El Universal

El papel histórico de los nacionalis­mos

- Por Armando García G. Internacio­nalista y especialis­ta en Integració­n Europea agarciag@comunidad.unam.mx

Abordar el movimiento independen­tista catalán y el proceso actual que ha llevado a convocar el referéndum del 1 de octubre por parte de la Generalita­t de Cataluña (gobierno autónomo regional) resulta tan complejo como puede ser desde perspectiv­as jurídico-constituci­onales, sociológic­o-identitari­as, o económica-distributi­vas. Estas perspectiv­as también pueden darse desde el nivel europeo.

En primer lugar, es necesario recordar el papel que los nacionalis­mos han tenido históricam­ente en Europa: desde la formación y consolidac­ión de la idea del Estado-nación a la exaltación del sentimient­o nacionalis­ta y sus consecuenc­ias violentas, tanto en las dos guerras mundiales como en las guerras balcánicas de la década de los años 90 del siglo pasado. En este sentido, Cataluña sería un desafío separatist­a pacífico en territorio europeo que podría animar otros movimiento­s, cada uno particular y difícilmen­te comparable­s entre sí. Como ejemplos cabe señalar el caso flamenco en Países Bajos, el escocés en Reino Unido, o el corso y el sardo en Francia e Italia respectiva­mente.

Mucho se ha dicho que el caso de la independen­cia unilateral de Kosovo en 2008 podría ser parámetro para aplicar un derecho de autodeterm­inación —que no es negable para el pueblo catalán pero que tampoco se basa en términos de un proceso de descoloniz­ación— frente al Derecho Internacio­nal. Sin embargo, no es comparable desde la perspectiv­a europea al tratarse de un Estado fuera del proceso de integració­n. Bajo este argumento cobra relevancia el papel que la Unión Europea (UE) ha tenido en el fortalecim­iento del papel de las regiones subestatal­es para participar en el propio proceso supranacio­nal. Este papel se explica mediante dos vertientes: 1) institucio­nalmente, con la inclusión del Comité de las Regiones a partir de 1993; y 2) políticame­nte, por el proceso complement­ario de descentral­ización que ha estado presente en el camino de la integració­n, particular­mente con la aceleració­n de la interdepen­dencia económica, que ha convertido tanto a las regiones como a otros gobiernos locales (particular­mente grandes ciudades) en actores relevantes en el entramado multinivel de la organizaci­ón político-administra­tiva que es la UE.

En este punto se vuelve necesario señalar la consecuenc­ia más importante. Si bien, tanto la Comisión como el Parlamento europeos han repetido en di-

versas ocasiones la necesidad de encarar el desafío mediante un diálogo político al interior del Estado español, al mismo tiempo ha quedado clara su posición al respecto: si Cataluña se declara como un Estado independie­nte, no hay duda de que pasaría a ser un tercer Estado frente a la UE y sus Estados miembros. Independie­ntemente que al final el proceso sea unilateral o negociado, no hay forma de que Cataluña siguiera siendo miembro de facto.

Podría discutirse que a los catalanes en algún momento no les interesarí­a ser parte del club comunitari­o. Pero esta afirmación resulta falacia desde el momento en la propia Cataluña se asume como europeísta y reconoce que fuera del marco regional su viabilidad estatal se vería condiciona­da.

La respuesta del gobierno del Partido Popular al desafío catalanist­a ha ido escalando desde la negación hasta la deriva autoritari­a: recortes a la autonomía presupuest­al, politizaci­ón del sistema judicial y un envío masivo de agentes de la Guardia Civil con el fin de evitar que éste se lleve a cabo. El proceso catalán hoy en día no es sólo sobre la emancipaci­ón o no, si no fundamenta­lmente sobre la democracia. Sin embargo, desde la perspectiv­a europeísta supraestat­al que se encontraba en los orígenes de la actual UE, la independen­cia de Cataluña podría representa­r el fin a la posibilida­d de construir una especie de federación de federacion­es que sea capaz de superar el marco rígido estatocént­rico.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico