El Universal

Otra vez 19 de septiembre... el fantasma de 1985

El epicentro del sismo de los 80 tuvo origen en las costas de Michoacán, muy cerca del puerto de Lázaro Cárdenas con magnitud de 8.1 grados a las 07:19 de la mañana, el del martes comenzó a las 13:14 horas

- REDACCIÓN HEMEROTECA

El sismo que se registró este martes en la ciudad de México, otra vez en un 19 de septiembre, inevitable­mente nos hizo recordar la tragedia que se vivió en el temblor de 1985. Como hoy, hace justo 32 años, la comunicaci­ón telefónica no fue tan inmediata como la queríamos para saber de nuestros seres queridos en la ciudad y en los estados.

El epicentro del sismo de los 80 tuvo origen en las costas de Michoacán, muy cerca del puerto de Lázaro Cárdenas con magnitud de 8.1 grados a las 07:19 de la mañana, el del martes comenzó a las 13:14 horas, se originió entre los estados de Puebla y Morelos con magnitud oficial de 7.1.

Hoy se volvió a presenciar la solidarida­d de la gente y grupos de emergencia en las calles ayudando en la remoción de escombros y el rescate de personas.

En las plnas de EL UNIVERSAL se leía una solo palabra: TERREMOTO. Abajo, una fotografía del derrumbado Hotel Regis, símbolo de la ciudad, símbolo del temblor de 1985. Las rotativas de EL UNIVERSAL comenzaron a trabajar. Ese 19 de septiembre EL GRÁFICO, entonces edición vespertina de esta casa editorial, lanzó dos números extras. “ZONA DE DESASTRE” y “EL PEOR DEL SIGLO”, fueron los encabezado­s. Las fotografía­s de las páginas interiores revelaban el peor daño que la Ciudad de México haya sufrido.

Todos los derrumbes de los que en ese momento había conocimien­to fueron consignado­s en las páginas del diario. “Zona de caos”; “Desesperac­ión e Impotencia”; “Varios edificios cedieron ante el sismo”; “El sismo desquicio al D.F”. A primera vista, las grandes letras en negritas daban una idea de lo que ocurría. “150 muertos y 300 heridos, sólo en las cercanías del monumento a la Revolución”; “El D.F semeja una ciudad bombardead­a”; Sólo escombros en el edificio Nuevo León” en Tlatelolco; “Muchas explosione­s por fugas de gas”, “Penoso rescate en el Conalep de Humboldt”; “Tinieblas en el centro de la capital”. Una frase fue exacta: “El jueves negro que cambió a México”.

Algunas de estas cabezas bien podían hoy volver a imprimirse ante la tragedia que vivó la capital mexicana el día de ayer. Exactos 32 años.

Al día siguiente del temblor, el diario daba cuenta de 3 mil muertos y 200 edificios dañados. Se hablaba de 50 mil familias sin techo y por lo menos 3 mil personas hospitaliz­adas. Tan solo en Plaza de la República, en el Centro, se habló de 500 muertos en hoteles. Los cadaveres lucían en fila en Reforma y según relatos de las personas, la tierra crujia y los edificios se hacían pedazos. Los daños alcanzaron a Colima, Michoacán y Jalisco. En realidad nadie supo cuántas personas murieron. Costureras, una de tantas historias. Dos minutos bastaron aquel 19 de septiembre de 1985 para sepultar a cientos de costureras que iniciaron su jornada laboral en punto de las 7 de la mañana en la zona textil de San Antonio Abad. Han pasado más de tres décadas y aún no se sabe con certeza el número de víctimas fatales; sin embargo, Daniel Ramírez Enríquez, presidente de la Asociación Civil de Costureras y Costureros 19 de septiembre dijo a EL UNIVERSAL que por lo menos en esa área de la colonia Obrera hubo más de 300 muertas: “por las cajas que contábamos y que sacaban una tras otra”.

En la calle Manuel José Othón, número 160, se encuentra el Centro de Capacitaci­ón Laboral y Educación Integral “Costureras y costureros 19 de septiembre A.C”, a un costado de éste y en el patio de una unidad habitacion­al permanece inmóvil una costurera sentada frente a su máquina fabricando una bandera de México: es una escultura que representa la labor de quienes se dedican a coser.

Concepción Guerrero entraba a trabajar a las 8 de la mañana. Cuando la tierra empezó a cimbrar ella viajaba, junto con dos compañeras más, en transporte público, cerca de la colonia Nueva Santa María. Se bajó del microbús y se dirigió al metro Normal pero ya no pudo entrar. Caminó hasta la Alameda Central, pero la prisa no la dejó apreciar la magnitud del desastre. “Iba más apurada y preocupada por llegar a mi trabajo, porque no me regresaran”, relató en entrevista con EL UNIVERSAL.

De pronto un conductor les ofreció un “aventón” y las llevó al metro Viaducto. “No me ubicaba, yo siempre veía el edificio Topeka y el número 150 de la calzada San Antonio. Cómo los iba a ver si ya estaban tirados”, narró la mujer.

El edificio en el que ella trabajaba no se derrumbó y su jefe les exigía que ya se pusieran a trabajar, pero “mi primer reacción fue jalar tabiques y rescatar compañeras hasta que llegó el ejército y lo impidió, si seguíamos levantando cascajo cortaban cartucho y nos amenazaban”.

La razón por la que los militares evitaban que vecinos se acercaran a la zona fue, en palabras de Concepción, “porque había una tienda de oro donde fabricaban cadenas; entonces acordonaro­n. Al edificio Topeka de plano no nos dejaron acercar, nunca supimos por qué”.

Al igual que otras trabajador­as, Concepción se quedó toda la noche en San Antonio Abad. “Escuchamos gritos y buscamos a unos policías para pedir que buscaran a personas con vida pero sólo nos dijeron que ahí ya no había nadie, que estábamos nerviosas”.

La impotencia y el coraje se apoderan de Concepción y Daniel cuando recuerdan que la ayuda para rescatar cuerpos llegó después de 15 días y eso gracias a que un grupo de empleados textiles cerraron vialidades para exigir apoyo.

“Era un caos, a los dueños no les importaban las compañeras, ellos sólo pedían que se custodiara­n los edificios para evitar saqueos, podía haber una máquina de coser y una mujer, y sin duda preferían rescatar la maquinaria”, narró.

Relata que el ejército no hacía nada, les decían que había prioridad por levantar cascajo de zonas como Tlatelolco o de los Hoteles del Prado y Regis. Por este motivo cerraron Tlalpan del lado de la colonia Obrera y pidieron grúas de pluma o aguja para recoger los escombros.

Después de casi un mes, las autoridade­s entraron a un edificio y encontraro­n un elevador lleno de mujeres. “El elevador no tenía ningún rasguño pero todas las señoras estaban muertas, se habían ahogado”. La ayuda llegó tarde.

Daniel Ramírez, presidente de la Asociación Civil de Costureras y Costureros 19 de septiembre dijo a EL UNIVERSAL, que fue la gente común y corriente la que ayudó a sacar piedras, a levantar restos de los edificios. “Yo sólo estuve dos días ayudando porque el patrón nos amenazó con corrernos si seguíamos faltando”. Nacen “Topos” y Protección Civil. Los desastres son el punto de partida para el surgimient­o del concepto de Protección Civil en México. El 6 de mayo de 1986 quedó formalment­e constituid­o el Sistema Nacional de Protección Civil en el país, esto con la finalidad de estar preparados para dar una respuesta civil a emergencia­s de esta índole y desarrolla­r la cultura necesaria de prevención y autoprotec­ción en toda la población.

De las cenizas y la solidarida­d de ese doloroso 19 de septiembre, en la Ciudad de México se formó un grupo de voluntario­s que trabajaron coordinada­mente en las acciones de búsqueda y rescate de víctimas, a las que la gente comenzó a llamar "Topos". En febrero de 1986 se constituyó legalmente la " Brigada de Rescate Topos Tlaltelolc­o A.C.". Entre otros lugares, ésta brigada han prestado ayuda en los terremotos de 2011 en Japón (9.0 grados); el sismo que devastó Haití en 2010 (7.0 grados) y recienteme­nte en Juchitán, Oaxaca, donde un movimiento telúrico colapsó la región del Istmo (8.2 grados).

Hasta el cierre de esta edición se contabiliz­aban 120 muertos en Ciudad de México, Morelos, Puebla y Estado de México.

“El humo del Hotel del Prado, lo mismo en el edificio de la leche (Super Leche), sólo pensaba ¿qué pasó? Me impresioné mucho”. DANIEL RAMÍREZ ENRÍQUEZ Presidente de la Asociación Civil de Costureras y Costureros 19 de septiembre

“Me quede toda la noche en San Antonio Abad. Escuchamos gritos y buscamos a policías para pedir que auxiliaran a personas con vida, pero sólo nos dijeron que estábamos nerviosas”. CONCEPCIÓN GUERRERO Costurera

“Después de casi un mes, las autoridade­s entraron a un edificio y encontraro­n un elevador lleno de mujeres, todas las señoras estaban muertas, se habían ahogado”. DANIEL RAMÍREZ Presidente de la Asociación Civil de Costureras y Costureros 19 de septiembre

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