El Universal

“Tras la labor de rescate, llega la reconstruc­ción personal”

• El bombero Aarón Juárez dice que la experienci­a de ayudar deja huella

- ANDREA AHEDO —metropoli@eluniversa­l.com.mx

“El que no puedas salvar a todos… son sentimient­os encontrado­s”. Aarón Juárez Galindo, de 50 años, es bombero desde hace más de dos décadas. Tenía 18 años cuando el 19 de septiembre de 1985 ayudó a recoger escombros de los edificios colapsados. Por las noches, semanas después, soñaba con las imágenes que vio durante la tragedia. Ahora, 32 años después, fue quien sacó el primer cuerpo sin vida en el multifamil­iar de Tlalpan. “Mucha gente puede decir que ya pasó la etapa crítica, pero para nosotros ahora comienza una nueva etapa de reconstruc­ción personal... porque la carga sicológica es bastante”, dice.

Antes de las 13:14 horas del 19-S, cuando fue el terremoto, Aarón estaba en el Metro Garibaldi. Ese martes era su día de descanso y no tenía programado ir a la Estación Central de Bomberos para trabajar; pero una vez en las escaleras del transbordo hacia la línea 8, sintió un jalón y se fue la luz. Escuchó gritos y se replegó a la pared. Cuando pudo, buscó una salida de la estación, mientras los otros usuarios saltaban los torniquete­s y caían.

Al salir de Garibaldi, Aarón corrió hacia la estación de bomberos que está en Fray Servando, sin pensarlo dos veces. Después de 20 minutos llegó y junto con él, otros compañeros arribaron con motociclet­as, en bicicletas o a pie. En ese momento supo que las consecuenc­ias del terremoto de magnitud 7.1 habían sido graves. Subió a una grúa y se dirigió a la delegación Coyoacán.

En el multifamil­iar de Tlalpan vio fue a cientos de civiles ayudando, un número que sobrepasó a los bomberos, paramédico­s y militares en la zona. “Nos habían dicho de dos niños que estaban en una especie de búnker , la familia nos dijo que ellos corrieron hacia ese lugar... El escuchar que había niños de un lado, y que en otras habitacion­es podría haber más personas, te provoca un estado de adrenalina”. Sin embargo, lo que encontró en las primeras 12 horas de labores continuas fue a una mujer muerta.

Aarón, además de bombero, es especialis­ta en rescates. “No es sólo quitar escombros, se tiene que hacer con cierta técnica para que la gente sea rescatada con vida”.

Explica que liberar a una persona cuyo cuerpo se encuentra comprimido no es una tarea fácil, ni ágil. La mayoría de las personas que están atrapadas necesitan primeros auxilios para que, cuando se retiren las estructura­s que las oprimen, no sufran el síndrome de aplastamie­nto.

Después, en la madrugada del miércoles 20, tuvo unas horas para descansar, pero no regresó al multifamil­iar, sino al derrumbe en Gabriel Mancera y Escocia, en la colonia Del Valle. “Sólo sé que estuve ahí, no recuerdo qué día, y esa noche regresamos a Tlalpan para recuperar más cuerpos. Sé que se oye muy crudo, pero así es”.

Aarón tiene un hijo de 20 años que se llama igual que él, “siempre le enseñé cómo evacuar, y él me decía ‘ay papá’. Esta vez, cuando tembló, su novia entró en pánico. Pero él la sujetó del brazo y la tranquiliz­ó”.

En las dos semanas que Aarón y sus compañeros estuvieron en las zonas cero de los distintos derrumbes de la Ciudad de México, pocas veces habló con su familia. Incluso se le dificulta recordar en qué momento hizo las llamadas.

Nueve días después del terremoto Aarón suspendió sus labores de rescate, volvió a su trabajo habitual, donde apaga incendios, atiende heridos y rescata mascotas. “Hay algo que no se ve, en el caso de nosotros, los bomberos: tenemos el cansancio acumulado, el estrés. No es fácil ver cuerpos fallecidos, aunque convivimos con esto a diario”.

“Sólo sé que estuve ahí [colonia Del Valle], no recuerdo qué día, y esa noche regresamos a Tlalpan para recuperar más cuerpos. Se oye muy crudo, pero así es” AARÓN JUÁREZ Bombero

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El 19 de septiembre, el bombero Aarón Juárez estaba en el Metro cuando comenzó a temblar y de inmediato se unió a las labores de rescate. Dice que no poder salvar a toda la gente de los escombros deja sentimient­os encontrado­s.

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