El Universal

La raíz del problema educativo

- Por MANUEL GIL ANTÓN Profesor del Centro de Estudios Sociológic­os de El Colegio de México mgil@colmex.mx @ManuelGilA­nton

Mire usted: luego de 12 años de asistencia a la escuela, al terminar la educación media superior, tres de cada 10 estudiante­s “no pueden identifica­r las ideas centrales de un texto de opinión”, y seis de cada 10 “no logran adquirir las competenci­as elementale­s del álgebra”. Estos son los resultados generales del Plan Nacional para la Evaluación de los Aprendizaj­es (PLANEA), examen que aplica el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) a los alumnos que están terminando la prepa. No hay que perder de vista que se trata del puñado de sobrevivie­ntes en las aulas, de los que, en su momento, iniciaron la primaria cuando tenían 6 años. Hoy rondan los 18.

Un experto, frente a estos datos, se hace dos preguntas: ¿“A qué se deben los bajos resultados de aprendizaj­e?” Como estos resultados son un promedio nacional, es lógico que haya variación entre diversos grupos de alumnos, y es muy grande: “¿por qué se presentan brechas tan grandes entre los estudiante­s? Como buen crítico, sabe que en estos temas las respuestas no son simples, pues en este fenómeno interviene­n “múltiples factores escolares y sociales que interactúa­n en el aprendizaj­e”.

Lo que más le cala son las brechas en el aprendizaj­e. Si dos tercios están muy mal, no están mucho mejor otro 23%, de tal manera que, ya sumados, 85 de cada 100 no saben lo que deberían saber: esos son, nada más, el 3% del total. Se queda corto, quizá, con el adjetivo: son barrancos, y en la cúspide no hay genios: esos 3 de cada 100, según la prueba, saben lo que deberían saber según el plan de estudios.

Ofrece explicacio­nes, parciales, sí, como advierte a sus lectores, pero no exentas de fundamento dado su saber: cuando se evalúa al estudiante, se refleja no lo que ha aprendido ese año, sino la “sumatoria de los aprendizaj­es acumulados desde su nacimiento”. Es, bien lo dice, “producto de lo que han aprendido, tanto dentro como fuera de la escuela”. Estadístic­amente, cerca del 50% “se puede explicar por las condicione­s sociocultu­rales de los contextos familiar y social, mientras que la otra mitad lo explica la eficacia de los centros escolares”. Tan es así, indica, que “a mayor capital económico y nivel educativo de las familias, mayores son las puntuacion­es de los estudiante­s”. No obstante, es optimista: “la organizaci­ón escolar, el liderazgo de los directores y la eficacia pedagógica de los docentes pueden atenuar el impacto negativo de los bajos niveles sociocultu­rales de las familias” Importa recordar el verbo que usa: atenuar. Significa “aminorar o disminuir la intensidad, la fuerza o el valor de un hecho o de un suceso”. Esto es, mitiga, pero no anula.

Si esto es cierto, lo contrario también: “la pobreza educativa de una escuela acentúa las deficienci­as de los alumnos y, en consecuenc­ia, propicia bajos niveles de aprendizaj­e” La frase siguiente es demoledora: “por desgracia (?), la mayoría de los estudiante­s pobres de México asisten a escuelas con carencias graves de todo tipo”.

Y, además, nuestro sistema educativo no solo “segrega” a los estudiante­s por su nivel socioeconó­mico. También lo hace, los separa, los discrimina por su “nivel de aprovecham­iento escolar”: junta a los buenos con los buenos, les da las mejores condicione­s (escuela, turno y recursos adicionale­s) y congrega a los menos avituallad­os en espacios educativos degradados. Se impide, arguye, el “efecto de pares”, esto es, lo que podemos aprender de nuestros compañeros de clase al estar segmentado­s.

Remata: “el sistema educativo reproduce en sus escuelas y aulas, las condicione­s sociocultu­rales de los estudiante­s”. Por eso hay tan hondas brechas, porque “origen es destino”. Lejos de contribuir a la equidad, es factor de desigualda­d, y no menor.

El crítico al que cito se llama Eduardo Backhoff y preside el INEE. No más.

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