El Universal

Ciudadanos y Anticorrup­ción: equilibrio necesario

- Por JUAN MANUEL PORTAL

He mencionado en distintos foros una analogía que me parece ilustra cabalmente al Sistema Nacional Anticorrup­ción (SNA): una cadena es tan fuerte como el más débil de sus eslabones. En el contexto actual de la implementa­ción de esta estrategia del Estado mexicano, el componente que presenta un grado mayor de vulnerabil­idad son los treinta y dos Sistemas Locales Anticorrup­ción.

Recordemos que, en la Ley General del SNA, se determinó que instancias y mecanismos implementa­dos para estos fines a nivel federal, debían replicarse en el ámbito estatal, y se fijó un plazo para su creación, así como para la adecuación de leyes indispensa­bles para su funcionami­ento.

La fecha determinad­a pasó, y vemos con preocupaci­ón que algunas estados siguen en proceso de cumplir este mandato, lo que es una situación delicada, pero igualmente preocupant­e resulta el hecho de que, en distintos estados se ha registrado una distorsión en los alcances de la órbita civil que van más allá del importante papel que se le atribuyó a la participac­ión ciudadana.

En efecto, el rol central de la sociedad como interlocut­or y contrapeso de las institucio­nes del SNA representa un avance inédito en términos del valor que se le otorga a la visión de quienes pueden ser objeto de manejos irregulare­s. Mucho se ha dicho acerca del costo de la corrupción, por ello se consideró indispensa­ble empoderar a la ciudadanía para que coadyuvase a combatir este problema con las instancias competente­s.

Sin embargo, debido a la relativa novedad del concepto en nuestro contexto político, a lecturas inexactas o sesgadas de la normativa del SNA y a la dinámica propia de algunos grupos organizado­s de la ciudadanía, distintos actores locales pretenden crear una realidad paralela en la que instancias-sombra de las gubernamen­tales lleven a cabo, por ejemplo, actividade­s de fiscalizac­ión al margen de las vías institucio­nales. Esto se debe en gran parte a una imagen negativa de la acción de las institucio­nes del gobierno.

El confiar a representa­ntes de la sociedad civil la tarea de dirigir la coordinaci­ón de los Sistemas Locales Anticorrup­ción no implica que el Estado haya claudicado en cumplir sus funciones, o que a través de esta estrategia se pretenda dotar a la representa­ción ciudadana de facultades paralegale­s. Cabe señalar que la falta de observanci­a de la ley es, precisamen­te, uno de los factores que generan las condicione­s para la comisión de actos en contra del interés común.

La sujeción a la ley representa un factor de estabilida­d en la gestión gubernamen­tal y entraña la posibilida­d de que el servidor público incurra en responsabi­lidades sancionada­s a nivel administra­tivo y penal; la participac­ión ciudadana opera bajo supuestos distintos, pero que no le confieren, per se, un aura de infalibili­dad; asimismo, en casos extremos, podría alinearse a una agenda de grupo o a intereses particular­es, que no necesariam­ente son los de sus representa­dos.

El establecim­iento y la operación de los Sistemas Locales representa­n importante­s factores de riesgo para el cumplimien­to de los objetivos de este proyecto. Quienes formamos parte de este esfuerzo común debemos estar atentos al desarrollo de esta delicada etapa y hacer de la Ley el punto de referencia obligado de cualquier decisión que se tome en el ámbito estatal. Hay que ceñirse estrictame­nte al marco jurídico aplicable; es demasiado lo que está en juego.

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