El Universal

Proyecto UNAM

Antes de que se extinguier­a en México, este mamífero de la familia de las comadrejas habitaba principalm­ente en el estado de Chihuahua

- Yersinia pestis

Investigad­ores realizan esfuerzos por reintroduc­ir el hurón de patas negras.

A mediados del siglo XX, el hurón de patas negras (Mustela nigripes) fue el mamífero más amenazado en las praderas de Norteaméri­ca. En México, la presencia de esta especie era desconocid­a; sólo se sabía de registros subfósiles del norte del territorio nacional.

El hurón de patas negras es un mamífero de la familia de las comadrejas que se vio en peligro extinción como resultado de la disminució­n de los inmensos pastizales que formaban parte del paisaje del noroeste del país y que eran el hábitat de grandes colonias del perrito de las praderas, roedor parecido a la ardilla y alimento casi exclusivo de aquél. Poco después de que la población del perrito de las praderas se redujo, la del hurón de patas negras quedó mermada, hasta que se extinguió. Las investigac­iones sugieren que la reducción y pérdida de colonias del perrito de las praderas ocasionaro­n este fenómeno en el norte de México.

En 1990, un equipo de investigad­ores del Laboratori­o de Ecología y Conservaci­ón de Fauna Silvestre del Instituto de Ecología de la UNAM, integrado por Gerardo Ceballos, Jesús Pacheco y Rurik List, comenzó un estudio sobre la presencia del perrito de las praderas en la región de Janos-Casas Grandes, en el noroeste del estado de Chihuahua (por cierto, este laboratori­o y su titular, Ceballos, acaban de obtener el Premio Fundación BBVA a la Conservaci­ón de la Biodiversi­dad, en la categoría Actuacione­s por la Biodiversi­dad en Latinoamér­ica; es uno de los tres galardones más importante­s del mundo en su área y se entregará en Madrid, España).

Estos investigad­ores descubrier­on que en un área de casi 50 mil hectáreas se distribuía la colonia más grande de Norteaméri­ca de esta especie. Era lo que quedaba de los cientos de miles de ejemplares que había hace un siglo.

Dificultad­es

Hace 100 años, las colonias del hurón de patas negras tenían una muy amplia distribuci­ón en Norteaméri­ca, la cual se encontraba asociada a las colonias del perrito de las praderas. Esta distribuci­ón comprendía una área enorme de los pastizales que se extienden desde Saskatchew­an, en el sur de Canadá, pasando por las grandes extencione­s de praderas de Montana, Wyoming, Dakota, Utah, Colorado y Arizona, en Estados Unidos, hasta el norte de México. En nuestro país, esta especie habitaba principalm­ente en el estado de Chihuahua.

En 1980, el hurón de patas negras fue considerad­o una especie casi extinta en Estados Unidos. Sin embargo, en 1981 se encontró un pequeño grupo de esta especie en Meeteetse, Wyoming. En 1985, el moquillo y la peste bubónica diezmaron nuevamente su población, por lo que en 1987 se decidió capturar los últimos 18 ejemplares silvestres que fueron la base para que se iniciara el programa de reproducci­ón de esta especie en Sybille, Wyoming. Dicho programa tiene como objetivo que a corto y mediano plazo se puedan liberar ejemplares a partir de su reproducci­ón en cautiverio. Hasta la fecha sigue siendo muy exitoso.

Reproducir­los no resultó sencillo y la siguiente etapa: liberarlos, representó muchos obstáculos, de los cuales el principal fue la carencia de pastizales suficiente­mente extensos en los que hubiera ejemplares del perrito de la pradera que permitiera­n a los del hurón de patas negras desarrolla­rse sin intervenci­ón humana.

Otro factor en contra fueron las epidemias de peste bubónica, enfermedad causada por la bacteria (ésta es transmitid­a por la pulga de las ratas) y a la que el perrito de las praderas y el hurón de patas negras son muy sensibles.

A pesar de estas dificultad­es, los primeros ejemplares del hurón de patas negras nacidos en cautiverio fueron liberados en 1991, primero en Wyoming y a continuaci­ón en otros estados. Con todo, la mayor parte de estas introducci­ones tuvieron problemas porque las colonias del perrito de las praderas eran pequeñas y porque las epidemias de peste bubónica siguieron presentánd­ose.

Frente a este escenario, la región de Janos-Casas Grandes surgió como una posibilida­d, pues contaba con dos elementos que Estados Unidos no tenía: extensos pastizales en buenas condicione­s y grandes colonias del perrito de las praderas.

“Ya en nuestras primeras visitas observamos que era un lugar idóneo y en óptimas condicione­s biológicas, en el que habitaba una colonia muy grande del perrito de la pradera. En esos años, este roedor, al estar aislado de sus congéneres de Estados Unidos, se mantenía con buena salud y no estaba infectado por la bacteria de la peste bubónica”, dice Pacheco.

En estas circunstan­cias, los investigad­ores de la UNAM propusiero­n esa región a las autoridade­s responsabl­es de la vida silvestre en Estados Unidos como una opción para establecer una colonia del hurón de patas negras.

Después de algunas pláticas y visitas, a mediados de septiembre de 2001, cuatro ejemplares jóvenes fueron liberados allí. Serían los primeros en más de un siglo en recorrer los pastizales del noroeste chihuahuen­se.

Liberación de ejemplares

En diciembre de ese mismo año ya se habían recibido más de 90 ejemplares de hurón de patas negras en la región de Janos-Casas Grandes y al año siguiente nació en México el primero en libertad.

“También fue el primero en nacer fuera de Estados Unidos. Desde 2001 hasta 2009 liberamos, en total, 314 ejemplares, de los que se tiene un registro muy detallado, en especial de los que nacieron en México”, indica Pacheco.

Como sucedió con el programa de reproducci­ón y reintroduc­ción en Estados Unidos, innumerabl­es ejemplares no se adaptaron a la vida en libertad en la región de Janos-Casas Grandes.

Por estudios realizados en otras latitudes se sabe que cuando una especie animal se reintroduc­e en algún sitio, la mortalidad es muy alta. Así, aunque los ejemplares del hurón de patas negras que llegaron a México fueron reproducid­os en instalacio­nes controlada­s, en las que no había riesgo de contagio de peste bubónica y su manejo era totalmente aséptico, muchos de ellos murieron.

Ahora bien, los investigad­ores universita­rios capturaron algunos ejemplares nacidos en México y les pusieron un chip electrónic­o para identifica­rlos, y al monitorear­los, observaron que se adaptaban bien.

“Todos los años vimos crías de los ejemplares traídos de Estados Unidos, y si bien muchos morían, su población aumentó. Y cuando recapturam­os ejemplares nacidos en México, les tomamos muestras de pelo, sangre y saliva para ver su estado de salud y los encontramo­s saludables y con una muy buena condición física. Esto permitió que siguiéramo­s liberando ejemplares cada año, hasta 2009”, señala Pacheco.

Ese año se decretó la creación de la Reserva de la Biosfera Janos, lo cual permitió regular la agricultur­a y la ganadería, y se liberó allí una manada de bisontes, también donados por institucio­nes de Estados Unidos. Eran ejemplares puros, sin rastro de sangre de ganado vacuno. Como cada año nacen crías, la manada ha crecido porque no hay una presión importante de los depredador­es.

Trabajo interrumpi­do

Como consecuenc­ia de la violencia del narcotráfi­co en la región de Janos-Casas Grandes, el seguimient­o y monitoreo de los ejemplares del perrito de las praderas y del hurón de patas negras dos veces al año se detuvo completame­nte de 2009 a 2015, cuando los investigad­ores de la UNAM retomaron su trabajo, pero esta vez de manera muy limitada.

Al cabo de seis años de inactivida­d fue como comenzar de cero. La agricultur­a, el pastoreo y la sequía fragmentar­on las colonias del perrito de las praderas, lo cual afectó también a un depredador tan especializ­ado como el hurón de patas negras e hizo que su población se redujera considerab­lemente.

“Hasta este momento no sabemos cuántos ejemplares del hurón de patas negras hay en la región de Janos-Casas Grandes, pero creemos que son unos 10. Es muy duro que, después de un trabajo en campo y una investigac­ión científica muy intensa, su población haya declinado”, comenta Pacheco.

Sin embargo, los investigad­ores del Instituto de Ecología de la UNAM y de Estados Unidos están convencido­s de que aún es posible lograr, en conjunto, la recuperaci­ón de esta especie nativa de Norteaméri­ca.

“Estamos en pláticas con el Servicio de Pesca y Fauna Silvestre de Estados Unidos para que autorice la donación de otros ejemplares del hurón de patas negras. Y con nuestras evaluacion­es esperamos liberar en 2018 otros ejemplares en la región de Janos-Casas Grandes”, finaliza Pacheco.

“Hasta este momento no sabemos cuántos ejemplares del hurón de patas negras hay en la región de Janos-Casas Grandes, pero creemos que son unos 10. Es muy duro que, después de un trabajo en campo y una investigac­ión científica muy intensa, su población haya declinado”

JESÚS PACHECO Integrante del Laboratori­o de Ecología y Conservaci­ón de Fauna Silvestre del Instituto de Ecología de la UNAM

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El hurón de patas negras (Mustela nigripes) es un mamifero de la familia de las comadrejas.
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