Cuando la Independencia sólo la celebraban los ricos
Porfirio Díaz modernizó el festejo cívico. Durante la primera mitad del siglo XX, en los teatros capitalinos se cantaba el Himno Nacional, había verbenas, batallas de flores y confeti
Hoy en día conmemoramos la Independencia de México con distintos actos cívicos y populares. El 15 de septiembre observamos el “Grito de Independencia” desde Palacio Nacional, encabezado por el gobernante en turno, para después darle pie a noches mexicanas, donde conviven familiares y amigos. Al día siguiente las fuerzas armadas conducen el desfile militar conmemorativo, donde también participan deportistas, charros, cuerpos de emergencia y rescate. Pero, ¿cómo se han desarrollado estas fiestas nacionales a lo largo del tiempo?
Según la Secretaría de la Defensa Nacional, fue el 16 de septiembre de 1896 que el gobierno del General Porfirio Díaz ordenó una “Parada Militar en la que el Ejército Federal hizo gala de su gallardía y marcialidad, lo que impactó a la población que pidió al año siguiente un evento similar. A partir de entonces el desfile se volvió tradicional”. Sin embargo, de 1914 a 1916, en plena Revolución Mexicana, se suspendió este acto, “la Parada Militar volvió a la Ciudad de México a partir de 1917. El Desfile Militar de 1930, fue el primero en el que participaron más de 25 mil efectivos y por primera vez se realizó una Parada Aérea”, apunta la Sedena.
En los primeros años del siglo XX se dio un cambio en la forma de celebrar la Independencia. “Del tono elitista y aristocrático típico de los primeros años del porfiriato se transita hacia el discurso basado en lo nacional y lo popular”, explica Gerardo González Reyes, investigador de la Universidad Autónoma del Estado de México.
En el ámbito popular, uno de los lugares por excelencia para celebrar las fechas patrias eran los teatros. En los años veinte del siglo pasado, las funciones del 15 y 16 de septiembre presentaban propuestas consideradas “mexicanas”, el día de la patria concluía con una batalla de flores entre los asistentes. Los programas de las diferentes salas coincidían en la entonación del Himno Nacional en punto de las 11 de la noche.
A la par de las contiendas floridas, también había de confeti y serpentinas. Dichos “combates” consistían en bombardear al “enemigo” con los elementos provistos en las salas teatrales. En aquellos años 20, la publicidad impresa en EL UNIVERSAL ya anunciaba “noches mexicanas”, tanto en cabarets y restaurantes, donde se ofrecían “antojitos mexicanos”.
La costumbre de cantar el Himno Nacional, quedó instituida en 1854 por el general Antonio López de Santa Anna, según apunta Gerardo González Reyes, en su artículo Celebrar y festejar, que la nación se va a inventar, en este hecho hay una “innovación en la celebración”, ya que por casi 30 años el programa del festejo se mantuvo intacto, el cual “consistía en el pronunciamiento de discursos cívicos e instituciones”.
En algunas películas del cine nacional, como por ejemplo la cinta Una
gallega en México (1949), se retrata una típica “noche mexicana” en una vecindad de la ciudad de México en la década de los años 40, donde los asistentes se dan un respiro para abrazarse unos a otros cuando el reloj marcaba las once de la noche, “como recuerdo de la hora en que fue proclamada la Independencia ”, quizás como recuerdo de las conmemoraciones de 1870, cuando los discursos y poemas se leían a esa hora.
Para 1883, Porfirio Díaz incluyó en la celebración a sectores relegados del programa oficial hasta antes de ese año “entre ellos, estudiantes, clubes, el cabildo eclesiástico, obreros, a quienes se les invitó a sumarse en la procesión encabezada por un conjunto de carros alegóricos que habrían de recorrer las principales calles de la Ciudad de México, pasando por arcos triunfales dispuestos en las principales avenidas”, continúa la explicación de González Reyes.
Con el paso de los años, los festejos populares fueron cambiando, ello reflejado en lo publicitado en las páginas de los diarios nacionales. Por ejemplo, en los años 40, los anuncios impresos en EL UNIVERSAL giraban en torno a cenas y bailes. Diversos restaurantes ofrecían sus mejores platillos que iban desde los 4 hasta los 8 pesos por cubierto.
En la siguiente década la programación de la radio ofrecía las campanas de la Independencia, que “tocarán para usted en el momento solemne del Grito”. La televisión no se quedó atrás y también comenzó a transmitir las imágenes de la ceremonia de “El Grito a control remoto desde el Zócalo y la Verbena popular”.
En los años 70 y 80, la radio y la televisión a color ofrecían programas más producidos. En los 90, anuncios del Departamento del Distrito Federal avisaban de una verbena popular en la Alameda Central amenizada por el mariachi “Los Magueyes”, dichas verbenas fueron alcanzado popularidad en el nuevo milenio. Así, las plazas públicas comenzaron a ser escenarios de grandes presentaciones, en delegaciones y municipios.