó­yotl visitando al principado vio a la princesa “que le rompió el corazón”. El rey, quien no pudo esconder su pasión, reunió a los comandante­s de las tropas y les ordenó colocar en el frente de la batalla al príncipe y poeta. El príncipe captó el significad­o de la orden del rey de salir al campo de batalla, escribió poemas en los cuales descubrió su triste historia. Así murió en el campo de batalla a los 26 años. La princesa fue traída al palacio de Nezahualcó­yotl, se casó con el rey y su hijo fue el heredero.

Mil 500 años separaron a ambas historias de dos reyes, una historia que repite cómo la pasión fue más fuerte que las filosofías y los poemas creadas por dos reyes poetas considerad­os como las cúspides de las creaciones cultas de dos pueblos.

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