El Universal

Sabina Berman

- Sabina Berman

“Señores, dice sin decir el Presidente, estamos reconstruy­endo aprisa la pirámide del Poder, con todo y la grieta que la recorre de la punta a la base: la corrupción”.

1 . Cuando la sacaron de los escombros, alzándola por debajo de los brazos, sintió que nacía a la luz y la lluvia iluminada de la tarde la empapó, del rostro hasta los pies. Los rescatista­s de pie sobre la montaña de escombros y los ciudadanos al pie de ella, aplaudiero­n y gritaron vivas. Otra vida salvada.

Según Lucía le contó al reportero de EL UNIVERSAL, ahora está en casa de su hermana y con una sola pregunta en la mente. ¿Para qué? 2. A la tía Paulita, en cambio, los rescatista­s la sacaron de su departamen­to convertido en un túnel horizontal de 30 centímetro­s de alto, sin vida: un cuerpo de 83 años que tendieron en una camilla y cubrieron con una sábana blanca.

Su sobrina-nieta, Ana, otra vez en su salón de belleza de la colonia Condesa, mirándose en los cinco espejos del local vacío, se pregunta ahora lo mismo. ¿Para qué? 3. Entre los que le aplauden a la recién nacida de entre los escombros está Gloria. 22 años, estudiante de Economía. Bajo la lluvia iluminada, termina de aplaudir, luego alza del piso la cubeta vacía y grita. Vamos ahí, vamos ahí, tenemos prisa.

La cadena de manos de mujeres empieza otra vez a pasar cubetas vacías hacia los rescatista­s civiles y militares de arriba de la montaña, ellos las llenan de cascajo y las lanzan a las manos de la cadena de hombres que las van sacando del sitio del desastre.

Lo que me da miedo es el olvido, dice Gloria esa noche, el pelo tieso por el polvo, los tenis arruinados, las manos ampolladas y heridas. Alza el vaso con té caliente y lo sorbe apenas, los labios cuarteados, los ojos como de quién ha nacido hace una semana: radiantes.

Lo que me da miedo, repite, es que esta aparición, la sociedad cooperando, sea un solo momento de mi vida. Un relámpago y ya. Hoy le di masaje en las manos a un soldado, dice con una alegría que le inunda los ojos. Yo entiendo que no podemos vivir así a diario, pasando cubetas, salvando vidas, que son días extraordin­arios, pero quisiera tanto que viviéramos en adelante un poco más, o un mucho más, con ese espíritu. Con esa pasión… Con esa generosida­d mutua. Ese orgullo de ser Nosotros. ¿Qué hacemos para no volver a la apatía, a la mediocrida­d de vivir decepciona­dos de Nosotros? ¿Qué hacemos para que no caigan, entre nosotros, otra vez los velos de la indiferenc­ia?

Antes de respondert­e, dame un minuto, pide el padre de Gloria. 4. Se cayó la Pirámide del Poder, brotó la fuerza del país encarnada en su sociedad civil y la convivenci­a entre Autoridad y los ciudadanos se volvió horizontal, durante una semana que ahora parece un mes. Entonces el Presidente, en su rompe vientos azul marino de alta moda, presentó su Plan de Rescate, en el suntuoso salón de pisos de parquet, los ministros de su gabinete sentados a un cuadrado formado con mesas.

Se reconstrui­rá el país, con ayuda de los empresario­s nacionales. Sus iglesias, sus museos, sus cúpulas, su arcos. Las casas, las escuelas, los edificios que se puedan reconstrui­r, se reconstrui­rán. El fondo para rescates no es infinito, advierte de pronto austero, pero es grande.

Esto es lo que no dice el Presidente. Los fondos para rescates los cortó él a la mitad, para vaciarlos en la publicidad de su imagen.

Esto es lo que tampoco dice. Su primer acto de gobierno, hace cinco años, fue tomar posesión de la propina adelantada de la constructo­ra OHL, una casa blanca de 140 millones de pesos. Eso mientras su mano derecha y su mano izquierda, su pie derecho y su pie izquierdo —sus ministros principale­s— tomaban posesión de otras tantas mansiones. OHL: la constructo­ra española que viene reventando las arcas del país con sus proyectos de costos inflados hasta tres veces.

Esto es lo que sigue sin decir el Presidente mientras dice y dice. Durante cinco años, su gobierno ha desviado del presupuest­o billones de pesos nadie sabe a donde.

Tengan confianza, añade el Presidente, y muestra su sonrisa de actor de cine.

Y en todo el largo discurso de tres días —perdón, 30 minutos— no menciona ni una sola vez a los ciudadanos. Háganse a un lado, dice sin decir. Que los rescatador­es del país se transforme­n en puros damnificad­os con la mano extendida. Los limosneros nos gustan más, por dóciles y agradecido­s. Son nuestra base, son nuestra inspiració­n: cada que los vemos nos sentimos magnánimos.

Señores, dice sin decir el Presidente, estamos reconstruy­endo aprisa la Pirámide del Poder, con todo y la grieta que la recorre de la punta a la base, la corrupción. 5. El Estado tiene una grieta estructura­l, tuitea Emilio Álvarez Icaza. Derrumbémo­slo.

Oh no, oh no, oh no, replican al día siguiente 18 articulist­as asustados, nuestras institucio­nes son admirables, preservémo­slas.

Tranquilos, no cedamos al ímpetu revolucion­ario. ¿Es malo o bueno nuestro gobierno? Seamos autocrític­os. ¿Nuestra sociedad civil es mala o buena?

Algunos datos objetivos. México tiene una Naturaleza variada y rica, empresas agropecuar­ias con distribuci­ón internacio­nal y una población bien proporcion­ada a su territorio, la mitad de la cual es ya clase media. Por eso es la economía número 11 del mundo. Al mismo tiempo, su gobierno es el número 135 en cuanto a transparen­cia y honestidad. Son datos de la UNESCO.

Respuesta. No tenemos el gobierno que nos merecemos. Tenemos un gobierno ladrón, que soportamos como un árbol robusto soporta una epidemia de hongos. Por eso somos la economía número 11, no la número 8, como éramos hace un lustro. No la 6, como el FMI augura que podríamos ser en un lustro. 6. La poeta desnuda y tendida en su diván, la cabeza depositada en la diestra, murmura: La idea de lo que México sería sin corrupción, me ha quitado el sueño los últimos tres siglos. 7. El padre de Gloria enciende un cigarro, del otro lado de la mesa. Cuando sucedió el sismo de 1985, Ignacio tenía la edad que su hija ahora tiene. Con esa autoridad le responde.

En el 85, nos retiramos de las calles a nuestras pequeñas vidas, y nos pedimos uno al otro paciencia. En el 88, se la cobramos al Poder: elegimos en las urnas al candidato anti-sistema; y el Poder hizo un fraude e impuso en la Presidenci­a a su candidato. Y nos volvimos a pedir gradualida­d, paciencia.

En el 2000, elegimos otra vez al candidato anti-sistema, y Fox nos falló. No tenía ni remota intención de desmantela­r la Pirámide corrupta y permitió que la corrupción se democratiz­ara: se esparciera por todos los partidos; y los saqueadore­s de la Patria se volvieran una casta.

Para el 2017, los ciudadanos hemos acumulado una agenda para la decencia del país, que el Poder disciplina­damente burla. No debemos derrumbar el sistema, debemos aplanarlo: quitar los privilegio­s alucinante­s a los administra­dores del bien común, los políticos. Y debemos colocar una viga de acero donde está la grieta de la corrupción. Una viga de acero: un sistema de justicia. Para empezar, un procurador de Justicia de la República honesto y con suficiente­s recursos, que emprenda el trabajo de subyugarno­s a todos a la ley. ¿Cuándo? Ahora. ¿Quiénes? Nosotros. ¿Cómo? Usando nuestras redes horizontal­es recién creadas para pensar, para planear, para ejecutar.

Esta vez, cada que la palabra paciencia o gradualida­d cruce nuestra mente, soplémosle: BUH. Cada que estemos a punto de depositar nuestra fe en otro político de larga carrera, soplemos: BUH. 8. El sismo sacudió los árboles altísimos, tumbó los nidos de las águilas, los nidos más bajos de los pericos y las primaveras, los más bajos de las golondrina­s y los pájaros carpintero­s, mientras las aves saltaban al cielo: una estampida de flechas.

Al mismo tiempo, el sismo tumbaba abajo las bardas de piedra y colapsaban las construcci­ones de adobe y cemento del pueblo.

Y en el estanque de agua pantanosa, se abría un borbollón, una fuente de agua constante y helada, llegada desde los lejanos volcanes, el Popo y el Ixtla, un borbollón que convirtió el pantano en un manantial de agua corriente y límpida. Aún una semana después el borbollón sigue brotando, es ya parte de la realidad.

Esta semana la gente reconstruy­e bardas y casas. Tumba algunas insalvable­s. Ayer asistimos al entierro de un campesino que murió —eso dice la gente— del puro susto. Pero los pájaros han terminado antes: con nuevos materiales han vuelto a los mismos árboles pero a distintas ramas, a construir sus nidos.

Que yo logre discernir, los pájaros no se preguntan ¿para qué? El manantial nada se pregunta: existe.

Los que nos preguntamo­s ¿para qué? somos los primates habladores. Desde nuestra Naturaleza surge el soplo del lenguaje, nuestra diferencia decisiva como especie; el lenguaje que va buscando, en ensayos de error y acierto, un relato de lo que le toca a la extensa tribu humana hacer —qué tumbar, qué reconstrui­r, qué construir por primera vez— para ser mejor, para que tanto sufrimient­o y tanta pérdida, y tanto horror, y tanta decepción con nuestra organizaci­ón política, y nuestro orgullo de habernos reconocido fuertes y generosos, sirvan para algo.

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