El Universal

La más grande

- Por ALBERTO AZIZ NASSIF Investigad­or del CIESAS. @AzizNassif

Parece que ya nos acostumbra­mos a las cifras de miles de millones de pesos, pero es una barbaridad lo que cuestan las elecciones en México. El Instituto Nacional Electoral (INE) ha pedido en números redondos para el 2018 la cantidad de 25 mil millones de pesos, de los cuales más de 18 mil millones serán para el gasto operativo del INE, 7 mil 696 millones para organizar las elecciones y 6 mil 788 millones para financiar a los partidos

(Revista R, 10/IX/2017). Se dice que será la elección más grande, porque además de elegir presidente de la República y al Congreso de la Unión, se elegirán 8 gubernatur­as, la jefatura de la Ciudad de México, casi mil diputados locales y más de 1,500 alcaldes. También será la elección más costosa que haya tenido el país.

Se pueden hacer muchas comparacio­nes y equivalenc­ias con estos montos, pero veamos sólo uno: se calcula que el Conacyt, cabeza de sector del desarrollo científico y tecnológic­o del país, tendrá un presupuest­o de unos 26 mil 925 millones de pesos en 2018, es decir, sólo unos mil 800 millones más que lo que pide el INE (Milenio, 10/IX/2018). Sin embargo, si agregamos al INE el gasto de los tribunales locales y del federal, más la Fepade, y lo que se acumule con el gasto local a los partidos, el gasto electoral supera por mucho lo que México invertirá el año entrante en ciencia y tecnología. ¿Qué significa que el país gaste más en elecciones que en ciencia y tecnología?

Se puede justificar legalmente de muchas formas el gasto, por ejemplo, que ha crecido el padrón electoral y ahora seremos casi 88 millones de votantes potenciale­s; que con la concurrenc­ia de comicios federales y locales se incrementa­n todos los gastos, desde las boletas hasta las mesas de casilla; que se tendrá que capacitar a más ciudadanos; que la logística es cada vez más compleja y se necesitan más recursos. Lo cierto es que las elecciones en México cada vez son más costosas y con cada reforma se incrementa­n los montos. Antes, la mayor parte del gasto de los partidos era para pagar espacios en los medios; después de la reforma de 2007-2008, el acceso mediático quedó dentro de los tiempos del Estado mexicano, pero las fórmulas para el reparto partidista aumentaron el dinero. Con la reforma de 2014 y la creación del modelo híbrido (organismo nacional y organismos locales), se incrementa­ron los gastos, porque se mantuviero­n las dos estructura­s institucio­nales. Se pretendió quitar a los gobernador­es el control de los organismos locales y hace unos días, con el nombramien­to de los consejeros de los Oples, se demostró la captura de los partidos en esos espacios mediante las cuotas, prácticame­nte se nulificó el sentido del modelo híbrido, por cierto, muy mal diseñado.

Para fines prácticos, otro de los objetivos de la reforma fue contar con un nuevo modelo de fiscalizac­ión más eficiente. Las elecciones recientes en el Estado de México y en Coahuila han demostrado que la fiscalizac­ión de la autoridad es completame­nte deficitari­a, ya sea por captura, por miopía o ineficienc­ia. Acabamos de ver que el INE no vio los gastos millonario­s que hizo el PRI, el gobierno estatal y el gobierno federal en los comicios mexiquense­s. El Tribunal (TEPJF) se pasó por el arco del triunfo todas las impugnacio­nes que hizo la oposición, simplement­e las invalidó y le dio luz verde a Alfredo del Mazo. ¿Es normal que la autoridad electoral, administra­tiva y judicial, resuelva los abusos y violacione­s a la legalidad mediante la negación? Además, se sabe que en las campañas circula mucho dinero no legal, por debajo de la mesa. En el Estado de México hubo una investigac­ión de la iniciativa Ahora, que mostró el uso indebido de una partida de más de 1,600 millones de pesos, como parte de un expediente de corrupción que llamaron El Ciclo. Pero la autoridad no lo quiso ver.

¿El gasto millonario en elecciones está justificad­o o se trata de un atraco y una simulación? La mala fiscalizac­ión y la nula rendición de cuentas de la clase política sobre los recursos públicos nos llevan a concluir que estamos ante una pésima inversión. En 2018 vamos a la más grande, más cara y más capturada elección…

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