El Universal

Después del temblor

- Por BEATRIZ MOJICA Secretaria general del PRD. @Beatriz Mojica

“Mi casa había sufrido daños en el temblor de 2014, me censaron, pero nunca vinieron a repararla —comentó entre sollozos doña María en una comunidad de Chiapas, al ser entrevista­da por un canal de televisión—, hoy ya terminó de caerse”.

Derivado del fuerte temblor que vivimos el pasado 7 de septiembre, en el que hay miles de damnificad­os en Oaxaca y Chiapas, nuestra solidarida­d con las familias y una reflexión en torno a los problemas de reconstruc­ción por los efectos de desastres naturales en nuestro país.

Además del dolor por las pérdidas humanas y materiales ocasionada­s por devastador­es eventos de la naturaleza, ocurre otra tragedia: el drama de los sobrevivie­ntes, de los damnificad­os que enfrentan el olvido, la ineficacia y la corrupción oficial para recuperar lo destruido por el fenómeno natural de que se trate.

Experienci­as como la del temblor que en 2012 dejó miles de damnificad­os en la Costa Chica y Montaña de Guerrero, así como la devastador­a combinació­n de lluvias de Ingrid y Manuel el 13 de septiembre de 2013, tuvieron como resultado además de cientos de muertos y miles de damnificad­os, una estela de promesas incumplida­s; obras de reconstruc­ción deficiente­s y responsabl­es sin castigo. Los problemas de las familias afectadas se viven en el momento en que estos fenómenos ocurren, pero continúan cuando dejan los albergues y no tienen un techo propio, cuando las dependenci­as federales y estatales encargadas de reconstrui­r fallan por omisión o por corrupción.

Poco o nada se sabe del proceso contra empresas que incumplier­on la reconstruc­ción de viviendas tras el sismo de 2012, aunque la Secretaría de la Función Pública inhabilitó por diez años y multó con 59 millones de pesos al entonces delegado de Sedesol por fraude en las obras.

La sanción a los responsabl­es que llevaron a cientos de familias a vivir a los humedales de Acapulco inundadas al paso de Ingrid y

Manuel quedó únicamente en compromiso presidenci­al incumplido. Las investigac­iones fueron archivadas, olvidadas.

En ese entonces se anunció que la tragedia sería una oportunida­d de desarrollo a través del Plan Nuevo Guerrero, con 67 mil millones de pesos aplicados a través de Sedatu, SCT y Sedesol. Si bien se recuperaro­n algunas vías, a cuatro años hay comunidade­s que siguen incomunica­das; cientos de familias sin casas o en casas inservible­s y poca claridad sobre los manejos financiero­s de las obras.

El Nuevo Guerrero, que recibiría un fuerte impulso para su desarrollo con la inversión, sigue en la marginació­n y el atraso. Un diputado local, que estuvo al frente de la delegación de la Sedatu, ha sido inhabilita­do derivado de irregulari­dades en la aplicación de los recursos, pero nadie repone las viviendas. Parece que a nadie le importa el sufrimient­o de las familias más pobres de México.

Hay que exigir al gobierno federal en esta nueva contingenc­ia en Oaxaca y Chiapas que no ocurra lo mismo que en otras ocasiones, que realmente se den resultados. Atender la tragedia no nada más es lo inmediato: llevar despensas y tomarse la foto en la pasarela presidenci­al. Si no aprendemos de los ejemplos del pasado, se reeditarán las historias donde los protagonis­tas de la derrota son los ciudadanos. Que no se soslayen los graves síntomas de corrupción tras la denuncia por la Estafa

Maestra donde se señala a distintas dependenci­as federales. Algunas de ellas, las que se harán cargo de la reconstruc­ción en Oaxaca y Chiapas.

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