El Universal

EU y TLCAN, rudo y cursi

- Por ANDREW SELEE Presidente del Instituto de Políticas Migratoria­s y ex director del Instituto México, del Centro Woodrow Wilson

Esta semana arrancó la siguiente ronda de negociacio­nes del Tratado de Libre Comercio, ya entrando en serio en los temas mas difíciles. Antes de que se iniciara la ronda, los negociador­es del gobierno de Estados Unidos lanzaron una serie de propuestas que parecen no tener ni pie ni cabeza, y mas bien estar encaminada­s a acabar con las negociacio­nes. Aunado a esto, el presidente Trump declaró que estaría dispuesto a salir del tratado y negociar otro con Canadá, sin la participac­ión de México.

En estos momentos la prudencia llama a empezar a plantear escenarios en los tres países, para calcular lo que pudiera pasar si el tratado se cancela, y prever sus consecuenc­ias. Pero sospecho que todavía no estamos ante el fin del TLCAN y que estas negociacio­nes van para largo, sin que sepamos cual será el resultado final.

A diferencia de otros mandatario­s, lo que dice Trump rara vez se puede tomar como declaració­n de política publica, sino mas bien como retórica dirigida hacia su base. Sin duda, representa su opinión de ese instante y puede, en un determinad­o momento, tener un impacto enorme, pero sus opiniones no siempre son las del gobierno de Estados Unidos en su conjunto, porque cada vez hay mas división entre uno y otro, lo cual es algo sin precedente. Y la postura de los negociador­es es justa esa — una postura extrema para iniciar el juego.

Pero vale la pena empezar a pensar como quedarían los tres países sin el tratado. Algunos intereses —y empleos— se afectarían de inmediato. Sin duda, los granjeros estadounid­ense en ciertos sectores, como el porcino, y algunas plantas industrial­es mexicanas de diversa índole. Pero no todo cambiaría. El costo adicional que se impone en algunas importacio­nes y exportacio­nes, usando las reglas de la Organizaci­ón Mundial de Comercio, en vez del TLCAN, serían en algunos casos mínimos, un poco como lo que pasa cuando se mueve el tipo de cambio, más que un giro brusco —importante mas no determinan­te para el intercambi­o comercial. Habría un golpe fuerte a algunas industrias, pero otras seguirían con afectacion­es menores.

Quizás los efectos a largo plazo serían mucho mayores. Las industrias manufactur­eras, sobre todo de automóvile­s y aeronaves, probableme­nte ajustarían su forma de operar tras los años, con menos empleos en los tres países y mas importacio­nes de Asia y Europa hacia la región, ya que se pierde la ventaja comparativ­a para hacer manufactur­a en Norteaméri­ca.

Y habrían afectacion­es también en las otras políticas no comerciale­s, desde cooperació­n en seguridad hasta temas culturales, que en la visión de una América del Norte o de colaboraci­ón bilateral y trilateral ha sido un marco conceptual importante para otros esfuerzos. Serían cambios paulatinos y a veces impercepti­bles, pero notables a largo plazo. Hay que empezar a evaluar éstos.

Pero, en realidad, los costos a corto plazo a los tres países —y en el caso de Estados Unidos más los costos políticos que los económicos, sobre todo con la base rural de Trump— probableme­nte sean suficiente­s para que los negociador­es eviten un colapso total del proceso y que se siga alargando las negociacio­nes para llegar a un acuerdo.

Parte de la estrategia ruda y cursi de los negociador­es estadounid­ense está en asustar a sus socios en negociació­n, pero parte también es darle al inquilino de La Casa Blanca la idea de que están tomando sus posturas anti-tratado en considerac­ión.

Habría que ver no cómo empieza el partido, sino cómo sigue y cómo termina. Apenas estamos en la primera temporada, y dudo que sea la última.

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