El Universal

Alejandro Hope

- Alejandro Hope Importa más la Fiscalía que el fiscal alejandroh­ope@outlook.com @ahope71

“En el tema de la fiscalía, a final de cuentas es más relevante la estructura que tendrá que el mecanismo para designar y remover fiscales”.

En estos días, no parece haber tema más importante en México que la identidad del primer fiscal general de la República. Desde hace varios meses, y con más intensidad en la última quincena, se ha argumentad­o que no puede haber fiscalía autónoma sin fiscal autónomo, que no se puede despolitiz­ar la justicia si de origen hay un nombramien­to político en la principal institució­n de procuració­n de justicia del país.

Eso es cierto e importante. Pero no es ni puede ser el tema central de la discusión. A final de cuentas, es más relevante la estructura de las fiscalías que el mecanismo para designar y remover fiscales.

Sobre esto, varios han escrito en estos días. Por ejemplo, Ana Laura Magaloni argumentab­a recienteme­nte que “lo que realmente cimienta la autonomía de la Fiscalía es la fortaleza de la institució­n, no la cabeza de la misma”. Por esa razón, pedía que la nueva Fiscalía no surja de la estructura de la PGR, sino que sea creada de cero y que, durante un periodo, coexista con una procuradur­ía que gradualmen­te pierda funciones.

Una visión aún más radical ha sido propuesta por Bernardo León, comisionad­o de Seguridad Pública en el municipio de Morelia, Michoacán, y una de las mentes más lúcidas en la discusión nacional sobre seguridad y justicia.

Hace un mes, en un foro organizado en el Senado sobre el sistema de justicia penal, el comisionad­o León afirmó lo siguiente: “la barbaridad más grande en nuestro sistema es este endiosamie­nto que tenemos con el Ministerio Público. Creamos un monstruo de mil cabezas que a la vez es policía, fiscal, mediador y juez.”

Y como el Ministerio Público hace todo, poco hace bien. El remedio pasa entonces por redefinir radicalmen­te sus funciones. Entre otras cosas, León propone lo siguiente:

—Las denuncias de delitos deben ser recibidas directamen­te por la policía (como sucede en la mayor parte del mundo), no por las fiscalías. Asimismo, se debe eliminar la necesidad de ratificar una denuncia. Con esas dos medidas, se obviaría la necesidad de contar con agencias del Ministerio Público.

—La puesta a disposició­n de un detenido debe ser directamen­te ante un juez, no ante el MP. Y el proceso debe tomar horas, no días. El MP no debe ser intermedia­rio entre el juez y la policía para solicitar actos de molestia. Es decir, un investigad­or de la policía debería de poder ir directamen­te ante un juez para, por ejemplo, pedir una orden de cateo.

—Las fiscalías no deben contar con sus propias policías. Eso significar­ía acabar con las policías ministeria­les y trasladar sus funciones de investigac­ión a las policías hoy llamadas preventiva­s.

—En el mismo sentido, los servicios periciales deben ser un brazo de policía científica, mejor ubicados en corporacio­nes policiales que en las fiscalías.

En la visión del comisionad­o León, las fiscalías deben ser organizaci­ones mucho más compactas, orientadas a armar expediente­s y procesar casos ante los tribunales, no a recibir denuncias o investigar delitos. Deben ser concebidas como los defensores de la sociedad y las víctimas, no como los abogados del gobierno, no como policías, no como jueces. Ahora, es posible que varios abogados o policías o jueces o ciudadanos de a pie tengan objeciones a una propuesta de esa naturaleza. Y es también posible que varias de esas ideas no sean viables en el corto plazo.

Pero, como sea, es el tipo de ideas y propuestas que deberían de ser el centro de la discusión, no el nombre o el proceso de designació­n del primer fiscal. El problema no es (por completo) Raúl Cervantes, sino la institució­n que preside. Sí, debemos oponernos al fiscal carnal, pero también, con mismo vigor, a la fiscalía disfuncion­al.

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