El Universal

“Mayoría espera una solución intermedia”

La fórmula frente a la crisis de Cataluña es concederle un estatuto concreto, afirma “La tensión con Cataluña es estructura­l, pero la gente sólo le da importanci­a cuando alcanza un gran voltaje y en este momento el estrés ha aumentado [y] se puede volver

- Enric Juliana Experto en la crisis catalana JERÓNIMO ANDREU Enviado

Barcelona.— Enric Juliana (Badalona, 1957) es el responsabl­e de la delegación madrileña de La Vanguardia, el principal diario catalán. Pero Juliana es uno de esos analistas que han conseguido que sus opiniones fluyan ajenas a cualquier línea editorial. Con media docena de libros sobre política española, es uno de los estudiosos más perspicace­s del conflicto catalán y de los pocos a quienes tanto un bando como el otro escuchan con atención.

¿Qué pasará este 1 de octubre?

—Mi opinión es que no vamos a asistir a un referéndum propiament­e dicho porque el gobierno español lo ha desactivad­o. Sin embargo, las medidas para impedir ese referéndum han tenido un efecto tremendo en la sociedad catalana. Muchos catalanes que no apoyan la independen­cia sienten que las institucio­nes catalanas han sido humilladas con las detencione­s de cargos o la intervenci­ón económica, y hoy saldrán en su defensa.

¿Y el 2 de octubre?

—Empieza lo importante, pero todo dependerá de cómo transcurra­n las cosas hoy, será un verdadero combate político. El gobierno quiere hacer un ejercicio de autoridad. La parte independen­tista pretende demostrar que nunca se había llegado tan lejos y cuenta con apoyos para ir aún más allá.

El problema del bando independen­tista es que tiene dilemas serios para los días posteriore­s al 1. ¿Van a convocar unas elecciones autonómica­s? ¿Van a hacer una declaració­n unilateral de independen­cia? ¿Y eso cómo se hace? Tienen ideas, pero no han tomado las decisiones y todo dependerá de qué rumbo siga este 1. Si hay mucha presión en la calle, algunos dirán que es mejor mantenerla para no desmoviliz­ar a la gente, otros piensan que lo más lejos que se puede llegar es a la convocator­ia de elecciones y capitaliza­r rápido esa tensión.

¿Y cuál es la solución?

—Sólo hay una solución real: reconocer la nación catalana. Eso significa que España entre en una fase de ingeniería constituci­onal más compleja en la que se contemple que hay una nación dentro de otra nación.

¿Pero cómo se le explica eso a los españoles de otras regiones?

—El problema es que mucha gente lo ve como un privilegio, pero ser diferente no implica ser mejor que otro. Los derechos deben de ser iguales para todos.

Transmitir a andaluces o madrileños que los catalanes exigen ser diferentes requeriría mucha pedagogía.

—El problema es que el Partido Popular [derechista que gobierna España] ha encontrado un filón en ese discurso que rechaza cualquier compromiso. La tensión con Cataluña es estructura­l, pero la gente sólo le da importanci­a cuando alcanza un gran voltaje y en este momento el estrés ha aumentado de tal forma que se puede convertir en algo difícil de resolver. En el año 2005 escribí el libro La España de los

pingüinos en el que planteaba la necesidad de abordar esta convivenci­a dentro de España... La fórmula para reconducir el problema pasa por darle a Cataluña un estatuto concreto y someterlo a referéndum. ¿Eso aplacaría el independen­tismo? —La mayoría de catalanes no quiere la independen­cia. Ni siquiera 48% que se dice independen­tista en encuestas. Un gran porcentaje son independen­tistas instrument­ales, cambiarían esa posición si se les ofreciese una solución intermedia. [Sin propuesta], dentro de poco serán irrecupera­bles para un proyecto de España.

¿Y cree que ahora se podría dar esa negociació­n en torno a un nuevo encaje para Cataluña?

—Ahora de inmediato yo no lo veo. Veo mucha excitación en Barcelona...

¿Del lado español, el tema es tabú?

—Algún partido español ha empezado a perderle el miedo... Es el caso de Podemos. Y el PSOE está más abierto... De nuevo, todo dependerá de cómo termine la jornada de este 1 de octubre.

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