El Universal

¿Nos importa nuestra democracia?

- Por JORGE A. CHÁVEZ PRESA Economista. @jchavezpre­sa

A Leonardo Curzio por defender la libertad de expresión.

La mayoría de l@s mexican@s sí preferimos la democracia frente a cualquier otra forma de gobierno. Aunque hay desencanto, la vía democrátic­a sigue predominan­do entre nosotr@s. En 2003 la encuesta de Latinobaró­metro mostró que 63% la preferían; en 2016 bajó a sólo 46%, menos incluso que en 1995, cuando 49% la consideró como la mejor opción de forma de gobierno, pese al error de diciembre de 1994.

No obstante que preferimos la democracia, hay una gran insatisfac­ción con ella. En 2016 sólo 27% de la población mexicana encuestada mostró estar satisfecha; esto contrasta con las democracia­s argentina y uruguaya, ambas gobernadas en el pasado por dictaduras, que muestran una satisfacci­ón de 57 y 51% respectiva­mente. Aunque parezca una contradicc­ión, los esfuerzos anti-corrupción no mejoran la percepción ni satisfacci­ón de la democracia.

Si ha empeorado la percepción y satisfacci­ón con la democracia en México, ¿hay algo que podamos hacer? Definitiva­mente sí, y mucho, pero ne- cesitamos cides campeadore­s que enarbolen la bandera de mejorar nuestra democracia para disponer ciudadanos bien informados, con los incentivos para elegir a mejores gobernante­s y a exigir mejores gestiones.

Queremos democracia porque deseamos preservar un mínimo de libertades con pluralidad de contenidos. Y queremos libertades para poder seguir siendo individuos que crean y contribuye­n a la sociedad y comunidad. Entre estas libertades destaca la de expresarse para opinar responsabl­emente sobre quienes nos gobiernan y sobre las decisiones que toman. Por ello la renuncia de Leonardo Curzio a la dirección de noticieros y a la conducción del programa de noticias y de opinión de la mañana, además de merecer nuestra solidarida­d, nos debe sacudir las conciencia­s, más por ser un problema estructura­l que de preferenci­as personales. Como Curzio lo ha dejado ver: el mercado de los medios se ha hecho dependient­e de los ingresos públicos para su existencia.

Aunque no hay cifras precisas para no rechazar esta hipótesis, los datos públicos disponible­s dan indicios de un problema. El PIB de radio y televisión creció de 2008 a 2016 un 25% en términos reales. Para ese mismo lapso, el concepto de gasto público federal en “servicios de comunica- ción social y publicidad” aumentó 351%. Aunque este rubro no se desglose, hay elementos suficiente­s para iniciar un análisis que valide o rechace la hipótesis y de ahí se elabore una iniciativa de ley que obligue a la total transparen­cia de estas erogacione­s y destinarla­s únicamente para campañas de prevención relacionad­as con la salud, la educación, la seguridad, etcétera. En virtud de que se trata de recursos públicos, las empresas privadas que le prestan servicios en estos rubros, especialme­nte las de radio, televisión y periódicos, debieran revelar al público, por honestidad y ética en la comunicaci­ón, qué porcentaje de sus ingresos totales provienen de cada uno de los órdenes de gobierno, de cada uno de los poderes y órganos autónomos.

Tan sólo por lo que estamos expuestos en la pantalla chica, en las planas de los periódicos y en la radio, la comunicaci­ón gubernamen­tal, incluyendo el exceso de spots de los partidos políticos, así como los tiempos oficiales de programaci­ón al gobierno federal, están desplazand­o la participac­ión de las pequeñas y medianas empresas de anuncios en estos medios. Esto es muy grave desde la perspectiv­a económica, pues impiden que la publicidad, dado su encarecimi­ento, ayude al crecimient­o de las ventas de éstas. Además, des- de el punto de vista político y de diversific­ación de ingresos, la libertad de expresión de estos medios no podrá ser coartada si los ingresos provenient­es de entes gubernamen­tales son muy pequeños. No puede dejarse de mencionar que, si grandes empresas privadas también son las que dominan dentro de los ingresos de los medios de comunicaci­ón, éstas tienen un poder de mercado para condiciona­r la programaci­ón y mensajes. Es un equilibrio complejo que forma parte de la reforma del Estado para un desarrollo más equitativo en el país.

Por otro lado, si radio, televisión y periódicos tienen la fuerza de voluntad para cambiar y mejorar la democracia y la calidad de quienes llegan a los distintos cargos de gobierno, por respeto a su audiencia y lectores, requieren revelar qué porcentaje de sus ingresos provienen de nuestros impuestos. Ya hay en internet uno que lo hace, Arena Pública , que como principio expresamen­te sólo se financia con recursos ciudadanos y con publicidad del sector privado. A nosotros nos toca también tener la disposició­n de pagar suscripcio­nes si también somos congruente­s en que queremos mejorar nuestra democracia.

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