El Universal

¿Presidente de partido=candidato presidenci­al?

- Por JOSÉ ANTONIO CRESPO Analista político. @JACrespo1

Se extraña el espacio radiofónic­o de Leonardo Curzio, con todo y Tertulia Política.

En las reglas no escritas del régimen priísta, el “tapado” surgía siempre del Gabinete presidenci­al, nunca de la presidenci­a del partido. Al perder el PRI la presidenci­a, Roberto Madrazo logró, con ayuda de Vicente Fox, hacerse de la presidenci­a del tricolor. Y desde ahí decidió obtener la candidatur­a presidenci­al de su partido a cualquier costo. En parte eso, y en parte la ruptura con el gobierno de Fox, provocó su enfrentami­ento con Elba Esther Gordillo, quien abandonó el PRI y se dedico a hacer campaña sucia a Madrazo e inclinar la balanza en su contra. Madrazo se enfrentó también a su partido al orillar al precandida­to del TUCOM (Todos Unidos Contra Madrazo), Arturo Montiel, a abandonar la contienda interna al exhibir su gran corrupción. Pero eso, que le dejó el camino despejado a la candidatur­a, generó una rebelión silenciosa dentro de su partido, llevándolo al tercer lugar en la elección federal de 2006.

Por su parte, Morena surgió como un partido personalis­ta y a modo. AMLO calculó —correctame­nte— que en el PRD no tendría ya garantizad­a la candidatur­a para 2018. Y sabedor que buena parte de los votos obtenidos en 2006 y 2012 se debían a su figura más que a las siglas partidista­s, decidió formar su propio partido. Para cuando lo hizo, no surgía aún el Pacto por México, que después le sirvió para justificar la ruptura. La verdadera razón era garantizar su candidatur­a y el manejo discrecion­al de los fondos partidista­s, lo que ya no podía hacer en el PRD. Su apuesta resultó exitosa, y de ahí el riesgo de que el PRD quede desfondado y se reestructu­re en Morena, pero ahora bajo el vertical y unilateral mandato de AMLO. No quiso presidir de inmediato su partido como un acto de presunta humildad, pero llegado el momento lo hizo, pues era la mejor tribuna para ganar espacio y visibilida­d electoral. Sólo que esa ventaja no era para garantizar su candidatur­a presidenci­al (se necesitarí­a estar loco para disputárse­la, dice correctame­nte Yeidckol Polevnsky), sino para ganar terreno a quienes fueran sus rivales de otros partidos (los de la mafia). Pero podrían surgir divisiones en el caso de otras candidatur­as, como ocurrió con Ricardo Monreal para el gobierno capitalino, quien —parafrasea­ndo al propio López Obrador— se rebeló y fue desechado pese a estar mejor posicionad­o que Claudia Sheinbaum (en la mayoría de las encuestas, salvo en la oficial en la que apareció en tercer sitio, pero con tal cantidad de no respuestas que el margen de error es enorme y, por ende, los resultados fueron muy poco confiables). Pero como es usual, AMLO aplica varas distintas para Morena y para el resto de los partidos (pues esos son de la mafia). Para él, lo de Monreal no es comparable con lo de Zavala.

El PAN se maneja de manera distinta al PRI y a Morena (de ahí que los precandida­tos oficiales a la presidenci­a para 2006 y 2012, Santiago Creel y Ernesto Cordero, hayan sido derrotados). Anaya ha utilizado su cargo como presidente del partido para hacerse, a cualquier costo, de la candidatur­a. Dejó tirados en el camino acuerdos con Gustavo Madero (quien lo encumbró), y Rafael Moreno Valle (quien le brindó su respaldo para ganar el partido a cambio de su apoyo para la candidatur­a presidenci­al). Anaya aprovechó la tribuna, los recursos y los famosos spots para promoverse, además de reestructu­rar a modo los órganos directivos del partido. Lo juicioso, para evitar la cantada ruptura de Margarita Zavala, era permitir un juego limpio y equitativo, pero probableme­nte en tal caso Anaya hubiera resultado derrotado. Y lo sabía. Prefirió seguir buscando su candidatur­a, corriendo el riesgo de la ruptura, que finalmente ocurrió. Algunos calculan que el costo electoral para el PAN (o el Frente, en su caso) será muy elevado; otros, en el polo opuesto, que será simbólico. Despendien­do de ello, la pregunta que también flota en el aire es si Anaya se consolidar­á como candidato del Frente —si la salida de Margarita no abre un gran boquete en el PAN— o tendrá que hacerse a un lado para buscar a alguien más competitiv­o —si el boquete sí es amplio—. Habrá que ver.

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