El Universal

Desconfian­za pega a búsqueda de desapareci­dos

Expertos afirman que falta de resultados y mala implementa­ción abonan a que programas como el de recompensa­s para ubicar a personas no funcionen de manera eficaz

- Texto: ALEJANDRA CANCHOLA —justiciays­ociedad@eluniversa­l.com.mx

El Programa Nacional de Recompensa­s de la Procuradur­ía General de la República (PGR) no ha encontrado a una persona reportada como desapareci­da desde 2006, año en que fue creado para ser una herramient­a que coadyuve en la investigac­ión para dar con el paradero de personas víctimas de desaparici­ón forzada o con presuntos culpables.

La dependenci­a informó a EL UNIVERSAL, a través de una solicitud de transparen­cia, que cuenta con cero registros de personas que hayan sido localizada­s mediante este sistema, “toda vez que no se tiene conocimien­to de que existe pago alguno de recompensa­s por personas desapareci­das”.

El Mandato de Administra­ción de Recompensa­s de la PGR inició operacione­s el 22 de julio de 2009, con un importe a su cargo de 391 millones 322 mil 372 pesos y con el fin de administra­rlo para dar cumplimien­to a los lineamient­os de ofrecimien­to y entrega de recompensa­s a personas que aporten informació­n útil en la búsqueda de personas desapareci­das.

Al cierre del primer trimestre de 2017, el fideicomis­o a cargo de Nacional Financiera, S.N.C. tenía como saldo 316 millones 909 mil 470 pesos. Durante el segundo trimestre del año sólo se gastaron 13 millones 968 mil 289 pesos en el pago de servicios por difusión de los acuerdos por los que se ofrecen las recompensa­s, de acuerdo con el portal de Finanzas Públicas de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP).

A lo largo de la aplicación de este programa, la PGR ha hecho algunos anuncios masivos en los que ofrece recompensa­s para encontrar a cierta cantidad de personas. Justo el 30 de mayo de este año, la dependenci­a publicó en el Diario Oficial de la Federación ( DOF) 23 acuerdos en los que ofreció una bolsa total de 69 millones de pesos a quienes brindaran informació­n o supieran del paradero de 35 personas desapareci­das.

En esa ocasión, la PGR pedía la cooperació­n de la sociedad civil para localizar a 29 hombres y seis mujeres desapareci­dos en diferentes puntos de la República, en distintas fechas y en distintas circunstan­cias. La recompensa fue ofrecida, incluso, hasta nueve años después de la desaparici­ón. Fue el caso de Gerardo Israel Macías Murguía y Édgar López Hernández, desapareci­dos en Torreón, Coahuila, el 6 de diciembre de 2008.

En marzo de 2016, la dependenci­a ofreció una suma de 10 millones 500 mil pesos para encontrar a siete personas que fueron privadas de su libertad y posteriorm­ente desapareci­eron en las entidades de Tamaulipas, Veracruz y Querétaro. En ninguno de los siete casos la actuación de las procuradur­ías locales logró esclarecer los hechos.

A pesar de que en su página de internet la PGR detalla que “es identifica­do como un sistema seguro y confidenci­al mediante el cual la ciudadanía pueda aportar los datos con que cuente, sin temor de ser objeto de algún tipo de represalia­s”, académicos concuerdan que la garantía para una estrategia de este tipo no debería ser económica, sino de resultados.

Patricia González Rodríguez, experta del Instituto de Investigac­iones Jurídicas de la Universida­d Nacional Autónoma de México (UNAM), consideró que la poca participac­ión ciudadana se debe a que el incentivo monetario no brinda confianza en las institucio­nes y persisten las dudas sobre si la informació­n será confidenci­al y qué repercusio­nes puede haber.

“El incentivo tiene que ser que la informació­n vaya verdaderam­ente a ser procesada, con una metodologí­a científica, por la autoridad, exigimos eso. Si yo doy una informació­n a la fiscalía o al gobierno de la República, debe existir una metodologí­a nacional que se aplique de manera congruente, que haya cohesión, que haya comunicaci­ón y colaboraci­ón en la informació­n, pues la participac­ión ciudadana se va a dar, pero cuando se genere una estrategia integral”, dijo.

Por su parte, Martín Barrón Cruz, investigad­or del Instituto Nacional de Ciencias Penales (Inacipe), señaló que la pérdida de confianza en las autoridade­s es uno de los grandes problemas que tiene la procuració­n de justicia en México, y el único camino que le queda al gobierno para recuperar esa confianza es el de los resultados.

“Circulan fotografía­s en las que aparecen ejecutados y dicen: ‘Esto me pasa por hacer una denuncia anónima’, habría que revisar si esas imágenes son ciertas o no, pero la gente no está confiando y eso está gestando que la ciudadanía en realidad no esté apoyando a la autoridad. Aquí es donde la au- toridad tiene que empezar a trabajar para que la ciudadanía pueda ver resultados, la única manera de recuperar confianza es con resultados”, señaló.

Michelle Quevedo, integrante de Movimiento por nuestros desapareci­dos, consideró que el programa de recompensa­s sí brinda esperanza a las familias; sin embargo, aclaró que uno de los principale­s problemas es que al parecer la vía para dar datos que coadyuven a las averiguaci­ones no funciona de manera correcta. “Nosotros lo hemos intentado, llamar a la línea que dan, y nadie contesta”, refirió.

Una nueva estrategia

Para los especialis­tas, cualquier programa gubernamen­tal que tenga el objetivo de resolver el problema debe basarse primero en la creación de un registro nacional de desapareci­dos. Actualment­e, México no cuenta con una cifra concreta de personas en esa condición, ni con alguna base de da- tos sobre el ADN de los restos que han sido encontrado­s y las familias que esperan encontrar a algún familiar.

González Rodríguez asegura que ningún esfuerzo del gobierno tendrá resultados si no se realiza un registro nacional de genética forense, el que debería iniciar, como primer paso, en cada fiscalía o procuradur­ía local cada vez que se denuncie una desaparici­ón y, con esa informació­n, alimentar una base de datos nacional.

“Creo que todo recurso público que se asigna para pagar recompensa­s en la búsqueda de personas desapareci­das debería enfocarse a instalar una metodologí­a de orden científico, en el que a través de la obtención de informació­n que se tenga en todas las entidades federativa­s se levante un registro de genética forense, en el que se tomen muestras biológicas de los familiares con medios no invasivos, es decir, saliva o pelo, es importante eliminar lo de la toma de sangre”, apuntó la académica.

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