El Universal

La Catedral en peligro

- @hdemauleon demauleon@hotmail.com

Durante el terremoto del pasado 19 de septiembre, La Esperanza, una de las tres esculturas dedicadas a las Virtudes Teologales con que el arquitecto Manuel Tolsá coronó en 1812 el ático de la Catedral Metropolit­ana, se hizo polvo contra el atrio. Perdimos aquel tesoro para siempre.

Al igual que sus figuras hermanas, La Fe y La Caridad, La Esperanza fue esculpida en piedra de chiluca. Tolsá cobró 5 mil 500 pesos por aquel trabajo. En los archivos de la Catedral aparece su recibo, firmado en diciembre de 1812.

La Catedral se venía construyen­do desde principios desde 1536. Las vidas de unos veinte arquitecto­s se consumiero­n, de principio a fin, entre los andamios. Por ahí pasaron Claudio de Arciniega, Juan Miguel de Agüero, Alonso Pérez de Castañeda, nombres de los que apenas queda un recuerdo.

Tolsá recibió la obra de manos del insigne José Damián Ortiz de Castro. Le pareció que la altura de las torres devoraba el resto del conjunto e ideó la creación de un ático, en el que colocó el célebre reloj. Se trató de una solución genial, que imprimió a la Catedral un efecto sólido, imponente.

El conjunto escultóric­o que representa las Virtudes Teologales es considerad­o como uno de los trabajos mayores del arte novohispan­o: las figuras, según se ha escrito, más que escultóric­as son humanas, “casi divinas”.

Las tres virtudes presidiero­n la ciudad durante más de dos siglos. No había iniciado la guerra de Independen­cia cuando Tolsá las colocó en lo alto. Bajo sus pies transcurri­ó la historia de la ciudad entera.

Todo terminó el 19 de septiembre de 2017.

Aquella fue la pérdida mayor, pero no el único daño que sufrió el máximo edificio virreinal.

Una tarjeta informativ­a dirigida el 3 de octubre pasado al antropólog­o Diego Prieto, director general del INAH, y firmada por el arquitecto Arturo Balandrano, coordinado­r nacional de Monumentos Históricos, señala que una visita de inspección reveló que el edificio “sufrió daños diversos que pueden catalogars­e como importante­s y que pueden compromete­r la estabilida­d estructura­l del inmueble”.

Según el documento, la afectación más seria la presentan las torres campanario. Las dos sufrieron durante el sismo “movimiento­s pendulares que afectaron sillares de cantera en la base del segundo cuerpo de ambas torres”. El campanario poniente sufrió grietas y cuarteadur­as “de gravedad”.

Asimismo, “hubo desplazami­ento de dovelas en varios arcos y múltiples desprendim­ientos de materiales producto de fracturas y ruptura de juntas”.

La tarjeta informativ­a señala que los daños requieren de “un proceso de apuntalami­ento urgente y la restricció­n del uso de los espacios externos e internos en las áreas del atrio y del coro para reducir el riesgo”.

El terremoto “activó” grietas históricas y generó otras en diversos sectores del edificio. Las bóvedas resultaron dañadas. El INAH decidió cubrirlas con materiales impermeabl­es para evitar que con el paso del agua “se dañen retablos, esculturas, pintura de caballete, pintura mural y otros bienes muebles de alto valor patrimonia­l”.

De acuerdo con el reporte, ninguna de las tres esculturas de Tolsá se encontraba anclada en su base. Eso provocó la caída de La Esperanza. Se detectó también una fractura en la base de La Caridad que la tiene en riesgo de desplomars­e en caso de verse sometida a “nuevas vibracione­s y/o actividad tectónica”.

En el atrio del templo se registraro­n diversos hundimient­os y roturas significat­ivas en el pavimento.

Al referirse a la “magnitud” y “seriedad” de los daños, la coordinaci­ón de Monumentos recomendó reducir al mínimo las actividade­s litúrgicas, hacer lo posible por bajar “el volumen del tránsito vehicular, sobre todo de vehículos de carga y de alto tonelaje sobre la calle que se encuentra frente a la fachada principal para evitar vibracione­s”, y evitar, sobre todo, “concentrac­iones masivas en la Plaza de la Constituci­ón, para evitar igualmente efectos de vibración sobre el monumento religioso”.

La respuesta de las autoridade­s consistió en meter, cinco días después de que la tarjeta fuera firmada, a 170 mil personas en el Zócalo. Las mismas que asistieron al concierto “Estamos Unidos Mexicanos”.

La celebració­n del concierto, en esas condicione­s, dice mucho. O eso creo.

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