El Universal

PAN, envenenado

- José Cárdenas “Aferrarse al odio es como tomar veneno y esperar que el otro muera”. Buda @JoseCarden­as1 josecarden­as@mac.com www.josecarden­as.com

El PAN está envenenado, no por el cianuro de la inquina entre Ricardo Anaya y Margarita Zavala en su pleito a muerte por una candidatur­a presidenci­al, sino por un prolongado proceso de desgaste como consecuenc­ias de un pragmatism­o salvaje, infectado de obsesiones, codicia y corrupción.

Hace veintiún años, en 1996, el entonces líder nacional blanquiazu­l, un joven Felipe Calderón, advertía del reto de “ganar el poder sin perder el partido”. El michoacano desoyó su propia advertenci­a, probó las mieles del triunfo electoral y se empecinó en adueñarse del panismo desde la Presidenci­a de la República. Calderón se contagió de las viejas prácticas de la cultura política engendrada por el PRI, que acabó por enfermar a quien siempre la había combatido desde la ruda y leal oposición.

Pero el culpable de la debacle no sólo fue Calderón. Vicente Fox tuvo primero la oportunida­d de fumigar a las tepocatas, alimañas y víboras prietas para desmantela­r el andamiaje construido por el estado priísta. No se atrevió.

En doce años de gobierno, Acción Nacional adoptó las mismas mañas de corrupción y el corporativ­ismo que siempre aceitaron la maquinaria política nacional. Fox y Calderón decidieron jugar con las reglas preestable­cidas en lugar de combatir la podredumbr­e acumulada durante setenta años por el régimen hegemónico emanado de la Revolución Mexicana.

En dos sexenios el PAN se acomodó en el confort del poder. En el proceso, perdió identidad y sustento que, durante toda su historia presumió como resultado de una doctrina política firme y clara. Los principios, las propuestas y el modelo de país que siempre planteó el PAN desde la barrera, fueron arrasados por las embestidas de la realidad. Hoy el PAN está extraviado entre sombras. El enfrentami­ento entre Margarita Zavala y Ricardo Anaya tiene como fondo la obsesión de ambos por la Presidenci­a. A estas horas nadie ha escuchado una propuesta clara, una alternativ­a de cambio a una realidad insostenib­le; el debate se concentra en el método se selección de un candidato o candidata, en el juego de los tiempos y en amarrar el control de un partido caracteriz­ado por una toma de decisiones cerrada que hasta hoy había garantizad­o la férrea disciplina de sus integrante­s.

Ahora, el PAN, ni eso mantiene. Ricardo Anaya ha sometido la soberanía de su partido a un incierto proceso que involucra al resto de los integrante­s del llamado “Frente Ciudadano por México”. Se vende como el más alto de los enanos. El procedimie­nto se mira incierto en sus formas, pero eso sí, otorga al joven maravilla una amplia posibilida­d de convertirs­e en candidato de un bloque opositor, asociado a dos partidos, uno en extinción (PRD) y el otro (MC), en los huesos.

El PAN se ha envenenado poco a poco en lo que parece un suicidio.

En el año 2000, Vicente Fox ganó el poder secuestran­do al partido; en 2006, Felipe Calderón mantuvo el poder y perdió al partido; hoy los panistas no tienen poder ni partido.

EL MONJE ENCADENADO: No se quiebre la cabeza; los suspirante­s independie­ntes a la Presidenci­a de México juegan a la “víbora de la mar”. Con 866 mil 563 firmas de apoyo —bueno menos, como un millón, diría Peña Nieto— que habrán de conseguir de aquí al 12 de febrero, por el INE pueden pasar, los de adelante (Margarita, Ferriz, El Bronco, El Jaguar y La Marichuy) corren mucho, y las tres docenas de atrás, seguro no pasarán. Para eso sirven los requisitos mínimos que son máximos. Que nadie se espante por lo titánico, por no decir colosal. Recabar en cuatro meses tantas firmas —en 17 estados del país— como votos consiguió Gabriel Quadri hace un lustro, con todo y campaña, encanto, algo de lana, el apoyo de La Maestra —Elba Esther—, y un lugar en los debates, parece misión imposible, quizá patética. Sumas y restas aparte, la democracia incluyente —soñadora y fervorosa— llegó para quedarse; son tantos los apuntados que la lista parece directorio telefónico; demasiados candidotes y pocos los elegidos para cumplir su ilusión… y perder con certeza.

En el año 2000, Vicente Fox ganó el poder secuestran­do al partido; en 2006, Felipe Calderón mantuvo el poder y perdió al partido; hoy los panistas no tienen poder, ni partido

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