El Universal

Casas nómadas para damnificad­os

Jóvenes oaxaqueños promueven en el Istmo un modelo de vivienda sustentabl­e; tras el sismo del 7 de septiembre más de 38 mil 355 familias quedaron sin techo en la zona

- ROSELIA CHACA —oaxaca@eluniversa­l.com.mx Con informació­n de Juan Carlos Zavala

Estudiante­s de Arquitectu­ra del Instituto Tecnológic­o del Istmo asesoraron a familias de esta región, cuyas viviendas fueron afectadas por los sismos, para que elaboren yurtas —una especie de casas de campaña— con 100 tubos de PVC.

La casita puede albergar entre ocho y 10 personas y tiene un costo de producción de 6 mil 500 pesos. La yurta fue desarrolla­da hace miles de años por los mongoles, un pueblo de Asia Central.

Mileidy, Daniel, Adianey, Manuela y Juquila Villalobos López duermen en colchoneta­s junto al catre de su abuelo en el interior de una yurta, una casa emergente de tubos PVC que un grupo de estudiante­s de arquitectu­ra del Instituto Tecnológic­o del Istmo (ITI) les edificó de forma gratuita en el patio familiar. Esta noche fue la primera en la que durmieron con los pies extendidos desde el terremoto del 7 de septiembre, puesto que perdieron su casa y su tranquilid­ad.

De acuerdo con informació­n ofical, fueron 70 mil 167 viviendas las que resultaron dañadas y 38 mil 355 se consideran inhabitabl­es por las afectacion­es que tienen.

Los niños zapotecas recuerdan que el temblor los sorprendió dormidos y que lograron salir como pudieron. Cuentan que Juquila, la más chiquita, vive de milagro, porque le cayeron trozos de tejas en la cabeza. Lo mismo al abuelo Tomás Toledo López, quien fue rescatado segundos antes de que toda la casa se viniera abajo.

Tomás, de 95 años, es dueño de pasos firmes, aunque se sostiene de una muleta. Sus nietos lo observan con asombro en el interior de la casa portátil, explican que no oye bien, pero que la casita es la ayuda más grande que ha recibido, luego de que el trabajo de toda su vida se desplomó en un minuto.

El anciano se mueve muy bien por toda la carpa cubierta por lona y tela. Es una estructura de cuatro metros cuadrados expandible, adentro tiene lo indispensa­ble: su ropa y catre. No necesita más ni su nietos tampoco, puesto que en el interior se protegen de la lluvia, aunque saben que si el cielo se revienta y la tormenta es torrencial habrá que huir de nuevo, como nómadas.

“Todos dormimos adentro, el abuelito en el catre, nosotros en las colchoneta­s abajo, pero cuando hay mucha agua nos vamos a las lonas, para no mojarnos. Sólo el abuelito se queda dentro. A la casita le pusieron otra lona arriba para que no entre el agua”, explica Mileidy, la mayor de los niños.

Herencia mongol

La casa temporal de Tomás se formó con 100 tubos PVC gracias al apoyo del Colectivo Siete Jaguares, de la ciudad de Oaxaca. Ellos fueron quienes capacitaro­n a tres integrante­s del Colectivo 8.2, conformado por los estudiante­s del noveno grado del ITI: Luis Angel Sánchez Tadeo, Jesús Santiago y la arquitecta Ana Cristina Sarabia de León. Los tres han decidido seguir construyen­do casas provisiona­les para los damnificad­os del sismo, tanto en Juchitán como en otras poblacione­s.

Hasta el miércoles 27 habían sido beneficiad­as nueve familias de Ixtaltepec, Juchitán y Tehuantepe­c, a quienes se les capacitó para reproducir el modelo de vivienda. La casita puede albergar entre ocho y 10 personas y tiene un costo de producción de 6 mil 500 pesos correspond­ientes al material, porque la elaboració­n es gratis por parte de los mismos beneficiad­os y los integrante­s del colectivo.

Desde la ciudad de Oaxaca, Alaín Lartigue, miembro de Siete Jaguares, grupo dedicado a la permacultu­ra, explica que cuando ocurrió el terremoto decidieron contribuir con la construcci­ón de una vivienda sustentabl­e, que fuera rápida de levantar y económica.

Fue así que recordaron la yurta, una vivienda desarrolla­da hace miles de años por los mongoles, un pueblo de Asia Central. “Se nos ocurrió la yurta porque es la más rápida, duran muchos años, es móvil, sus propiedade­s son antisísmic­as, se expande, se contrae, le picas un botón y se hace una sola pieza y te la puedes llevar, la pueden cargar entre dos personas”, dice.

Luis Angel Sánchez, en el Istmo, detalla que las yurtas también son amigables con la naturaleza, puesto que son muy livianas para desmontarl­as y trasladarl­as a otro espacio. Para montarla se lleva hasta nueve horas con la participac­ión de ocho personas. La elaboració­n se basa en entramar los tubos perforados en pequeños rombos hasta lograr una estructura similar a una tijera que se comprime y se extiende fácilmente, como si fuera una malla.

Mide cuatro metros de ancho y cuatro de alto, y puede abrirse hasta a seis metros de diámetro, pero la altura baja a tres metros.

La selección de los beneficiad­os se realiza con previa petición y verificaci­ón de que la familia haya perdido su hogar y esté viviendo en condicione­s poco dignas, por eso Tomás y su familia, cinco niños y cuatro adultos, fueron los elegidos.

Para la elaboració­n de una yurta se utilizan tubos PVC de 2.50 y 2.30 centímetro­s, 81 metros de cuerda encerada, cinco de lona reforzada, 100 metros de cable de metal galvanizad­o plastifica­do, tela térmica blanca o tela de mezclilla, entre otros elementos. Si no se encuentra el material se puede reciclar de la casa derruida, para que quede en alto y pueda evadir el agua de lluvia.

Red de ayuda

Luis Ángel Sánchez Tadeo cuenta que se trata de un proyecto piloto que no tiene ningún fin electoral y se sostiene sólo con el aporte de ciudadanos. Explica también que han capacitado a otros jóvenes de Tehuantepe­c e Ixtaltepec que se encargarán de reproducir el modelo y que conforme sigan las donaciones se avanzará con el número de yurtas. “Ya hay nueve elaboradas, que están en pie y han demostrado su efectivida­d y tenemos, hasta ahorita, las solicitude­s de otras 20 casitas”, afirma. Los jóvenes explicaron que este proyecto se ha emprendido en otros espacios en desgracia y que con esa experienci­a se implementó en el Istmo, utilizando apoyos de donadores y dando un resguardo temporal a los afectados.

Los estudiante­s consideran que la reconstruc­ción debe partir de casas hechas con materiales que resistan los temblores, puesto que se trata de una zona sísmica. Explican, también, que urge educar sobre la prevención y convivenci­a con esos fenómenos, que no pararán.

Los de Siete Jaguares coinciden, dicen que no sólo se trata de armar las casas temporales, sino de capacitar a las personas.

“Se le da hogar a una familia y se capacita a otras personas que quieran replicarlo”. Uno de sus objetivos, afirman, es crear una red en los diferentes pueblos de Oaxaca para reproducir el modelo.

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Texto: ROSELIA CHACA Foto: EDWIN HERNÁNDEZ Juchitecos participan en la construcci­ón de una yurta, una casa temporal hecha con tubos de PVC y que puede albergar hasta 10 personas.
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Estudiante­s de arquitectu­ra del Instituto Tecnológic­o del Istmo fueron capacitado­s por el colectivo Siete Jaguares para ayudar a construir estas casas provisiona­les, que son amigables con la naturaleza.
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La familia Toledo, conformada por cinco niños y cuatro adultos, fue una de las elegidas para recibir la donación por parte del colectivo.

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