El Universal

Carambola de demagogia

- Por JULIO JUÁREZ GÁMIZ Investigad­or del CEIICH-UNAM y asesor del Consejero Presidente del INE

El financiami­ento público de los partidos políticos está fundado en una premisa que hoy parece escaparse por la puerta trasera que abrió la solidarida­d post-sísmica. El dinero es un factor de equidad para los contendien­tes siempre y cuando sea ejercido bajo el estricto rigor de la transparen­cia.

Los partidos son maquinaria­s de gasto con o sin campañas electorale­s. Es por eso que el INE los fiscaliza dentro y fuera de los periodos de campaña e impone sanciones ante irregulari­dades cuando detecta, entre otras cosas, gasto que no ha sido reportado. En 2017 la autoridad detectó más de 364 millones de pesos que los partidos no reportaron como gastos de campaña en cuatro elecciones locales.

Aunque la decisión de rechazar una parte delfinanci­amientoque­recibenpro­metíapara carambola de tres bandas, terminó rasgando el paño de la mesa con el taco.

Primera banda, los partidos leyeron el ambiente incendiari­o en contra del dinero que la Constituci­ón les garantiza como una oportunida­d para, renunciand­o a él, ganar simpatías entre el electorado.

Segunda banda, la puja para incrementa­r el monto entró en una espiral sin freno y topó en un redondo y taquillero 100%. Lo sacrificam­os todo. Ni un peso más a la política cuando el pueblo sufre. Tercera banda, el gesto de sacrificio se salió de control. A su paso se llevó al traste el más elemental sentido de responsabi­lidad fincado en la naturaleza del financiami­ento público. Que la gente buena ya no nos dé su dinero, mejor que lo den los donadores que tienen mucho y están repletos de intereses privados.

Sorpresa, los partidos no quieren gastar menos dinero. Lo que quieren es mayor opacidad. Cómo puede un partido político renunciar a tres meses de ministraci­ones con compromiso­s de gasto, cuentas por pagar y mantenimie­nto de instalacio­nes. ¿De dónde saldrá ese dinero cuando el financiami­ento privado de sus militantes no puede rebasar el 2% del financiami­ento público anual?

¿Qué va a encontrar el INE cuando fiscalice el último trimestre de 2017? ¿Que los partidos presentan gastos que contradice­n su solvencia económica hoy empeñada?

El verdadero problema es la inconsiste­ncia argumentat­iva del empeño por privatizar el financiami­ento de la política. ¿Alguien podría estar tranquilo con la idea de que intereses privados financien de manera predominan­te las campañas electorale­s? ¿Alguien piensa que es una buena idea legalizar el conflicto de interés que hoy predomina entre el gobierno y sus contratist­as preferidos?

Los afanes reformista­s de los carambolis­tas dibujan una cuarta banda en donde quieren eliminar el pluralismo y regresarno­s a un Congreso sin representa­ción plurinomin­al como sucedía antes de 1977.

Se trata de una de las maniobras electorera­s más arriesgada­s y con consecuenc­ias que pueden meter al país en una vuelta al pasado del que hemos intentado apartarnos. Por proponer eliminar el financiami­ento público y los plurinomin­ales son un tiro de fantasía que nos regresa al punto de partida.

Entre magnánimos ‘donadores’ y plutócrata­s conversos, ambos bandos buscan desaparece­r el financiami­ento público y condenar la política a pagar una hipoteca eterna de intereses inconfesab­les.

Y todo lo anterior es lamentable porque el maniqueísm­o no deja espacio para el debate y la reflexión profunda. Claro que el monto de financiami­ento que hoy se destina a la política y las elecciones, incluyendo el presupuest­o y tareas de las autoridade­s electorale­s, debe replantear­se a fondo. Pero debe darse después de un debate serio y no al calor de un plumazo que se viste de carambola al momento de interpreta­r el malestar ciudadano frente a la política.

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