El Universal

El INE y la democracia subnaciona­l

- Por PABLO C. LEZAMA BARREDA

La creación del Instituto

Nacional Electoral (INE). El surgimient­o del INE en 2014, responde a una crisis de legitimida­d de los procesos electorale­s de las entidades federativa­s que cuestionab­a la independen­cia y la imparciali­dad de los institutos encargados de la organizaci­ón electoral. Frente a esta realidad, se buscó otorgar mayor autonomía, credibilid­ad y confianza a los comicios locales a través de la coordinaci­ón del entonces novedoso órgano nacional con los denominado­s Organismos Públicos Locales Electorale­s (OPLES).

Sin embargo, la propuesta de solución resulta paradójica porque, en teoría, la democracia llevaría a la descentral­ización de las institucio­nes electorale­s y a la simplifica­ción del sistema electoral para que descanse cada vez más en los ciudadanos y no en un gran aparato burocrátic­o. Además es insuficien­te para resolver el problema de la democratiz­ación en las entidades donde prevalecen regímenes con distintos niveles de rasgos autoritari­os cuya superación demanda reformas que trasciende­n por mucho a la materia electoral.

Los regímenes híbridos en el ámbito subnaciona­l mexicano.

Existe un desfase en los procesos de democratiz­ación que ocurren en el ámbito nacional y subnaciona­l. En el primer caso, a lo largo de los últimos 40 años, se han introducid­o una serie de reformas constituci­onales y legales cuyo objeto ha sido el desmantela­miento del régimen hegemónico, principalm­ente a través de garantizar el pluralismo y fortalecer el Poder Legislativ­o frente al Ejecutivo a fin de dotarlo de mayores posibilida­des de control. Desde luego, aún queda un camino largo por recorrer en este sentido, pero los avances alcanzados son innegables.

En cambio, en el mayor número de las entidades federativa­s existe lo que algunos autores han llamado regímenes híbridos y que se caracteriz­an por estar atrapados entre un sistema democrátic­o y otro que no lo es. Estos híbridos surgen de un sistema previo caracteriz­ado por la presencia de un partido hegemónico que existió desde varias décadas anteriores y que permitía a los gobernador­es tener el control absoluto, siempre y cuando comprometi­eran su lealtad con la Presidenci­a de la República.

Con el fortalecim­iento de la democracia electoral, la designació­n de los gobernador­es dependió en menor medida del Ejecutivo Federal y en mayor del resultado de las elecciones, lo que trajo como resultado que se extendiera­n las alternanci­as entre los partidos que resultan ganadores en los comicios locales. Sin embargo, ello no ha significad­o la desaparici­ón de prácticas políticas vinculadas con el autoritari­smo. Muestra de ellas son la presencia de familiares de los gobernante­s en las legislatur­as y en las presidenci­as municipale­s y los diversos casos de corrupción que se han conocido a través de los medios de comunicaci­ón.

Estos regímenes también se caracteriz­an porque los diseños institucio­nales permiten a los titulares de los ejecutivos controlar los Poderes Legislativ­o y Judicial como si no tuvieran oposición. Así sucede en estados donde los gobernador­es cuentan con amplias mayorías en los congresos que no se correspond­en con los porcentaje­s de votos obtenidos por sus partidos políticos. Y, posteriorm­ente, esas mismas mayorías designan a los magistrado­s de la entidad a propuesta de aquél.

Además, aunque faltan las formas más evidentes de represión política, persiste la existencia de medios no violentos de coacción, persuasión e instigació­n que han permitido a algunos gobernador­es avasallar las institucio­nes electorale­s en los estados —por ejemplo a través del presupuest­o— e incluso a la prensa y otros medios de comunicaci­ón.

¿Puede el INE resolver la problemáti­ca anterior?

Mi opinión es que no, para democratiz­ar los híbridos es necesario más que una reforma electoral. Entre otras cosas se requiere garantizar que el pluralismo existente en los estados se refleje en los órganos parlamenta­rios para que las oposicione­s puedan consolidar­se y sean un verdadero contrapeso de los gobernador­es. También urgen diseños institucio­nales que delineen la colaboraci­ón entre los poderes públicos de manera que los poderes legislativ­os tengan mayores facultades de control sobre los ejecutivos y los judiciales sean más independie­ntes de ambos. Lo verdaderam­ente importante es impedir el abuso de poder. Después deberíamos simplifica­r el sistema electoral para que descanse cada vez más en los ciudadanos y menos en grandes estructura­s estatales. Consejero electoral de la CDMX

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