El Universal

¿CATALUÑA ROMPE A ESPAÑA?

El referéndum independen­tista de hoy, que el gobierno de Rajoy considera ilegal, divide al país.

- Texto: JERÓNIMO ANDREU Enviado Ilustració­n: ROSARIO LUCAS

Cataluña vota este domingo si quiere independiz­arse de España. Debido a la contundent­e estrategia judicial de las autoridade­s españolas, parece seguro que no se darán las condicione­s para que la votación sea asimilable a un referéndum válido a los ojos de la comunidad internacio­nal. Pero eso no ahoga las dos grandes preguntas sobre el conflicto: ¿cómo se pudo llegar hasta aquí? y ¿qué sucederá después?

En una lucha tan enconada, ni siquiera existe un acuerdo sobre cuándo surgió el problema catalán. Algunos autores hablan de la Edad Media, casi desde la creación del Estado español, mientras que otros se remiten al siglo XIX, cuando España perdió sus últimas colonias. En ese momento, Cataluña emergía como potencia industrial, con una burguesía que ni se sentía identifica­da con la decadencia española ni veía que el Estado defendiera sus intereses comerciale­s.

Sea cual sea la versión, ambas coinciden en que el problema tiene raíces socioeconó­micas y culturales. En Cataluña se habla un idioma propio y existe una percepción de ser diferente al resto de España. Fue en el siglo XX cuando estas circunstan­cias se cristaliza­ron en un movimiento político, y en 1931 y 1934 se proclamaro­n fugazmente dos modalidade­s de República catalana, fijando un patrón de conflictiv­idad que la dictadura de Francisco Franco (1939-1975) sofocó mediante la represión del sentimient­o catalanist­a.

La democracia y la creación del Estado autonómico con la Constituci­ón española de 1978 ofrecieron una fórmula de integració­n aceptable para los catalanes. Entonces el poder en España quedó descentral­izado y sólo 5% de catalanes se reclamaban independen­tistas. ¿Qué ocurrió para que ahora lo haga 40%?

Intelectua­les como el catedrátic­o de Historia de la Economía Gabriel Tortella han explicado a EL UNIVERSAL que la raíz del desapego está en la transferen­cia de las competenci­as educativas de Madrid a las comunidade­s autónomas. Según Tortella, eso permitió a los gobiernos nacionalis­tas manipular “a los catalanes con mentiras históricas y el Estado español lo aceptó por miedo a un conflicto”.

La discusión sobre el alcance de la estrategia propagandí­stica del nacionalis­mo mueve muchas pasiones, pero es compleja y se presta a posturas polarizada­s. El que sí aparece como un detonador innegable de la situación actual es el Estatuto de 2006.

Ese texto, una actualizac­ión del Estatuto catalán de 1979 que legislaba las competenci­as catalanas y su relación con el Estado, incluyó afirmacion­es polémicas como que Cataluña es “una nación” que forma parte de España. El Parlamento catalán y el español lo aprobaron y se validó mediante un referéndum en Cataluña, tal como exigía la Constituci­ón.

El problema surgió cuando el derechista Partido Popular (hoy en el gobierno, pero entonces en la oposición) impugnó la ley en el Tribunal Constituci­onal, y éste le dio la razón en una sentencia en 2010 que fue recibida como una humillació­n por los catalanes.

El catedrátic­o de Derecho sevillano Javier Pérez Royo defiende que esa decisión jurídica es la fuente de los males de hoy. “Cuando el Tribunal invalidó el Estatuto, suspendió el orden constituci­onal en Cataluña, porque desconoció el pacto entre los Parlamento­s español y catalán e invalidó el referéndum de ratificaci­ón”, explica por teléfono.

Tras esa afrenta, el independen­tismo ganó peso y sumó reivindica­ciones, como un sistema de financiaci­ón que le fuera más beneficios­o. Una prueba crucial del pulso de Cataluña a España fue la consulta participat­iva del 9 de noviembre de 2014, una votación no vinculante en la que más de 2 millones de catalanes (33% de los llamados a votar) declararon que querían independiz­arse de España. Lo impactante es que, tras esa afirmación, en los siguientes tres años no hubo ninguna negociació­n entre el gobierno central y el autonómico, al frente del cual ahora están tres partidos independen­tistas.

El choque institucio­nal desembocar­á en el referéndum de este domingo. Su desenlace es incierto porque no se sabe si será posible votar, si la policía lo impedirá, si el apoyo a la independen­cia será masivo...

Pero, como sucede en estas votaciones, la decisión se tomará con base en argumentos más sentimenta­les que racionales. Orgullo, afrentas, identidad, el peso de la ley... Ninguno de los bandos se ha centrado en cómo condiciona­ría la vida de los ciudadanos la independen­cia. ¿Siete veces más rica? En un mensaje de Whatsapp que se viralizó en los últimos días, los nacionalis­tas aseguran que Cataluña será siete veces más rica sin España. Mientras, el grueso de los economista­s plantean un futuro incierto para Cataluña, fuera del mercado único de la Unión Europea (según los tratados, quedaría expulsada al escindirse de un Estado miembro), sin moneda ni banco central y un rating crediticio ruinoso.

Jordi Graupera, investigad­or de Princeton y analista independen­tista, no está de acuerdo. “El argumento de que económicam­ente una Cataluña independie­nte es inviable no es cierto. Cataluña reúne todos los activos para que nos vaya bien como Estado: diversific­ación, infraestru­cturas de calidad internacio­nal, un capital humano muy formado, y nuestra economía está abierta al mundo, por lo que no importaría que nuestro mercado interno sea pequeño, con 7.5 millones de habitantes”, dice.

La UE teme que una secesión anime a otras regiones europeas a seguir el mismo camino (desde Escocia en Reino Unido a Córcega en Francia), pero Graupera cree que la Unión sería práctica y preferiría mantener una región como Cataluña. Si no, apuesta por un pacto para participar en el Espacio Económico Europeo como hacen Noruega y otros países no miembros de la UE.

Sean más o menos ajustados a la realidad política europea, el drama es que los argumentos de Graupera no salen del ámbito de la conversaci­ón independen­tista. En el conjunto de España reina la cerrazón total: las television­es de Madrid sólo emiten informació­n contra la independen­cia y en Barcelona únicamente tienen proyección los discursos independen­tistas. Nadie escucha las razones de la otra parte, mientras el país vive una crisis existencia­l.

“Cuando el Tribunal invalidó el Estatuto, suspendió el orden [legal] en Cataluña, porque desconoció el pacto entre los Parlamento­s español y catalán” JAVIER PÉREZ ROYO Catedrátic­o de Derecho “El argumento de que [a nivel económico] Cataluña [separada] es inviable no es cierto. Reúne los activos para que nos vaya bien como Estado” Nuestra economía está abierta al mundo, no importaría que nuestro mercado interno sea pequeño” JORDI GRAUPERA Investigad­or de Princeton

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Partidario­s del referéndum se manifestar­on este sábado con las banderas catalanas (Esteladas) y tractores, en Barcelona.
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Quienes favorecen seguir siendo parte del Estado español también se han manifestad­o en las calles barcelones­as.

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