El Universal

La verdad del escenario fiscal

- Analista económico. rograo@gmail.com Por ROGELIO RAMÍREZ DE LA O

El gobierno dio a conocer sus estimacion­es económicas para 2018, en la cuales anticipa un buen final de la administra­ción desde el punto de vista de su balance fiscal y nivel de deuda. Esa visión, mientras se sostenga como un escenario muy probable entre las calificado­ras de riesgo y entidades financiera­s, va a crear un ambiente positivo, muy diferente del ambiente de hace un año, cuando varios riesgos parecían difíciles de superar. El riesgo es que la mejora fiscal que se muestra no tenga mucho sustento.

La mejora entre 2016 y mediados de 2017 no es nada estructura l ni es corrección de fondo en la trayectori­a de las finanzas públicas. Lo que redujo el alto déficit fiscal de 2016 de 3.5% del producto interno bruto (PIB) a sólo 1.4% proyectado para 2017, no fue un programa de ajuste como el gobierno lo había hecho en otras ocasiones para corregir el rumbo.

No, en esta ocasión, lo que redujo el déficit fue sobre todo la masiva transferen­cia de recursos que hizo el Banco de México al gobierno por 1.5% del PIB, además de un fuerte aumento en los precios de la gasolina en enero pasado. Aparte de esto, cualesquie­ra otras medidas que haya tomado el gobierno fueron de poca monta.

Al no haber cambio de rumbo en la tendencia del gasto público y mucho menos recortes en las estructura­s burocrátic­as y cuando, por el contrario, el gasto electoral se disparó, sobre todo en el Estado de México, el riesgo macroeconó­mico tenderá a aumentar para la segunda mitad de 2018 o para 2019.

Lo que ocurrió en 2017 fue un arreglo de forma en las cuentas públicas facilitado por el Banco de México. Que no hay corrección en la tendencia queda ahora claro con las proyeccion­es macroeconó­micas para 2018 que el gobierno dio a conocer. Por ejemplo, el costo financiero de la deuda esperado para 2018 es de 664 mil millones de pesos, cuando en 2016 fue de 473 mil millones.

El costo de las participac­iones a estados y municipios se espera en 806 mil millones, y en 2016 se pagaron 694 mil millones. En pensiones se estiman 800 mil millones cuando en 2016 se pagaron 649 mil millones.

Y como la inversión pública directa se desplomó en el primer semestre de 2017 a un anualizado de 1.5% del PIB, la presión de aumentarla, sólo para lo esencial del mantenimie­nto de Pemex, CFE o la infraestru­ctura va a ser muy fuerte, ya sea en 2018 o 2019.

Esto sugiere que las presiones fiscales en 2018 y adelante van a ser extraordin­arias, en parte porque a mediados de esta administra­ción, cuando hay posibilida­d de tomar un trago amargo y meter el freno, ajustando muchos programas, el ajuste no se hizo.

El hecho de que haya anuncios de recortes en el gasto presupuest­al ya dejó de tener significad­o, pues por años estos recortes no se nota ron frente a aumentos efectivos de gasto, sobre todo en 2015 y 2016. Si bien los anuncios de más recortes pueden causar alguna impresión en partes del sector privado, en general los mercados no los van a tomar en cuenta para su formación de expectativ­as.

El hecho es que en el mediano plazo (entre 2013 y 2016), aparte de los gastos discrecion­ales y haciendo a un lado la mala calidad del gasto, el gasto en pensiones aumentó 11.5% anualmente en términos nominales, cuando la economía creció 6.6%.

El costo financiero creció 14.6% y las participac­iones a estados y municipios lo hicieron en 9.2%, inercia que cada vez quita margen de maniobra para mantener inversione­s mínimas. El sector privado no va a hacer las inversione­s que deje de hacer el gobierno, salvo en algunos casos excepciona­les. La mejora anunciada en 2017 es temporal.

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