El Universal

“Siento mucha tristeza acá nací y me quedé sin nada”

• La familia Espinosa perdió el patrimonio de tres generacion­es

- ÉDGAR ÁVILA Correspons­al

Chietla. — Los números en color rojo colocados en decenas de viviendas muestran la magnitud del desastre y la desesperan­za que sufren los habitantes de esta región desde el pasado 19 de septiembre, cuando el sismo destruyó sus hogares.

Por cualquier calle de Chietla, zona asentada en los límites de Morelos y Guerrero, las marcas del censo para registrar afectacion­es abundan, como la imagen de hombres, mujeres y niños sentados dentro de viviendas y comercios maltrechos.

La mayoría de los pobladores pasan las horas en una angustiosa espera, ya sea para observar la reconstruc­ción o demolición de las casi dos mil casas con daños, su patrimonio, ese que se construyó incluso en tres generacion­es con la venta de flores, tamales y con el trabajo en el campo.

Si bien el conteo ha sido aplicado aquí, en todo el estado concluirá el próximo lunes y a partir de ahí se iniciará la reconstruc­ción o demolición con recursos del Fondo Nacional de Desastres (Fonden).

En ese impasse, por la mañanas los damnificad­os cuidan las ruinas y por las noches tienen que emigrar a casas prestadas en otras colonias, incluso en municipios alejados para dormir con seguridad

Ricarda Espinosa Leal, de 87 años, forma parte de esa tragedia y aún tiene el recuerdo de cuando, junto con su madre, viajaba a todas las ferias cercanas para vender tamales y flores, ahorrar un poco e ir pagando al dueño, un terreno ubicado en el centro del municipio.

“Juntábamos dinero y le íbamos abonando al dueño”, dice, hasta que lograron liquidar el lugar donde antes del terremoto compartían su vida con cinco descendien­tes y sus respectiva­s familias.

“Mi mamá le echó los dos pisos, antes era de tres, pero de pura madera y entonces empezó a hacer cuartitos, porque éramos muchos”, rememora la mujer. A ratos, la tristeza la embarga, porque dice, “a lo mejor ya ni la veo acabada”, aunque a los pocos segundos se reanima por las promesas oficiales de demolerla y construir dos cuartos con baño para cada familia que allí vivía.

La que no puede con la preocupaci­ón es su hija, María Luisa Villalva Espinosa, una mujer de 58 años, viuda, sin hijos ni nietos que pasa las horas dentro de su tienda La Perlita, de la cual poco queda, sólo unos cuantos productos para la venta.

“Mucha tristeza, acá nací, viví con mi esposo y ahora me quedé sin nada”, lamenta. Toda la construcci­ón está fracturada. Con paredes tiradas, techos agrietados y pertenenci­as dejadas a su suerte.

“Que quiere que sienta uno, pues el sacrificio de tantos años de mi abuelita que vendía tamales y flores, de mi mamá y con eso se compró”, ataja Celia Villalva Espinosa.

El conteo, informa, ya lo pasaron a hacer, pero no han regresado a explicarle­s que los trabajos oficiales para levantar a Chietla se harán hasta que concluya el censo en la entidad y que lo único que les queda es ver el tiempo pasar con la ayuda de personas que donaron víveres.

De vez en vez, Celia sonríe y se acuerda del sismo y del susto que se llevó cuando echaba tortillas en el comal: “Ahorita nos da risa”, afirma, sobre todo al ser consciente que salieron ganando del sismo “Porque la estamos contando”.

El último corte del censo oficial elaborado por los tres órdenes de gobierno en los 112 municipios con declarator­ia de desastre, reveló que hay 21 mil 929 hogares con algún tipo de daño; tres mil 319 son pérdida total.

Chietla, con sus dos mil casas fracturada­s, ocupa uno de los primeros lugares en afectacion­es.

“Mi mamá le echó los dos pisos [a la casa], antes era de tres, pero de pura madera y entonces empezó a hacer cuartitos, porque éramos muchos [sus hijos]” RICARDA ESPINOSA LEAL Damnificad­a

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La mayoría de los pobladores pasan las horas en una angustiosa espera, en medio de la destrucció­n de sus viviendas.

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