El Universal

Héctor de Mauleón Nadia no volvió

- @hdemauleon demauleon@hotmail.com

No llegó. Le llamaron toda la noche. En la mañana, la madre y las hermanas de Nadia estaban desesperad­as. Había salido el sábado pasado a una fiesta en San Juan de Teotihuacá­n, Estado de México. Su novio, Gamaliel, con el que salía desde dos semanas atrás, pasó a recogerla. Los vieron irse en un Chevy negro.

Nadia no volvió. Sus hermanas localizaro­n a una de sus amigas: les dijo que la joven había quedado de pasar por ella, pero no lo hizo.

Durante la mañana del sábado, el teléfono sonó y sonó.

Las hermanas de Nadia consiguier­on al fin el celular de Gamaliel. “Oye, ¿dónde está mi hermana?”, preguntó una de ellas.

Gamaliel le dijo que no sabía. Que habían tenido un accidente y él estaba internado. “¿En qué hospital estás?”, le preguntaro­n. Gamaliel cambió de opinión: “Estoy aquí en el ministerio público de San Juan”. “No te muevas, voy para allá”, dijo la hermana. Gamaliel colgó. Sus familiares marcaron el número de Nadia varias veces más. A los diez minutos contestó una mujer que se identificó como agente del ministerio público. Solicitó que la madre de Nadia se trasladara a la agencia de Teotihuacá­n, porque tenía “algo que decirle”.

La familia tomó un taxi, hizo un trayecto eterno. “Su hija tuvo un accidente y murió”, informó al fin la agente.

Gamaliel ya no estaba. Lo habían liberado hacía unos minutos, “porque solo declaró en calidad de testigo”.

“Pueden iniciar los trámites para reclamar el cuerpo”, les dijeron.

La noche anterior, a las 22:30, la patrulla 21318 se presentó en la avenida Ignacio Beteta, en San Juan Teotihuacá­n. Le acababan de informar por radio de un percance automovilí­stico ocurrido en cercanías del hotel Teoticam.

A unos metros de la cinta asfáltica había un Chevy volteado. Afuera, y con sangre en la ropa, había un sujeto que dijo llamarse Gamaliel. Dentro del auto había una muchacha que carecía de signos vitales.

Gamaliel les dijo que iban a una fiesta, que lo acompañaba su novia, y que el auto era conducido por un individuo “al que solo conoce por el apodo de quien se había dado a la fuga después del choque.

Gamaliel dijo que él iba detrás del conductor (“en la parte trasera, del lado izquierdo”), y que Nadia viajaba a su lado.

Según los uniformado­s, varios testigos, “que se negaron a dar sus datos de identifica­ción”, aseguraron que “había un tercer sujeto de sexo masculino que iba como conductor del vehículo volcado” y que este, luego del incidente, se dio a la fuga.

A las 22:55 Gamaliel llegó al ministerio público. Tenía aliento alcohólico. Dijo que se hallaba en una reunión, que decidió ir por su novia, que le pidió el coche a un amigo, y que éste le respondió que el

“estaba yendo a comprar cosas para la fiesta”, así que él podía llevarlo.

Relató que a las 22:05, ya con la mucha- cha a bordo, el dio un volantazo, se salió de la carretera, chocó contra un árbol y se volteó.

De acuerdo con su versión, varias personas le ayudaron a desprender la ventanilla trasera del vehículo, que estaba destrozado.

El primero en salir del auto habría salido el (Gamaliel dijo ahora que el nombre del era José Miguel “R”) y que luego salió él.

Dijo que le gritó a Nadia y que intentó sacarla, pero que la gente le dijo que no la moviera, porque la podría lastimar.

De pronto oyó que los testigos gritaban: “¡Se escapa, se escapa!”.

Según él, no vio más al A los 20 minutos llegaron los paramédico­s, y poco después la patrulla 2138.

El cuerpo de Nadia fue levantado a las 24:04. Una agente del ministerio público de apellido Castillo tomó en sus manos la averiguaci­ón y abrió la carpeta ECA/FCS/00/MPI/064/00887/17/05.

Nadie contestó el teléfono que insistente­mente sonó a lo largo de la noche. Nadie informó a los familiares de la joven de lo que había ocurrido.

Gamaliel no les dijo más que vaguedades cuando pudieron localizarl­o.

Finalmente, cuando llegaron al ministerio público, solo hallaron la orden de que se realizara la necropsia y se inscribier­a el cadáver en el Registro Civil.

Todo resuelto en un parpadeo. Las 12 horas de misterio y de silencio que transcurri­eron desde el instante en que la agente Castillo abrió la carpeta de investigac­ión.

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