La UE opta por guardar silencio
Bruselas.— Como lo hizo en la antesala del referéndum del Brexit, la Comisión Europea ha adoptado la postura de los “tres monos sabios” ante la consulta invocada por los independentistas catalanes. El Ejecutivo comunitario “no ve, no oye y no dice” nada ante la convocatoria separatista calificada por el gobierno español como ilegítima.
La institución comunitaria ni siquiera se inmutó con la noticia de que las autoridades españolas habían echado abajo, entre otras, la página web de la Asamblea Nacional Catalana en un intento por bloquear la divulgación del referéndum. “No tenemos nada que decir”, fue la reacción del portavoz de la Comisión Europea, Margaritis Schinas.
La posición de la Comisión respecto a la cuestión catalana siempre ha seguido la misma línea: “Es un asunto de orden interno español”. Así han respondido tanto el actual presidente de la Comisión, Jean Claude Juncker, como sus predecesores, José Manuel Durao Barroso y Romano Prodi. Incluso, éste último fue quien determinó bajo qué condiciones se aceptaría una Cataluña independiente.
Así, para que una consulta sea considerada legal, los resultados deben estar apegados a la Constitución del Estado, en éste caso el español; si no, sería considerada una acción contraria al marco legal de la Unión. Si Cataluña naciera como Estado independiente, pasaría a ser un territorio externo: sus más de siete millones de habitantes perderían todos los beneficios comunitarios al quedarse fuera de la UE.
Para volver a formar parte del club, la autoridad catalana tendría que arrancar de cero, presentando su solicitud de adhesión. Una vez aceptada la petición obtendría el título de candidato, lo que puede ser automático, como sucedió con Islandia, o tardar años, como con Turquía.
Concluido el proceso de negociación, el pacto de adhesión pasaría a la ratificación del Consejo Europeo, el Parlamento Europeo y los Estados miembro, requiriendo la unanimidad para poder entrar en vigor. En síntesis, sin el consentimiento de Madrid, Barcelona jamás pasará a formar parte de la familia comunitaria.
Detrás de la aparente imparcialidad de Bruselas ante el separatismo catalán hay una enorme preocupación. El Brexit ya concentra una parte sustancial del capital político de la UE y si quiere relanzar el proyecto comunitario, como ha anunció el presidente francés Emmanuel Macron, no puede darse el lujo de gastar energía en un nuevo proceso de redefinición de fronteras en su interior, señalan observadores.
Además inquieta el riesgo de que el precedente catalán abra la caja de pandora en otros Estados miembro que experimentan tensión entre las capitales y algunas de sus regiones; están los casos de Sicilia y la región del Véneto en Italia; el de la próspera Flandes que junto con la pobre Valonia y Bruselas conforman Bélgica, y el territorio de ultramar francés de Córcega, por mencionar algunos.