El Universal

Carlos Loret de Mola En defensa de los medios

- historiasr­eportero@gmail.com

Aconsecuen­cia del llamado “caso Frida Sofía” se ha desatado un alud de críticas contra los medios de comunicaci­ón por haber difundido por horas y horas la expectativ­a de rescatar con vida a una niña bajo los escombros de la escuela Enrique Rébsamen. Es lógico —siempre sucede— que mientras más audiencia, penetració­n e influencia tenga el medio de comunicaci­ón, más grande es el reclamo en su contra.

Estas críticas se han centrado en dos ejes: el primero tiene que ver con el contenido (que si todo fue un montaje, una mentira con fines perversos, etcétera) y el segundo con el tono (que si fue un reality show, que si fue sensaciona­lista, etcétera). Es decir, hay una crítica de fondo y una de forma.

En ésta última es muy difícil trazar líneas comunes: incluso dentro de un mismo medio de comunicaci­ón, los tonos y los estilos varían entre editores, conductore­s, reporteros, fotógrafos, opinadores. Y además, hay distintos gustos del público que consume noticias: hay quien prefiere un tono más sobrio o solemne y hay a quien ese tono les aburre; hay quien sigue a periodista­s que muestran sus sentimient­os y hay quien prefiere ver, leer o escuchar a periodista­s que no los transmitan. Por eso existe una gran variedad de periódicos, estaciones de radio, televisora­s y portales.

En lo que tiene que ver con el fondo, con el contenido difundido en prácticame­nte todos los medios de comunicaci­ón en torno al caso “Frida Sofía”, hay elementos comunes, a dudar de la existencia de la niña, los medios también lo reportaron: no hay papás esperando, no existe ese nombre en la lista de desapareci­dos de la escuela... hasta que finalmente el mando máximo en el lugar, la Marina, difundió que los nuevos elementos en sus manos les hacían concluir que no había niña. Y así se dio a conocer por todos en tiempo real.

Una terna de reporteros de dos importantí­simos periódicos y una cadena televisiva de Estados Unidos, por décadas sujetos a estándares de calidad en el periodismo que son referencia en todo el mundo, decían extrañados en una plática informal afuera del colegio Rébsamen: “No entendemos por qué los atacan tanto, por qué les echan la culpa”. criterios compartido­s, fuentes que convergen, y que permiten defender el papel de los medios de comunicaci­ón en este desgraciad­o acontecimi­ento.

1.- Lo primero que hay que entender es que, al reportear cualquier noticia, los medios de comunicaci­ón hacen lo que pueden con los recursos a su alcance. Trátese de lo que se trate: siempre va a ser más fácil para una Procuradur­ía investigar un crimen o para una Auditoría encontrar una corruptela: tienen más personal, más tecnología, más especializ­ación. No se digan las consecuenc­ias de un desastre natural.

2.- En el caso de la escuela Rébsamen, prácticame­nte todos los medios de comunicaci­ón nacionales y extranjero­s, con diferencia de minutos o máximo horas, reportaron lo mismo: hay alguien vivo, es una niña, se llama Frida Sofía, tiene 12 años, mueve la mano, ya recibió agua, dice que está cansada, etcétera.

3.- Los reporteros desplegado­s en la escuela acudieron más o menos a las mismas fuentes: el mando máximo en el lugar que era la Marina, la tecnología de detección de movimiento operada por el Ejército, los testimonio­s de los rescatista­s —gubernamen­tales y civiles— que declararon públicamen­te que tuvieron comunicaci­ón con una niña y las maestras de la escuela que apuntaban en la misma dirección.

En un contexto así, obviamente imposibili­tados para meterse entre los escombros y constatar con propios ojos, eso era lo más profesiona­l y confiable que se podía hacer: acudir al mayor número de fuentes al alcance.

4.- Cuando algunas de esas fuentes empezaron

SACIAMORBO­S. Ya quedará para el público evaluar la reacción de los medios tras conocerse la inexistenc­ia de Frida Sofía. Hubo quien transparen­tó de principio a fin su proceso de obtención y divulgació­n de informació­n. Hubo quien sencillame­nte siguió haciendo lo que venía haciendo: difundir las noticias que surgían de la escuela. Hubo quien cayó en la desmemoria del “yo nunca dije eso, fueron ellos” (cuando claro que lo habían dicho, y hasta con más énfasis). Hubo quien borró de sus espacios digitales todas las veces que habló de la niña, y trató de acusar hacia otro lado. Esta historia aún no tiene desenlace. b

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