El Universal

Alejandro Hope

Gobernació­n: el monstruo debe morir

- Alejandroh­ope@outlook.com @ahope71

En la crisis de los sismos, el premio al político más ausente se lo lleva Miguel Ángel Osorio Chong. El secretario de Gobernació­n no estuvo en la emergencia y no está en la reconstruc­ción. No ha estado con las víctimas, no ha estado con los rescatista­s. Casi no se le ha visto en los escombros y casi no se le ve en las decisiones. No dice nada, no se le oye, no pinta.

Y no sólo no pinta Osorio. Gobernació­n está igualmente desapareci­da. Su voz en la crisis la ha llevado un funcionari­o menor (el coordinado­r general de Protección Civil, Luis Felipe Puente). En las decisiones sobre la reconstruc­ción, Hacienda ha llevado la voz cantante. En la atención a las víctimas, la SEP o la Sedatu o la misma Presidenci­a traen mano.

En parte, esto es una peculiarid­ad de Osorio Chong, de su estilo personal, de su incomodida­d con los reflectore­s. Pero también es un problema institucio­nal: la Secretaría de Gobernació­n abarca cada vez más y aprieta cada vez menos. Tiene tantas agendas que no puede cubrir ninguna bien.

La Segob tiene ocho subsecreta­rías o similares, tres organismos descentral­izados y 16 organismos desconcent­rados. Caen en su cancha la interlocuc­ión política, la seguridad pública, la protección civil, la relación con las iglesias, la política migratoria, los derechos humanos, la prevención del delito y la inteligenc­ia civil, entre muchas otras cosas. Es cabeza de sector lo mismo de la Policía Federal que del Consejo Nacional de Población o el Archivo General de la Nación.

Todo parece caber allí, todo se quiere hacer allí. Y muy poco se hace bien.

Alguna vez comenté en este espacio sobre el desastre que significó la fusión de la Secretaría de Seguridad Pública y la Secretaría de Gobernació­n. El aparato de seguridad se quedó sin gobierno, sin responsabl­e político, supuestame­nte bajo la responsabi­lidad de un funcionari­o (el comisionad­o Nacional de Seguridad) desprovist­o de facultades para hacer frente a esa responsabi­lidad.

Hoy parece que el gigantismo de la Segob ha tenido costos también para la prevención de desastres y la protección civil. Esos asuntos están a cargo de funcionari­os de tercer nivel, sin peso administra­tivo, sin relevancia política, sin acceso a tomadores de decisiones. Podría casi apostar que Luis Felipe Puente puede contar con los dedos de dos manos el número de reuniones que ha tenido con el secretario Osorio desde el inicio del sexenio (o al menos, hasta los sismos de septiembre). No es casualidad por tanto que en el proyecto de Presupuest­o de Egresos 2018, haya recortes programado­s tanto para la Coordinaci­ón General de Protección Civil y el Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred).

La corrupción mata. El mal diseño institucio­nal también. Tras las catástrofe­s del último mes, se vuelve indispensa­ble repensar la manera de organizar el gobierno y, particular­mente, las áreas dedicadas a responder a desastres. La Segob se ahoga en su tamaño, se paraliza ante la emergencia, se borra cuando surgen condicione­s excepciona­les, se traba al intentar organizar una respuesta.

Entonces, la reconstruc­ción del país debe incluir la reconstruc­ción del gobierno. Y eso requiere crucialmen­te rehacer ese edificio dañado y repleto de cuarteadur­as llamado Secretaría de Gobernació­n.

Ese edificio institucio­nal ya no aguanta. O lo apuntalamo­s y le quitamos lastre, o se nos va a venir encima.

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