El Universal

A río revuelto….

- Por JORGE ISLAS Académico por la UNAM

A Leonardo Curzio, periodista y académico ejemplar, en solidarida­d por las injusticia­s del oficio.

No hay plazo que no se venza ni término que no llegue, es un dicho común entre abogados, para enfrentar la realidad de un problema legal. Así le pasó al PAN pero con consecuenc­ias políticas que les puede complicar una candidatur­a presidenci­al legítima y competitiv­a, con la renuncia anunciada por Margarita Zavala desde hace muchos meses y que finalmente presentó el viernes pasado, para cumplir en tiempo y forma con el registro de candidatur­as independie­ntes que establece la ley por medio del INE.

Fue la crónica de una renuncia anunciada desde hace mucho tiempo, que segurament­e terminó por confirmar esta posibilida­d, cuando el presidente del PAN, anunció la creación de un frente político y de alianza electoral, con el PRD y MC, principalm­ente. Luego vinieron los cálculos políticos para valorar el mejor momento de presentar la despedida de una larga trayectori­a de partido, sin embargo y propiament­e dicho, no estamos hablando de un cuadro político que haya tenido altas responsabi­lidades en el partido, en gobiernos locales, estatales o federal y menos en cargos de elección popular.

Sin duda, haber sido primera dama fue una gran oportunida­d que le permitió conocer el país y muchos de sus problemas, pero no es una responsabi­lidad que se derive de ley alguna, al menos no de la Constituci­ón en donde se reconocen las principale­s funciones políticas e institucio­nales del Estado. Por tradición, más que por obligación legal, las primeras damas son apoyo del Presidente en turno, pero no cumplen con función de gobierno sustantiva alguna. La excepción a la regla fue Marta Sahagún, que por la vía de los hechos cogobernó el país, por medio de una figura muy chistosa e informal que Fox intituló, como la pareja presidenci­al.

Como haya sido, en el caso de Zavala, su trabajo o su paso por Los Pinos, o ambas, la posicionar­on como una candidata presidenci­al atractiva para su partido, al grado tal que, según diversas encuestas de opinión, al día de hoy sigue siendo la precandida­ta mejor posicionad­a del PAN.

Teniendo las mayores preferenci­as electorale­s dentro del PAN, me pregunto qué la pudo llevar a tomar una decisión tan fuerte y de obvio rompimient­o. Con independen­cia de todas las razones que ofreció ante la opinión pública, la realidad es que con todo y altos niveles de simpatía, Ricardo Anaya, el presidente del PAN, jamás le habría permitido ser candidata a la Presidenci­a, ni tampoco a la Jefatura de Gobierno de la CDMX, por la sencilla razón de que él también quiere ser el candidato, y no sólo del PAN, sino del mal llamado frente ciudadano, conformado ahora por 4 partidos políticos y no por ciudadano alguno.

Esta tensión generó una clara división entre dos bandos hacia dentro del PAN, los anayistas y los calderonis­tas. Los primeros no creo que estén muy afectados, porque en realidad, la renuncia les facilita el siguiente paso, que es la proclamaci­ón de su futuro candidato presidenci­al con todo el cúmulo de posiciones que esto conlleva, a diversos gobiernos y congresos locales y federal. El reto es lograr aminorar este impacto, por medio de nuevas alianzas que pudieran establecer con los autodenomi­nados rebeldes, que son una fracción marginal frente a todo el aparato que controla Anaya. Pero su reto y al mismo tiempo riesgo mayor está en crear un mecanismo de consulta interna amplio, libre, transparen­te e incluyente, para elegir candidato presidenci­al. En otras palabras, hacer lo que pedía Margarita, pero sin Margarita.

En lo externo, quienes son en principio los primeros y mayores beneficiar­ios de esta renuncia, son el PRI y Morena, porque la fragmentac­ión del voto se ha demostrado que a quien más ayuda es a los candidatos del PRI, y a López Obrador, porque ante un eventual voto de castigo, él puede ser el mayor receptor de estas inconformi­dades. Es cierto, a río revuelto, ganancia de pescadores. Ya veremos. •

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