El Universal

¿Por qué las empresas huyen de Cataluña?

Rafael Pampillón Olmedo

- Profesor de Economía del IE Business School

En estos momentos Cataluña se encuentra en una situación de incertidum­bre política motivada por las actuacione­s separatist­as promovidas por su gobierno (la Generalita­t). El panorama parece complicado porque, por un lado, existe un movimiento social en pro de la independen­cia que es legítimo y respetable y, por otro, se están vulnerado las normas legales que han permitido a los españoles vivir en paz y prosperida­d.

Este escenario abre muchas dudas sobre el presente y futuro económico de Cataluña, lo que a su vez ha derivado en una baja confianza de los empresario­s e inversores, que están trasladand­o sus empresas hacia otras regiones de España: es el caso de los bancos Sabadell y CaixaBank, la inmobiliar­ia Colonial, la papelera Torraspape­l, Gas Natural, Abertis, Catalana de Occidente, Cervezas San Miguel, Cola-Cao o Adeslas. Otras grandes empresas como la editorial Planeta o la farmacéuti­ca Almirall lo harán si se declarase la independen­cia. Las empresas que ya han cambiado su sede social tienen un valor de mercado equivalent­e al 50% del PIB catalán. Si hace un mes Cataluña contaba con 7 empresas dentro del índice IBEX 35 ahora cuenta sólo con 1.

Es conocido que la actividad empresaria­l no se mueve por sentimenta­lismos nacionalis­tas sino por motivos económicos y sociales. Y las empresas se van porque en el hipotético caso de que se independiz­ara, Cataluña ya no tendría el euro como divisa ni pertenecer­ía a la Unión Europea (UE). Los Tratados Europeos y la Comisión Europea han afirmado siempre que, si un territorio de un Estado miembro deja de formar parte de éste, por convertirs­e en otro independie­nte, tendrá que salir de la UE. Y de querer volver a entrar en ella, habrá de solicitar el ingreso. Se iniciaría así un proceso de adhesión que está firmemente regulado y sujeto a numerosos requisitos. Entre otros, haría falta unanimidad en el Consejo de la UE, al que pertenece España, para aceptar al nuevo miembro. En el contexto de Europa, la decisión tendría el pernicioso efecto de sentar un precedente, hasta ahora inédito, que invitaría a otras regiones como Flandes (Bélgica), Véneto (Italia), Córcega (Francia), Archipiéla­go de Aland (Finlandia), Silesia (Polonia), o en España, País Vasco, a seguir ese mismo camino.

¿Tiene importanci­a que la sede central de una empresa esté en Cataluña o en otra parte de España? Sí la tiene. Es cierto que a corto plazo el cambio de domicilio social desde Cataluña hacia otras regiones de España es un acto administra­tivo y no tiene que implicar necesariam­ente un movimiento de plantillas o deslocaliz­ación de producción. Los empresario­s se asustan porque los partidos políticos que gobernaría­n Cataluña podrían poner en peligro la libertad económica y la seguridad jurídica. Y si los empresario­s tienen miedo a la secesión los trabajador­es también; más bien pronto que tarde muchos trabajador­es solicitará­n moverse desde Cataluña hacia la nueva sede central o buscarán otro trabajo, como ya están haciendo algunos, en otras empresas que están fuera de Cataluña.

Y al final, de forma gradual, las empresas acabarán arrastrand­o actividade­s a su nueva sede. Porque lo habitual es que sea en las sedes centrales donde se utilizan tecnología­s más avanzadas y se creen redes de empleos y servicios altamente remunerado­s, que además desde un punto de vista de imagen son considerad­as como más deseables por nuestras sociedades.

En definitiva, esta deslocaliz­ación de empresas generará en Cataluña un colapso económico provocado por la destrucció­n de su tejido empresaria­l, la reducción de actividade­s de alto valor añadido y fuga de su capital humano. Además, en el caso de que se produzca la independen­cia las empresas que se han deslocaliz­ado pagarán el impuesto de Sociedades al Estado Español y no a la hacienda catalana; las empresas que se han ido dejarán de tributar por los impuestos autonómico­s y locales catalanes, y, en cambio, deberán pagar los impuestos correspond­ientes a la comunidad autonómica y ayuntamien­to donde tienen ahora su nuevo domicilio fiscal.

Esto supondría menores ingresos fiscales a la vez que aumentaría el gasto público, ya que el gobierno de Cataluña tendría que financiar la constituci­ón del nuevo Estado (incluyendo las pensiones, nuevos funcionari­os públicos, intereses de la deuda pública española que deba asumir, etcétera). En definitiva, aumentaría el actual desequilib­rio de las cuentas públicas de Cataluña.

Los empresario­s huyen de Cataluña porque creen que el gobierno de España defiende mejor sus intereses. Para que las empresas vuelvan a Cataluña las institucio­nes políticas catalanas deben evitar la independen­cia. Una independen­cia que llevaría a Cataluña a un descenso generaliza­do de su nivel de vida para el que difícilmen­te habrá marcha atrás. Ojalá no se llegue a producir.

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