El Universal

“Volveremos a levantar la casa”

• Remedios Salazar, quien tiene cáncer, perderá su casa por el sismo • Sus hijos dicen que volverán a construir su hogar, “como sea”

- Texto: PEDRO VILLA Y CAÑA Foto: BERENICE FREGOSO

Remedios Salazar construyó su vivienda en Tepalcingo, Morelos, con el dinero que sus tres hijos le mandaban desde Estados Unidos, pero el sismo del 19 de septiembre dejó su hogar con grietas y tendrá que ser demolido. Estas afectacion­es no son su única amenaza, puesto que fue diagnostic­ada con cáncer en la matriz hace una década. Sus hijos le han prometido que “como sea, volverán a levantar la casa”.

MORELOS

Tepalcingo.— Remedios Salazar Ávila, de 72 años, mira con lágrimas las grietas de la casa que construyó con el dinero que sus tres hijos le mandaban desde Estados Unidos. Levantar su hogar fue la promesa que le hicieron cuando se fueron a Los Ángeles, California, de manera ilegal.

Luego del sismo de 7.1 grados, la vivienda no puede ser habitada. Debido a las grietas de más de 10 centímetro­s, el que fue su hogar por 15 años, tendrá que ser demolido.

Sin embargo, estas afectacion­es no son lo único que amenaza la tranquilid­ad y la vida de Remedios; hace una década le diagnostic­aron cáncer en la matriz, tiempo que ha dedicado a trasladars­e a la Ciudad de México para recibir radioterap­ias y quimiotera­pias.

Le cuesta trabajo hablar sobre su padecimien­to, es algo que le duele recordar. “Me han dicho que voy bien, pero todavía tengo que cuidarme y tengo que ir al hospital, a México”, afirma, dando por términado el tema.

Cuando en 2007 avisó a sus hijos sobre la enfermedad, dos de los tres que migraron decidieron regresar. De ganar más de 100 dólares al día por tener dos empleos y trabajar más de 14 horas, hoy se tienen que dedicar al cultivo del sorgo y de maíz, actividad por la que sólo reciben 150 pesos al día.

“Cada 15 días mis hijos me mandaban dinero. Me llamaban y me decían: ‘Tal dinero es para comer, otro tanto para la casa, y lo otro para el banco’”, comenta. A pesar de la precaria situación en la que se encuentran los hijos de Remedios Salazar, le comentan que “volverán a construir la casa, como sea, pero volverán a levantarla”.

Apretando sus manos, y con su casa casi vacía, Remedios sentencia con voz firme: “Voy a salir adelante de todo lo que me ha pasado, primeramen­te Dios”.

El sismo. Rosario camina en lo que fue su recámara y recuerda que el martes 19 de septiembre se encontraba en la presidenci­a municipal realizando un trámite para sacar un acta de nacimiento nueva y en el segundo piso, donde se ubica la oficina del Registro Civil, sintió que la banca donde esperaba se cimbró.

“Yo sentí el temblor y a pesar de que me cuesta trabajo caminar, pensé: ‘Prefiero que mis hijos me vean huila [herida], que muerta’. Salí corriendo, no sé cómo, pero salí”.

La mano de Remedios toca una de las paredes que desaparece­rá en unos días; en ese lote donde antes hubo una casa de abobe y donde crecieron sus hijos. La pared azul tiene una fisura que deja ver las mangueras de los cables de luz, el movimiento sísmico daño también la instalació­n eléctrica.

“En la tarde todavía se escucha cómo truena la casa. Me da miedo entrar, por eso, no dejo que nadie entre, nos dijeron que es peligroso”, comenta. A un costado, una fotografía donde posan sus hijos en Estados Unidos yace en el piso y con el vidrio roto. Afuera, toca uno de los miles de tamarindos que la lluvia ha permitido que crezcan; en el pequeño patio, cuatro calabazas se asoman: “Estarán buenas para hacerla en dulce para Día de Muertos”.

Con un delantal con flores, Remedios saca una servilleta y se seca la frente, dirige su mirada hacia su nieta que acaba de llegar con una despensa donada.

“Es lo único que hemos recibido, despensas de gente que gracias a Dios nos ha ayudado, pero nadie del gobierno ha venido. Yo quisiera que nos vinieran a apoyar, sé que no soy la única, pero ojalá y me pudieran ayudar”, sentencia ella.

Cansada, la mujer se dirige a la entrada de lo que fue su hogar. Es tarde y tiene que irse al lugar donde hace más de 15 días vive uno de sus hijos. Mientras a paso lento se aleja, vuelve a sentenciar: “Saldré adelante, primero Dios”.

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El que fue el hogar de Remedios por 15 años tendrá que ser demolido, ya que el terremoto dejó su vivienda con grietas de más de 10 centímetro­s. Cuenta que, aunque le cuesta caminar, en el momento del sismo salió como pudo.
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Luego del terremoto de 7.1 grados, la vivienda de la anciana de 72 años no puede ser habitada. El que fue su hogar por 15 años y que construyó con ayuda de sus hijos tendrá que ser demolido, debido a las grietas de más de 10 centímetro­s que presenta;...

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